Las compuertas se abrieron y un calor sofocante me llego hasta el rostro, en el ambiente se sentía la humedad así que debíamos estar cerca del mar, el grupo ya bien uniformado me observaba detenidamente, esperando escuchar alguna indicación pero realmente desconocía la forma en que tenía que dirigirme a ellos, busque con la mirada a Jean seguramente ella sí sabía, con los ojos le rogué auxilio y lo supo interpretar de forma correcta, camino directo hacia mí y me susurró unas palabras casi inaudibles al oído, pero afirme en silencio, ella tomó el rifle en las manos, y volvió a acomodarlo en su espalda, los demás la imitaron y formaron una fila, rápidamente bajaron de la nave uno tras otro para volver a formarse de nuevo en las afueras de la oficina principal.
- Sé que debí enseñarte algunas cosas pero el tiempo no ayudaba, por ahora les diré que me has cedido el mando para dirigirlos pero no podrá ser por mucho y tendrás que hacerte cargo tú misma de todos nosotros, después de la entrevista con el embajador nos veremos para que te diga lo que debes y no debes hacer sobre todo por que Dendro está aquí y estoy más que segura de que su presencia no es solo militar, presiento que nuestra querida presidenta lo mando de informante y si dice que no estás capacitada te regresara de inmediato así que pon atención a todo.
- Jean sabes que lo haré te veré no importa no dormir esta noche si con eso estaré lista para lo que venga.
Jean sonrió y volvió a colocarse al frente del grupo a mi lado, Mirto iba detrás de mí y a sus espaldas Dendro quejándose de un dolor inexistente en la rodilla.
Los guardias de Accordian vestían de forma idéntica que los de la republica y es que eran militares de Jedite pues no permitían tener a ningún soldado de Accordian por temor a una traición así que dentro del gobierno de la isla la mayor parte era de Mentium.
Nos recibió un hombre adulto, de redondeados ojos saltones con una enorme aunque tonta sonrisa, agitaba la mano en el aire a lo lejos como si fuéramos grandes amigos y cuando estuvo lo suficientemente cerca de mí me besó ambas mejillas al saludarme, lo mismo hizo con Jean aunque ella se limpió las mejillas al terminar el saludo.
Era el embajador, se frotaba las manos que parecían estar sudando como su frente ya que una gota le recorría el largo de esta, se secaba con frecuencia con un pañuelo de tela que volvía a dejar en su bolsillo derecho.
Se llamaba Ernest Blackstone y fue hacia algún tiempo ya el gran elegido de Jedite para quedar a cargo de las tropas en Accordian aunque sinceramente parecía ser torpe y se distraía con facilidad, dude que una mujer tan inteligente como lo era Jedite dejará a cargo de un rango tan importante a alguien tan mediocre pero supe la razón de inmediato, pues de esa forma ella seguiría teniendo todo el poder; pregunte por el presidente de Accordian lo que fue un gran error lo supe al sentir el codo de Jean encajarse en mis costillas al decirlo, pero como dije Ernest era distraído y respondió de forma corta para pasar a conversar sobre los nuevos tapetes en la sala de su oficina y los jarrones que logró conseguir en uno de los mercados.
En el lugar había guardias por doquier incluso más de los que había en el cuartel resguardando las puertas, aquí se podían encontrar dos o tres en cada una y otros más dando vueltas con las armas sobre las manos paseando por los jardines y las plazuelas, llevaban los cascos puestos y no se les podía ver el rostro a ninguno, sentí el temor recorrerme un momento, como burlaría tanta seguridad, como poder escapar de un lugar que vivía vigilado por todas partes, sobre cada muro una cámara se encendía cada quince segundos tomando imágenes que se guardaban en la memoria principal de las oficinas, estaba cerca pero me sentía más lejos que nunca de lograr el objetivo.
Como esperaba la charla que había pensado sería pesada y tediosa no fue más que una sarta de comentarios casi cómicos de cómo funcionaban las cosas ahí dentro, no me imaginaba a aquel hombre dando órdenes pues simplemente no inspiraba respeto alguno, lo que más llamó mi atención fue lo que dijo referente a los laboratorios que al parecer era de las únicas áreas que no tendría permitido visitar yo sabía muy bien la razón pero no dije nada, me mantuve tranquila aunque sí pregunte en donde era que se encontraba aquel lugar, a la izquierda sobre el Prado norte, fue lo que dijo Ernest y pasó de inmediato a comentar sobre su delicioso almuerzo de esa mañana, después de mostrarme todas o casi todas las instalaciones llegamos al salón de operaciones, que no era más que un salón grande en donde una mesa redonda abarcaba casi todo el lugar, una serie de botones se encargaban de revelar las imágenes tridimensionales de los lugares más remotos de Accordian, uno de los generales se encontraba planeando su estrategia siguiente, moviendo armamento virtual y pequeños hombrecillos azules uniformados empezaron a atacar a los habitantes, sentí un punzón en el estomago al pensar en lo que se realizaba en ese lugar, la planeación de las batallas, las muertes de personas inocentes, aún de forma virtual me molestaba demasiado lo que veía, detrás una pantalla en donde se alcanzaba a distinguir cada lugar de la isla marcados con un color diferente, azul para los siguientes ataques, verde para los lugares limpios, rojo para los lugares ya tomados por la republica, todo tenía un orden y un lugar, los militares entraban y salían con órdenes, me empezaron a sudar las manos.
- Bienvenida soldado - me estrechó la mano el hombre que ya había terminado de dar su conferencia de cómo matar a su grupo rival - es usted Bellendier... - me miró con incredulidad - es bastante joven para el cargo que tiene no lo cree.
- Nunca se es tan joven para la guerra - dije pareciendo sincera - créame que no soy una inmadura y sé a lo que vengo por algo la presidenta me mando de haber parecido demasiado joven a sus ojos no estaría aquí o pone en duda su criterio.
- Desde luego que no - sonrío - ya veo que es usted bastante fuerte de carácter eso le da la suficiente madurez para estar en donde está, así que bienvenida y felices triunfos. - dijo y salió de la sala.
Dentro se quedó mi grupo con dos de los técnicos que me enseñaron de forma rápida a usar aquel aparatejo sobre la mesa. No había tiempo de descansar, ni siquiera para conocer el lugar en el que pasaríamos la noche nos enviaron a trabajar de inmediato, lo que hubiera sido perfecto de no tener ahí a Dendro, ya que sin duda no podría hablar de mi plan si él estaba presente, de nuevo tenía que encontrar la forma de sacarlo de mi camino.
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Storm song. Libro 1
Narrativa generaleCumplir los diecisiete años en este lugar era una maldición, llegaba el momento de demostrar para que se estaba hecho, el momento de defender lo que mas se ama y con ello la libertad que les arrebataron. - A nosotros solo nos han dejado las armas v...