Una nueva chica a llego a Ikebukuro, pero nadie se percato de su presencia hasta tres meses después. Ni el mismo Izaya lo noto.
Alguien completamente impredecible, infantil, arrogante, con falta de motivación y aburrimiento constante.
Orihara se da...
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El amor de un escritor a su moza imposible.
Érase una vez, una niña rica atrapada en la sala de un hospital; siendo custodiada por el monitor cardiaco que modulaba su frecuencia respiratoria por minuto y la capacidad de sangre para oxigenar los órganos de su cuerpo.
El sonido continuo ya era algo natural para la pequeña, el médico de la familia había realizado varias radiaciones y quimioterapias en su persona dejándola exhausta por los químicos utilizados, además de provocar carencia capilar. Estaba más que preparada para morir, hasta que conoció a cierto azabache que cada día le dejaba absurdas historias escritas en servilletas del comedor. Alguna vez rio con aquel relato de "La patata verde" una papa que anhelaba ser hervida para algún día ser un delicioso puré.
Pasaban los años y no mejoraba, pero tampoco avanzaba su enfermedad.
Supongo que se preguntaran de que mal padece Joe, pues se los diré, después de todo ese pequeño niño que se enamoró en un hospital y ahora la acompaña hasta el fin de su historia soy yo, Keil.
Todo comenzó con un diagnostico no tan grave como la esclerosis múltiple, totalmente controlable hasta que brotaron nuevos síntomas como fatiga, falta de apetito, y hematomas sin causa aparente. Esa fue la primera señal de que sus plaquetas estaban mal.
Después de varios estudios dolorosos como la extracción de medula ósea dieron con la fuente principal, un horrible origen si me lo preguntan, así es, el dictamen final fue leucemia, o mejor conocido como cáncer en la sangre. Actualmente no tiene cura y solo se puede contrastar.
Su abuelo solía visitarla tres veces a la semana sin que su madre estuviera al tanto, era un buen hombre, siempre tocando melodías para los pacientes. Me hizo prometerle que me llevaría a su nieta de ese lugar tan frio y la cuidaría como si mi esposa fuera. Que gracioso era el abuelo de Joe, ella nunca se fijaría en mí, no soy la clase de hombre que le gusta. Tiene fijación por los chicos malos.
A la fecha sigo amándola como la primera vez que la vi sonreír, pero como un buen amante que no se atreve a decir sus sentimientos simplemente la observare respetando sus decisiones, aunque yo no esté en su plan de vida.
A quien quiera que este leyendo esto, te diré que lo escribí porque no deseo que la juzguen sin saber por lo que ha pasado y tendrá que enfrentar en un futuro, sé que su comportamiento no es el mejor, tiende a ser infantil, arrogante, con falta de motivación y constante aburrimiento, pero al final solo quiere disfrutar su vida al máximo, aunque cometa errores.
Atte. Keil, el escritor de "La patata verde"
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