CAPÍTULO XIV • Verdad Sangrienta •

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El suelo temblaba ligeramente, y el sonido de los pasos comenzó a retumbar en la pequeña carceleta de la ciudad

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El suelo temblaba ligeramente, y el sonido de los pasos comenzó a retumbar en la pequeña carceleta de la ciudad. Como este pequeño espacio se encontraba ubicado justo debajo del pueblo, cuando había movimiento en la parte superior generaba que las paredes de ese lugar temblaran y generaban una sensación nada cómoda para quien pudiera estar recluido allí.

Dentro, la pelirroja, quien se hallaba recostaba sobre una ruma de paja en la esquina, se removió con desgano mientras abría lentamente los ojos. Tardó unos minutos en recordar donde estaba, ya que aún se encontraba muy adormitada, pero luego de despertar por completo, se llevó una enorme decepción al saber que seguía cautiva allí.

—Me voy a volver loca aquí —musitó mientras golpeaba ligeramente su cabeza contra la pared.

Su mirada se centró al frente y se quedó observando unas líneas talladas en la piedra. Había dibujado diez líneas en total lo que simbolizaba la cantidad de tiempo que llevaba allí. Inevitablemente, tomó una de las piedras con la que dibujaba los trazos, y dibujó una pequeña cara triste al lado.

Al finalizar se deshizo de ella y tomó asiento en la fría superficie del suelo; encogió sus piernas hasta la altura de su pecho y posteriormente escondió el rostro allí. Una pequeña risa sarcástica escapó de sus labios, de alguna forma, le resultaba gracioso y trágico a la vez, el estar donde ella estaba en ese momento. Vivió un cautiverio de dieciocho años, luego, pasó a estar cautiva dentro de un palacio, y a hora, se encontraba cautiva en una carceleta.

Meditó sus acciones como venía haciendo desde el momento en que pisó ese lugar, y en más de una ocasión pensó en que si hubiera cedido a las exigencias de Phyalé, la sacerdotisa, era probable que ella estuviera disfrutando de un variado desayuno, una cama cómoda, y un baño más decente.

Pero no, había optado por no colaborar con los planes retorcidos que ella poseía.

Los Hanouns pudieron haberla humillado, insultado, y ninguneado. Pero Rias, su progenitora, había educado a una mujer con los valores bien definidos, quien hoy por hoy, era incapaz de traicionar a los demás.

Extinción - Nuestra última esperanza [Saga: LVDLO #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora