15. Clases de baile.

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Las clases de baile resultaron ser un señuelo bien preparado para que Jean pudiera enseñarme a manejar las espadas, aunque mil veces le pregunte que sentido le veía enseñarme algo tan anticuado, me contó que un zíngaro debía saber a usar algo tan elemental como la espada y que no estuviera tan segura pues nunca se sabe el arma que se puede tener a la mano.

Jean era muy buena, y me hizo recordar que cuando tenía cinco años, mi abuelo también me enseño o intento hacerlo aunque yo para ese entonces prefería salir a correr entre los arbustos y sentir el río en los pies.

Cada día después del desayuno nos encerrábamos en uno de los salones y de su enorme mochila sacaba un par de delgadas y puntiagudas espadas sin afilar, subía el volumen a la música que reproducía un viejo aparato de sonido y seguíamos el ritmo con el arma, agitándolas en el viento, golpeando una con la otra, arriba, abajo siempre a la defensiva o al contraataque. Verla moverse me recordaba una danza que solían hacer las mujeres en la isla aunque era poco probable que Jean la conociera.

Me sentía ágil, tal vez por que el viejo pedazo de metal era ligero y podía moverlo con facilidad; Jean me contó que una espada es mucho mas pesada pero que poco a poco iría subiendo el peso hasta que no sintiera el cambio y que era buena, debes llevarlo en la sangre me dijo después de darle  varias estocadas mortales a un maniquí.

- Creo que estas lista para bailar - me dijo con sarcasmo por fin el día de noche buena - como siempre no me he equivocado contigo, eres buena, mucho - guardaba las pequeñas espadas - después tendremos que buscar otro pasatiempo.

- Por que lo haces Jean, no eres sincera, esto es un engaño a los demás que pasa, por que enseñarme a mi tantas cosas que ni siquiera están permitidas.

Empezaba a caminar a la salida y corrí a detenerla - por favor solo dime, lo he hecho bien todo lo que tu me has enseñado, pero dime Jean realmente lo debo saber.

- Sí - respondió y dio un paso mas a la salida

- Por que - insistí

- Eso no te incumbe, no por ahora

- Pero Jean...

- Disen basta, tienes que saberlo por que es importante que aprendas a defenderte, haya afuera estarás sola y tendrás miedo, existen personas que te dañan si no pones un limite, si no eres fuerte, si no te defiendes... - se le nublaban los ojos - solo por eso.

Salió corriendo casi furiosa, la culpa se me presento de forma extraña y sentí pena pero al mismo tiempo agradecimiento pues tenía razón y sabia que lo hacia por mi bien aunque fuera a escondidas eso la hacia aun mas admirable de mi parte pues se ponía en riesgo por mi.

Salí al jardín cercano al edificio central, sin Anshar al rededor ya no corría riesgo de sufrir un encuentro desagradable con la pelirroja, aunque una punzada en el pecho me hizo sentir que lo extrañaba sobre todo en esas fechas, cuando paseábamos por los comercios improvisados al rededor de la plaza con un par de monedas cada uno esperando poder conseguir un regalo para intercambiar, siempre terminábamos por darnos pequeños objetos tal vez sin valor para muchos aunque para nosotros eran inmensos tesoros, después preparar algún estofado con un trozo de carne que mi abuelo consiguió en un intercambio en la carnicería, siempre era cordero, lo guisaba con frutos secos que encontrábamos en el bosque, antes de cenar cantábamos los cuatro sentados frente al fuego y después bebíamos una infusión que la señora Fanelli preparaba con agujas de pino, éramos felices, teníamos todo a pesar de que carecíamos de tantas cosas.

No quería sentirme mal, aunque era mas que lógico que sufriera sus ausencias y los echara tanto de menos. Me tire en el césped antes de pasar al comedor, un trio de jóvenes llegaban en un vehículo gris como en el que había llegado yo, eran recién llegados y en sus rostros se veía el dolor que les causaba el tener que dejar a sus familias en días  como estos, pero la República no esperaría ni un día más, si un niño cumplía años tenía que cumplir también con sus obligaciones, al menos la horrible prueba me había dejado algo bueno, podría ver a mi abuelo, estar con él unas horas no me hubiera importado que fueran segundos con tal de estar con él, saber como se encontraba, en mi mente ya veía las conversaciones que tendríamos, seguramente  no nos alcanzaría el tiempo para contarnos todo pero que mas daba, lo vería y podría sentir su cálido abrazo otra vez, quizá por ultima vez.

Esa seria la peor de las pruebas, tener que decirle adiós, adiós para siempre; abuelo, ni Anshar ni yo volveremos, espero verte de nuevo pero no estoy segura de eso...como lo tomará, seguramente que sufrirá demasiado, lo mejor será no decírselo, no por ahora tal vez algún día podría pedir un favor y salir, verlo, llevarle  algo, solo pasar el rato con él, pero para eso tendría que ser muy buena en todo, lo era no sería difícil, lo complicado estará en obedecer ordenes que no me parezcan, Anshar tenía razón solía ser rebelde, cambiaría por el bien de todos mis seres queridos.

Seguí tirada en el césped ni siquiera tenía ganas de ir al comedor, solo quería seguir mirando el cielo, la forma de las nubes, dragones que pasaban rugiendo fuego, o manzanas recién cortadas del árbol como si nada importara, como si todo estuviera bien.

- Melancólica primor - apareció Dendro detrás de mi con sus pesadas botas - puedo hacerte compañía si gustas.

Me levante rápidamente para escapar  de sus horribles comentarios - ya me iba.

- No crees que deberíamos ser amigos ahora que estamos en el mismo equipo linda - caminaba hacia mi con las manos en la hebilla del cinturón

- Amigos, no creo que sea posible pero sí, tienes razón tendremos que soportarnos al menos yo...

- Oye es en serio no soy tan malo como crees - alcanzó a tomarme por la cintura - de hecho soy muy bueno - sentí la punta de su nariz recorrer el largo de mi cuello - eso dicen, muchas chicas no te gustaría comprobarlo, preciosa...

- Déjame ir - intentaba alejarlo de mi - déjame ir ya o grito - dije tajante.

- No tienes que hacerlo bonita te callaré - sonreía sarcásticamente.

- Estas loco - me dispuse a gritar pero en el momento en que lo haría Dendro cubrió con su enorme boca la mía intentando besarme a la fuerza, lo golpee con fuerza pero no desistía, empezaba a dejarme sin aire pues cada vez me sujetaba con más fuerza, cuando sentí que me soltó de repente y caí al suelo, Dendro se limpiaba la sangre que brotó de su labio partido por el golpe, levante la mirada Mirto mantenía  el puño levantado y respiraba de forma agitada, su rostro estaba enrojecido y parecía que bufaba con furia.

- Eres un necio  Hollman - Dendro lo miro con coraje - te atreves a golpearme solo por esta tonta chiquilla - camino hacia él - tanto te gusta - le dijo muy bajo - crees que defendiéndola te va a aceptar, por favor mírala no olvida al otro imbécil y tu soñando con tenerla - me levanto con fuerza del brazo - te la regalo - me lanzo  a los brazos de Mirto quien me tomo de inmediato y me abrazo para protegerme.

- Lo siento mucho - fue lo único que pude decirle mientras estrechaba su espalda con mis manos.

Storm song. Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora