Fue un shock total el ver tal escena, algo le decía que eso era peor que muchas cosas más, y fue tal la impresión que incluso se olvidó de cómo moverse por dos segundos, los dos segundos que tardo su padre en verla. De pronto su cerebro se activó y salió a toda velocidad hasta su habitación. Al llegar cerró la puerta y se recostó en el suelo.
En realidad no tenía nada claro, algo así ya estaba esperando ella, solo que no había estado consciente de ello, sin embargo, sabía que este no era el camino que debía de tomar la situación. Decidió esperar allí hasta que algo más ocurriera.
Pero la paciencia iba acabando y le carcomia, pues quería saber algo más, lo que fuese, solo algo que le diera una pista de lo siguiente que tenía que hacer, de cuál era la situación, de cual, para ser más específico, era su papel.
Se puso de pie y camino hacia la ventana, ojala no lo hubiese hecho. Lo que a continuación miro no fue mejor, incluso fue mucho peor.
La oscuridad era casi total, lo que daba lugar a la luz artificial que alumbraba la cera, alumbraba la casa y las banquetas, algunas luces en tonos purpuras, azules y verdes se distinguían a lo lejos, mas allá de las palmeras, anuncios espectaculares que parpadeaban multicolor, poca gente transitaba por allí, eso ya lo había descubierto desde que había llegado al hogar, pues había escases de autos y las personas caminando también eran muy pocas. Y al tener un espacio así de solo, le daba lugar a una pelea. Que era lo que ella veía justo en ese momento.
Su padre, aquel tipo fuerte, elegante y de aspecto maduro peleaba con el joven que había estado con ella ¿Cómo es que ambos habían llegado a estar frente a frente? Irene tenia vagos recuerdos de que eso era lo peor que podía suceder, pero si era si, entonces como habían llegado a tal situación, ¿Por qué? ¿Era acaso por ella? No le cabía en la cabeza pensar algo por el estilo. Pero por desgracia no tenía muchas opciones para escoger. Irene veía con horror como ambos se propinaban golpes en la mandíbula, en el abdomen, y como ambos estaban ya heridos, pero para su mayor dolor, quien se veía más herido y dañado, era el, el joven caballero, aquel varón lucia más golpeado y con más probabilidad de tirar la toalla, lamentablemente aquí la cosa no funcionaba así, pelearían hasta llegar al fondo de la situación, pensamiento que helo la sangre de la joven.
Como golpe final, su padre tomo al chico del cuello y lo reboto contra la rejilla, cosa que fue lo suficiente para llenar de dolor a Irene. ¿De dónde había salido compasión por alguien que apenas y conocía? No lo sabía, era verdad en efecto, apenas y lo conocía del laberinto, aquel que ahora sabía que existía, y que era...Real, esto que estaba viviendo hasta ahora era lo más confuso pues no sabía si era también real o alguna simulación, pero lo que si sabía era que si podía hacer algo para evitar una situación tan llena de sangre, era mejor ponerse en acción.
─ ¡Nooo! ─Grito con furia, y con los ojos llenos de lágrimas, lagrimas que se sentían como sangre corriendo por su rostro pero parecía no ser suficiente, por lo que hizo lo más intrépido que jamás había hecho en su vida. Concentro en su pierna la fuerza suficiente para propinar una patada y quebrar el cristal completo, del techo a suelo. Este cayo haciendo un escándalo total, lo que distrajo a su padre de seguir golpeando, y probablemente hasta matar a aquel joven.
─ ¡Irene! ─Grito el señor y miro de su hija al joven que tenía tomado del cuello y viceversa. Las lágrimas corrieron por las mejillas de la inocente chica, esta cayo de rodillas y rápidamente sintió un dolor agudo pulsando en sus piernas, pues había pedaceria de cristales allí, le ocasionaron inmediatas heridas en las piernas y rodillas, pero no eran tan profundas como el dolor que le había ocasionado tal susto.
Una brisa penetro en su habitación al estar esta escasa de un cristal, las cortinas volaban con fuerza pero a Irene no le importó siquiera estar al borde de la ventana en una segunda planta.
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El Laberinto de los Caballeros 1
Romance1865 Ella es una doncella de nombre; Irene de Luna, una señorita de 21 años, humilde, carismática e inocente. Por obra del destino y dañada moralmente por personas de la clase alta decide huir del pueblo, dejándose llevar por el dolor, las lagrimas...