CAPÍTULO XXXI • Confiar en el enemigo •

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C L E M A T I S

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C L E M A T I S

Desde el momento en que rescatamos a Cael los días comenzaron a pasar con rapidez, y antes de que me diera cuenta, ya habían transcurrido dos meses. El pequeño se había ganado mi cariño y el de los demás instantáneamente, aunque al inicio se mostraba temeroso a relacionarse con el resto, poco a poco se fue soltando y su personalidad alegre y vivaz afloró cada vez más y más. Él era un pequeño rayo de luz que alumbraba la penumbra que sentía, sin embargo, en cuanto él dormía por las noches, mi mente viajaba lejos, a My—Trent, junto a Zefer.

Habían sido dos meses en los cuales no había tenido noticias de él. Por más cartas que enviara a My—Trent estas jamás eran devueltas. Paulatinamente, la frecuencia de mis envíos terminó disminuyendo, pero mi inquietud y tristeza iba en aumento.

Aunque no podía darme el lujo de encerrarme y pensar en él. Los Jackal habían dejado atrás una nación devastada, y el trabajo que había que hacer para que emergiera nuevamente era en verdad monumental. Teniendo todo esto como precedente, me puse la meta de mejorar la calidad de vida de sus habitantes, y aquello era algo que cumpliría cueste lo que cueste.

Argon fue una gran ayuda durante todo este proceso, me enseñó lo necesario para saber que factores tomar en cuenta al momento de elaborar una estrategia económica, y bajo su guía fue que pude armar un plan.

No podíamos depender de los intercambios comerciales, los Jackal tenían una deuda externa tan grande con sus vecinos mercantes, que era imposible el tratar de elaborar un tratado comercial. Wyrfell no disponía de una gran producción de alimento, no tenía sedimentos de minerales, ni mucho menos poseía algo más que pudiera ser de exportación, salvo las flores que cubrían gran parte de la nación.

Cómo todos los días, Argon y yo nos encontrábamos en el despacho observando los papeles con detenimiento, quería exponerle mis ideas, pero necesitaba tener una base concreta de la cual pudiera sostenerme para que me dijera si era factible o no hacerlo.

—Y bien, Clematis —dijo mientras se acomodaba en la silla—. ¿Qué es lo que has pensado hacer?

—Estuve analizando las deudas que tenemos, y en verdad son gigantescas —apunté—. Los Jackal pidieron cantidades de dinero exorbitantes, pero no se preocuparon en mejorar la infraestructura del pueblo, todo esto fue destinado a la compra de materiales para el inmobiliario del palacio.

—Bien, entonces ¿queda descartado la opción de tratados comerciales? —preguntó.

—Correcto. Estuve revisando cual era el único aliado mercante que tuvimos, y se trataba de Preblei, pero antes de que los Jackal murieran el tratado se rompió.

—Entiendo.

—Otra de las cosas que me llamó la atención fue que la producción de alimento jamás ha sido favorable durante todo su reinado.

—¿Y eso a que se debía?

—Mira —acerqué uno de los papeles donde figuraba el último censo que la guardia real había realizado—. La tasa de natalidad de humanos es demasiada baja en comparación a la de los demás habitantes.

—¿Y porque sería esto un factor determinante?

—Porque según la ordenanza impuesta por todas las naciones, los encargados de labrar los campos deben ser únicamente los humanos —esta vez tomé un papel amarillento en donde figuraban las firmas de los concejales—. Mira, aquí específicamente se indica que solo los humanos podrán ser los responsables de la producción y posterior recolección.

Extinción - Nuestra última esperanza [Saga: LVDLO #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora