CAPÍTULO XVII • ¿Qué es lo que decides? •

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Los días continuaron pasando y Clematis comenzó a mejorar considerablemente, la fiebre había desaparecido del todo y el dolor punzante que sentir producto de la operación era cada menos frecuente

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Los días continuaron pasando y Clematis comenzó a mejorar considerablemente, la fiebre había desaparecido del todo y el dolor punzante que sentir producto de la operación era cada menos frecuente.

Trya venía por las mañanas y se aseguraba de traerle alimentos completos, diversos y balanceados, y aunque Clematis por momento se mostraba reacia a comer ciertas cosas que contuvieran algún derivado animal, terminaba la sacerdotisa, cual madre, la retaba para que se acabara todo en el plato.

—¿Cómo está ella? —preguntó mientras dejaba la cesa sobre el tocador.
—Sigue descansando —respondí sintiéndome aún un tanto inquieto por lo que acababa de recordar.
—¿No tuvo fiebre?
—No, por suerte no.
—Bien, eso es bueno, parece que ya pasamos la fase de peligro —sonrió de forma lineal y le correspondí.
—Solo vine a dejar esto, debo regresar al templo, desde que Phyalé murió mi trabajo se ha triplicado.

Trya se fue y volvió a dejarnos a solas. Me puse de pie y caminé hacia la cesta para ver que era lo que había traído y luego me dirigí a la mesa que estaba cerca de Clematis para acomodar todo y despertarla porque debía de almorzar.

El pan recién horneado lo puse sobre una tablilla de madera, corté el pequeño pollo trozado y abrí un cuenco que traía frutas y verduras; luego, saqué la jarra de madera que aparentemente tenía jugo de ciruelo y fresas, y serví dos vasos. No tenía demasiado apetito, pero tampoco quería que ella comiera sola.

—¿Trya vino? —escuché la voz de Clematis y alcé el rostro para verla que se incorporaba en la cama.
—Sí, solo vino a dejar la comida.
—Me hubiera gusto verla.
—Me dijo que iba a estar algo ocupada —ella asintió a medida que entrelazaba sus dedos—. ¿Quieres comer?
—Sí, tengo hambre.
— ¿Cómo amaneciste?
—Bien, pero hubo momentos en los que desperté, pero al verte a mi lado me volví a quedar dormida.
—¿Qué ocasionaba que te despiertes?
—No lo sé, a veces cuando duermo me siento muy inquieta —suspiró de forma pausada—. A veces siento que estoy olvidando algo importante —su mano se dirigió hacia el parcho que tenía sobre el ojo y lo acarició por encima. El plato de comida que tenía en las manos casi se me cae—. Cuanto trato de recordar aquello que olvidé comienza a dolerme la cabeza. ¿Será normal? —preguntó—. ¿No tendré algo malo en el cerebro?
—Tranquila —dije de forma nerviosa mientras acercaba el plato de comida hacia ella—. Trata de recordar todo a tu ritmo, no tienes porque sobre esforzarte.
—Zefer. ¿Tú sabes qué me pasó? Quizás, si me dices que hice en todo este tiempo, pueda recordarlo con mayor facilidad.
—No, lo siento. No lo sé—mentí—. No sé que pasó contigo en este tiempo que te secuestraron del palacio.
—Ya veo—ella sonrió pesadamente.

Extinción - Nuestra última esperanza [Saga: LVDLO #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora