12. Resistir.

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Mire hacia abajo tendríamos que saltar si queríamos salir librados de esto, los animales no nos seguirían al lago, sin decir nada a Sam di media vuelta rápidamente escuche el sonido de las pezuñas que emprendían la carrera contra nosotros y en el momento en que los sentí más cerca salte con mi compañero de la mano, volamos en el aire hasta sentir el choque de agua helada penetrando la piel; Localicé a Sam al otro extremo de donde me encontraba pero parecía estar bien, empezamos a nadar cuando la corriente creció y una ola nos empujó con fuerza contra un grupo de rocas, mi costado derecho sufrió un gran golpe y temí haberme roto alguna costilla pues el dolor empezó a punzar, Sam intentaba sujetarse de las ramas de algunos árboles sin lograrlo mientras su ceja dejaba caer gotas de sangre sobre su rostro, en su brazo izquierdo una herida de casi diez centímetros se le enrojecía más, mostraba la carne abierta.

Trepe con fuerza sobre las rocas antes de que otra ola me golpeara, las botas se ajustaban bien a los huecos entre ellas y logre salir antes de recibir el siguiente golpe de agua, Sam lo sufrió y siguió cayendo mas abajo, corrí para alcanzarlo y justo antes de la siguiente caída lo tome del brazo para ayudarlo a salir. Entre gritos de dolor subimos, alejándonos de la corriente.

La sed había quedado saciada gracias a la gran cantidad de agua que bebimos al caer, con hojas y pequeñas plantas intentamos limpiar la sangre que brotaba de las heridas, había que darle unas puntadas en la ceja a Sam y sin duda mis costillas habían sufrido alguna pequeña fractura pues al intentar colocarme de rodillas el dolor calaba fuerte, pero seguíamos con vida.

Seguimos caminando no podía creer que aun no llegáramos a alguna parte y todo lo que seguía viendo eran mas árboles, el calor se había ido y ahora lo que nos quemaba era el frío, las cazadoras se habían quedado del otro lado del acantilado y las manos no alcanzaban a cubrirnos.

Caímos cansados bajo el único rayo de sol que quedaba y que calentaba un poco, el hambre había hecho su aparición al igual que las demás dolencias en el cuerpo, pero sabia que si nos quedábamos dormidos el aire gélido nos dejaría vueltos frías rocas y moriríamos.

- Oye busquemos algo de comer y así podremos calentarnos un poco - agite el brazo sano de Sam - vamos tienes que moverte no quiero cargar tu cuerpo frío en mis hombros.

- Aunque lo intentaras no lo lograrías - coloco un gesto de pesimismo - ya no quiero seguir Disen ya estoy agotado, me duele todo, tengo hambre y mucho sueño tu vete quizá seas la ultima, te darán un premio.

- Sam no me importa el premio, no me importa ser la única o la ultima en llegar, todo lo que quiero es que salgamos juntos de aquí, por favor ya llegamos hasta acá estoy segura de que esto esta por acabar - busque sus ojos - vamos no me dejes sola, sé que aún te quedan fuerzas busquemos algo de comer y nos iremos juntos.

Me sonrió un poco y se puso de pie, recorrimos gran parte del bosque buscando algo que pudiéramos comer, los manzanos no aparecían, ni ningún otro árbol frutal, recordé cuando recogíamos caracoles y mi abuelo los preparaba con un poco de mantequilla y sal de mar no se veían tan apetitosos pero su sazón era el que les daba ese sabor exquisito, pero no me atrevería a comer eso no sin que él los cocinara. Seguimos el camino y el frío y el viento eran cada vez más fuertes.

- Como es posible que unas horas antes moríamos de calor y ahora estemos muriendo de frío, que ocurre con este clima - dijo Sam sin detenerse.

- Yo tampoco lo entiendo - llegamos hasta lo que parecía ser una montaña, abarcaba un gran tramo del bosque y nos impedía el paso. Escuchamos los pasos de alguien que se acercaba corriendo, nos colocamos espalda con espalda de inmediato.

Un joven rubio casi nos arroja al suelo con su trote, freno en seco pero no dejo de trotar en su lugar.

- No hay otra salida - empezó a hablar de forma agitada - solo por arriba, di una vuelta y no hay paso solo queda trepar la colina. - los tres miramos a lo alto de la montaña.

- Pues si no queda de otra tendremos que hacerlo - torcí la boca cuando mire a Sam mas asustado que cuando los ciervos nos miraban.

- Los veré arriba - dijo el rubio y sin perder mas tiempo empezó a subir con rapidez.

Mire a mi compañero sabia lo que me diría y ya estaba preparando la respuesta pero no me quedaría ahí para morir congelada, estaba a punto de llegar el crepúsculo y estaba segura que si obscurecía no podríamos hacer nada mas que esperar lo peor, pero Sam no dijo nada y se preparó para subir detrás de mi, uno a uno subimos, él seguía mis pasos pisando donde dejaba libre, una vez empezada la subida ya no tendríamos descanso hasta llegar a la cima, no tuve problemas para alcanzar al rubio que parecía había tenido algunos problemas al subir.

Tras un crujido y la caída de algunas rocas a un lado de nosotros se dejaron ver un grupo de serpientes que se arrastraban hasta nosotros, empece apresurar la subida, vi como una de las serpientes mordía en la pierna al chico rubio y le dejaba un gran hueco en el pantalón donde había clavado los colmillos, el chico chillo con fuerza atrayendo a más de una, Sam volvió a sufrir de un ataque de pánico y me sujetaba los tobillos llevándome hacia abajo, al resbalar golpee a una en la cabeza y cayó al vacío, volví a sujetar las rocas y subí al hacerlo empezaron a morderme en las manos, sentía como me ardía la piel con cada mordisco, pero no podía detenerme la cima estaba cerca, Sam y el rubio gritaban, mientras yo sufría mordidas ahora en las pierna, parecía que habíamos invadido su nido pues cada vez eran mas y más, voltee el rostro a Sam, cuando escuche que pedía mi ayuda, dos serpientes le mordían los ojos y fue cuando no resistió mas y cayó, el sonido de su cuerpo al caer me despertó de un letargo en el que parecía que comenzaba a entrar, quizá era el veneno, cuando llegue a la cima, me arranque las últimas víboras que aun colgaban de mis brazos y las arroje con fuerza al precipicio, el rubio aun luchaba con algunas, lo sostuve de la mano hasta que subió, al igual que hice yo se sacudió las serpientes restantes y se quedo tirado en el suelo, ambos escurríamos sangre de los orificios que habían hecho las serpientes, esta vez ya no podía más, la costilla me dolía y me quemaba el cuerpo entero, levante la vista y al frente a un par de metros se encontraba un pedestal en forma de columna de donde pendía una campana, algo dentro de mi me sugirió que era el final, tenía que tocarla para que esto llegara a su fin, no sabia cuanto tiempo tenía, las piernas me pesaban mas cada vez, y mi visión comenzó a fallar, no alcanzaba a tomar la cuerda que haría que esto acabara, estire los dedos y solo sentí como con el roce logre hacer que sonara y me deje caer de nuevo rendida.

Storm song. Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora