Capítulo 1

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            El despertador comenzó a sonar.

            Jaelle, tendida boca abajo en su cama, estiró la mano y tiró el despertador al suelo pero el sonido no cesaba. Abrió un ojo, lo volvió a cerrar y luego abrió los dos para buscar el despertador.

            Lo recogió del suelo y lo apagó para luego colocarlo de nuevo en su sitio: la mesilla de noche. Se destapó y se levantó. Bostezando, salió de habitación para dirigirse a la cocina donde ya estaba su madre preparando el desayuno.

            -Buenos días, mamá- dijo Jaelle pasándose los dedos por su espesa melena roja como el mismísimo fuego.

            Su madre se giró con un plato repleto de tortitas con sirope de chocolate.

            -¡Muchas felicidades, Jaelle!

            -Oh mamá, te has molestado demasiado con las tortitas.

            -Todo es poco para mi hija que cumple veinte años. Además, te esperan unos regalos en el salón.

            Jaelle sonrió y se comió las tortitas. Luego fue al salón donde había varios regalos que la joven abrió con ilusión. Tras abrirlos, fue a ducharse y estrenó unos pantalones y una blusa que acababa de abrir. Cuando se estaba haciendo la coleta tocaron el timbre de la casa.

            La chica salió corriendo y le dijo a su madre que ella abría. Cuando la abrió se encontró con su mejor amigo, Christopher, con un regalo en sus manos.

            -¡Felicidades, Jaelle!- dijo el chico sonriendo.

            La joven sonrió y le dio un abrazo. Ambos entraron y él le dio el regalo. Jaelle lo abrió y vio un peluche con unos pendientes dentro de una cajita.

            -Oh, muchas gracias, son preciosos y el peluche me encanta.

            -Me alegro de que te guste porque ya se me acaban las ideas sobre qué regalarte.

            -No seas exagerado porque me conoces muy bien, nos hemos criado juntos…- dijo ella entre risas- vendrás luego a comer tarta ¿no?

            -Por supuesto y si es de chocolate estaré aquí el primero pero ahora debo irme que llego tarde al curro.

            -Suerte la tuya que tienes un trabajo.

            -Encontrarás uno pronto, de eso estoy seguro, nadie se puede resistir cuando pones tu carita de pena.

            Jaelle sonrió levemente y ambos se dirigieron a la puerta donde se despidieron.

            Por la tarde, Jaelle se dirigía a su casa con el pastel en sus manos cuando de repente oyó una voz.

            “Jaelle…”

            La chica se giró y miró a su alrededor pero no vio que nadie la mirara en señal de que se dirigían a ella. Extrañada se giró, se encogió de hombros y siguió andando.

            “Jaelle…”

            Volvió a detenerse para mirar. Pero no había nadie conocido.

            “Ven al bosque…”         

            Jaelle frunció el ceño. ¿Al bosque? Debía de estar volviéndose loca. Haciendo caso omiso de la voz llegó a su casa y dejó el pastel sobre la mesa de la cocina.

Amor a medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora