Capítulo 12

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            Siguieron hablando por mucho rato. Sin darse cuenta se les hizo de noche aunque tampoco les importó porque aprovecharon y se tendieron en la hierba a ver las estrellas del firmamento.

            -¿De verdad eres la Jefa de Jefe de Clanes? ¿La pequeña que procuraba pasar desapercibida ante los ojos de todos?

            -No te olvides lo de torpe. Aún lo sigo siendo.

            -Bueno…

            Ambos se cogieron de la mano y volvieron a mirar al cielo estrellado.

            -¿De verdad no tienes miedo de lo que soy?

            -Hace falta más que eso para asustarme ¿o tengo que recordarte quién se escondía tras los cojines cuando veíamos películas de miedo?

            -Sabías que no me gustaban ese tipo de películas… Aún así, deberías tenerme un poco de miedo, desde que sufrí la Transformación no soy capaz de controlar a mi loba y me estoy quedando sin ropa a causa de eso… Cuando me cambia el humor me transformo y mi ropa queda hecha pedazos, por eso utilizo este vestido ligero y fácil de quitar, como antes…- dijo sonrojándose.

            -¿Y por qué te cambia el humor?

            -La verdad que antes me pasaba porque no estabas a mi lado, sobre todo cuando me dijiste que nuestra amistad se había terminado. Fue un golpe muy duro para mí.

            -Imagínate lo duro que fue para mí decirlo…- dijo el chico volviéndose para mirarla a la cara- me sentí fatal, te veía ahí intentando detenerme y que ese tipo se entrometía…

            -Después de eso no podía concentrarme en nada… ese día lo pasé llorando.

            El joven se incorporó para ponerse encima de ella. Se apoyó en los codos y sus rostros quedaron frente a frente lo que hizo que la respiración de Jaelle se acelerara.

            -Me arrepiento de todas y cada una de las palabras que te dije ese día. Sólo espero que puedas perdonarme algún día por todo eso.

            Ella elevó su mano hasta tocar la mejilla del chico con delicadeza a pesar de que temblaba como una hoja ante el contacto de ambos cuerpos de forma tan íntima. Christopher no se pudo resistir y acercó sus labios a los de ellas para besarla con la mayor ternura de la que fue capaz, ya que su deseo por ella aumentaba con la cercanía de sus cuerpos.

            Sin poder contenerse más, una de sus manos acarició el muslo desnudo de la joven y fue subiendo lentamente hasta llegar a la redondeada cadera. A medida que la mano de él ascendía, ella podía sentir como si un reguero de lava la quemara allá donde él la tocaba.

            Jaelle no pudo evitar dejar escapar un gemido de pasión ante las caricias que le prodigaba Christopher.

            Él se encargó de subirle casi por completo el vestido que quedó arrugado bajo sus pechos por lo que él pudo admirar aquel vientre plano y esas estupendas curvas que poseía la joven.

            Sin saber muy bien por qué, la joven quiso más de esas caricias y se removió un poco, instándole a que siguiera con la exploración de su cuerpo que ardía de deseo por él. Christopher no se hizo de rogar y terminó de subirle el vestido dejando a la vista unos redondos y jugosos pechos, blancos como la leche, coronados por unos delicados pezones erectos no solo a causa del aire que corría allí, en medio del jardín sino también por la pasión desenfrenada que sentía el cuerpo de la joven.

Amor a medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora