Capítulo 4

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Yo comencé a caminar más a prisa, y sentía que ellos aceleraban el paso también. Era evidente que intentaban alcanzarme.

Un trueno y una brisa fría, lograron sobresaltarme.

El suelo de la estación de servicio era de piedritas sueltas, mis tacones se enredaban, y me disminuían la velocidad. Empecé a buscar en mi bolso, ya estaba de noche y no se veía a nadie cerca.

--¿Por qué tanta prisa belleza, si vas tan solita, no quieres compañía?-- Oí pronto me detuve.

Yo seguía sin mirar. Mi corazón estaba tan acelerado que creo que se podían escuchar los latidos, mis rodillas empezaron a temblar y mis manos no coordinaban, mi respiración era agitada, tenía tanto miedo.

El instinto me hizo correr, solté las bolsas y apreté con fuerza la cartera, tenía las llaves en la mano. Ellos corrieron detrás de mí.

--¡Dios! ¿Qué tan lejos está mi auto?-- Pensé con desesperación, y me distraje. Caí y la llave se soltó de mi mano, me puse a buscarla y al encontrarla me pare de prisa, seguí corriendo, pero ese tiempo fue precioso, porque me alcanzaron.

Uno de ellos me tiró enseguida al suelo, como pude me solté y le rocié el rostro con el gas pimienta que siempre cargaba de llavero. Entonces trate de levantarme pero otro, gordo y mal oliente me agarró, y me volteo, me puso frente a él y me dio una cachetada, sentí que mi cerebro se movió de lugar.

--¿Por qué no le hice caso al hombre de la tienda? Me van a matar-- .

El otro empezó a hurgar en mi bolso.

--¡Aria de Richardson! dice en su licencia y ¡mira esto! Tiene tantas tarjetas, es una ricachona ¡jejeje!, seguro pagaran bien por ella, pero primero nos divertiremos--Dijo el que sostenía mi bolso, tenía cara de ex presidiario.

El hombre era de baja estatura, casi 45 o 50 años, de rostro tosco.
Yo miraba a mí alrededor, tirada en el suelo, pensando lo peor y buscando como escapar. Cuando el gordo se acercó y trató de desbrochar mi pantalón.

--¡No por Dios! ¡Por favor! ¡NO! ¡AUXILIO!-- me agarró de la muñeca, me levantó del suelo y me azotó contra un auto que estaba estacionado cerca.

Me tapó la boca con su mano mugrosa y maloliente. Su aroma era la combinación de pescado frito, aceite y sudor, era peor que un cerdo.

-¡Shhhh!, ya verás cómo te va a gustar-- Decía el desgraciado, con su aliento a muerto.

Las lágrimas empezaron a correr por mi rostro cuando se recostó a mi cuerpo.

--¡Apresúrate que nosotros también queremos!--

Prefería morir, no podía ser...

En ese momento una luz cegadora se apareció de la nada.
Una motocicleta, le pasó por encima a uno de los tipos... El que me tenía agarrada me soltó y me tiró con fuerza al suelo.

Busqué algo para defenderme y vi mi gas a lo lejos, no supe en que momento lo solté.

Los dos tipos que quedaban mientras el otro parecía convulsionar en el piso, se acercaron a la moto.

--¡Son unos malditos cobardes!-- Era la misma voz grave que me habló en la tienda. --¿Cómo van a violarla? ¿No son capaces de pagar un burdel aunque sea o ni las prostitutas les aguantan el mal olor?--

--¡Este no es tu problema maldito bocón!-- Respondió el gordo asqueroso.

--¡Es mi problema ahora!--

Uno de ellos lanzó un puño al motociclista , que él respondió tirándolo con un golpe al suelo y rematando con un puntapié. El otro asaltante lo iba a golpear al tiempo.

Secretos en las sombras »TWD«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora