Capítulo 24

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            Las horas pasaban muy lentamente mientras Christopher esperaba a que Jaelle abriera sus preciosos ojos color café que tanto le gustaban. La joven estaba acostada de lado con el muslo vendado por fuera de las sábanas, una mancha de sangre cubría parte de la venda por lo que pronto habría que cambiarle el vendaje. También el cuello de la chica estaba vendado, las heridas habían sido profundas pero no lo suficiente como para matarla.

            La respiración de Jaelle era lenta y pausada, pero en ocasiones parecía como si se ahogase y él tenía que ponerle algún almohadón debajo de su cuerpo para que no se ahogara.

            El chico no se había separado de Jaelle para nada, no quería dejarla. La tenía cogida de la mano y se la apretaba de vez en cuando para darle fuerza vital que ella necesitaba urgentemente porque parecía marchitarse poco a poco y él no iba a permitir que se la arrebataran de forma tan cruel.

            -Princesa, sé que me estás escuchando, por favor, no quiero que me dejes solo, no ahora que empezábamos a ser felices de verdad con nuestro amor. Si te pasa algo no sé qué sería de mí, no concibo una vida sin tu compañía, sin tu voz, tu risa, tus ojos… no puedo…

            El joven bajó la mirada mientras las lágrimas surcaban su rostro y notó cómo su novia se removía levemente gimiendo llevándose una mano al muslo herido. Christopher actuó rápidamente y le impidió que se lo tocara o se haría más daño.

            -No te lo toques, sé que te duele, pero tienes que aguantar un poco, avisaré a tu madre para que te ponga un vendaje nuevo.

            Entonces después de varias horas, la joven abrió los ojos para mirar al chico fijamente.

            -Chris…- dijo ella con voz ahogada.

            Él le puso un dedo en los labios.

            -Shhh…, no hables, tienes una herida muy fea en el cuello y si hablas será peor…

            Ella asintió levemente e intentó mirar la herida del muslo, la cual le dolía horrores. Christopher se levantó y salió a buscar a Libby para que le curara la herida del muslo y viese a su hija al fin despierta.

            Al momento aparecieron los padres, eufóricos de alegría y abrazaron a su hija con delicadeza.

            -Oh, mi niña- decía Libby llorando- al fin te despiertas, creí que te perdía…

            -Estábamos muy preocupados- dijo Arthur sonriendo cálidamente mientras acariciaba la cara de Jaelle la cual sonrió levemente.

            -Te vas a recuperar, de eso estoy segura, además, no puedes perderte el nacimiento de tu hermanito o hermanita- dijo Libby con una mano en el vientre.

            La joven sonrió e intentó incorporarse, pero el dolor en el muslo se lo impidió.

            -Mamá…

            -Ya, no hables o las heridas del cuello empeorarán, ya me dirás lo contenta que estás cuando te recuperes, ahora déjame ver ese muslo.

            La mujer apartó la sábana dejando a su hija con un camisón de tiras que estaba subido hasta por encima de la herida. Con delicadeza le quitó el vendaje dejando a la vista unas horribles marcas productos de un arañazo de lobo.

            Cada vez que el chico veía la herida, se ponía enfermo solo de pensar en lo que debía de estar sufriendo Jaelle aunque podía llegar a imaginárselo por la gran conexión que ambos tenían.

Amor a medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora