16. Navidad.

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Para la visita me dejaron usar algo de ropa común, un vestido azul cielo fue lo que Rose logró conseguir de mi talla, no era muy de mi agrado y el hecho de que la falda volaba por sobre mis rodillas era aún más incómodo, pero lo preferí a usar uno de sus horribles uniformes militares, me sujete el cabello en una coleta por arriba de la nuca y tuve que usar las botas negras pues no logre conseguir un mejor calzado, aunque me aseguro que para el día del baile me conseguiría los zapatos mas hermosos que encontrara; me alise el vestido y entre a una pequeña sala con una mesita de té de caoba barnizada y un sofá semicircular tono beige; detrás de mi se encontraba un guardia sin armas pero en su posición de firmes casi con la mirada vacía, me dio un escalofrío cuando al preguntar quien era se limitó a guardar silencio y seguir en su papel, diez minutos después la puerta se abrió, mi abuelo llevaba su viejo bastón en la mano, su barba blanca ahora le llegaba casi al cuello, me sonreía pero de sus ojos empezaban  a brotar lagrimas que se deslizaban por los surcos de sus arrugas que notaba mas marcadas que antes.

No espere mas y corrí abrazarlo, no me importaba quien estuviera presente, fuera un simple lacayo silencioso o la misma presidenta solo quería abrazar a mi abuelo decirle cuanto lo quería y lo mucho que lo había extrañado, sentir sus manos  acariciar mi rostro con cariño, ese cariño que desde que nací estaba a mi lado y que me arrancaron el día de mi cumpleaños diecisiete; solo hasta que nos separamos un momento logre notar que el segundo guardia que nos escoltaría era Dendro quien portaba su arma pequeña, no importo, nada tenía importancia teniendo al hombre que mas amaba cerca, mi abuelo.

Nos quedamos en silencio unos segundos, dándonos tiempo, reconociéndonos mutuamente con las manos unidas y sonriéndonos de la misma forma, esa mueca que marcaba un pequeño hoyuelo en la comisura de los labios y después solo queríamos estar uno cerca del otro.

Sentados en el sofá lado a lado, platicando de todo un poco, su salud había mejorado aunque lo pude distinguir un poco cansado quizá había sido por el viaje de la isla al cuartel aun así intentaba parecer muy animado yo simplemente lo estaba, era feliz con él a mi lado. Después de un rato la puerta volvió a abrirse y un par de chicos empujaban un par de carritos llenos de platillos, frutas y postres, yo deje que lo probara todo mientras yo me dedicaba a contemplarlo, probo un poco de casi todo y después volvió a tumbarse a mi lado.

- Ya falta menos cariño - me palmeaba la mano suavemente - solo seis meses mas y volverás a casa.

- Abuelo yo tengo que decirte...- escuche a Dendro carraspear fuertemente hasta llamar mi atención, frunció el ceño y señaló el arma con los ojos, no podía hablar, eso era lo que intentaba decirme, me amenazaba con la mirada, seguramente fue por eso que había sido el elegido para hacernos la guardia, nada era coincidencia - tengo que decirte que solo sueño con ese día - le sonreí tratando de ocultar el dolor de no poder gritarle que no volvería a casa no en seis meses.

- No tenía mucho pero quería traerte un obsequio así que di varias vueltas por el mercado hasta que encontré esto espero te guste - me entrego una pequeña cajita de terciopelo rojo.

Un colgante plateado con el símbolo de un corazón que en su interior llevaba un par de nudos simulando ser otro corazón, sonreí y lo tome con cuidado - no debiste molestarte abuelo esto debió costarte al menos dos almuerzos, no lo puedo permitir.

- Lo harás o me partirás el corazón en pedazos - cerro mi mano al rededor del prendedor - además es tu símbolo, una Disentra, se le llama ageless (eterno) y también es el símbolo del amor eterno eso es lo que representan los nudos en el interior, cuando lo vi pensé en que te gustaría y podrías recordarme cada que lo veas - le rodó una lagrima solitaria por la mejilla mientras me lo colocaba en el cuello- te extrañare tanto mi cielo.

Volví a abrazarlo y sentí como el llanto también me llenaba el rostro, no quería que se fuera. Yo no tenía un obsequio que entregarle y yo ya tenía tanto que no quería mortificarlo con malas noticias así que me limpie el rostro y limpie el de él, mas tranquilos compartimos uno de los pequeños pasteles que no eran ni la mitad de buenos que los que llevaba Mirto a veces a las practicas pero su compañía lo hacía más dulce y eso me bastaba.

Mientras lo hacíamos cantábamos la canción que cada Navidad entonábamos los cuatro juntos : Henos aquí ahora nuestro pequeño señor

            Con las manos vacías pero lleno el corazón

            De tantas ilusiones que me has traído vos

            Tu llegada a dado luz, a nuestro espíritu

           Oh mi pequeño señor, que dulce tu canción...

Una y otra vez el mismo estribillo como cuando la aprendí muy pequeña mientras mi abuelo tocaba su viejo violín y yo bailaba sonando fuertemente la pandereta; todo había quedado atrás solo eran ahora viejos recuerdos que se mantendrían por siempre en mi mente.

El tiempo se acabo y Dendro nos lo hizo saber con su sonora voz interrumpiendo el ultimo abrazo, el ultimo beso, el ultimo te quiero cuídate tanto. Mi abuelo se había ido, me despedía de él quizá para siempre.

Tomar las pistolas cada día me era más fácil, se sentían menos pesadas y comenzaba a conocer sus secretos aquellos de los que Jean me había contado, las funciones y deficiencias de cada una de ellas casi podía acertar con los ojos cerrados a el centro de las dianas.

- Eso es muy sencillo cuando se trata de cuerpos sin vida - tiro Jean a mi lado rápidamente - pero cuando tienes que acertar al corazón de un ser vivo, de un ser humano en especial, eso te podría marcar bastante.

No lo había pensado de esa manera aunque aún soñaba con darle a Dendro sabia que jamás lo haría por mucho que lo odiara, sencillamente por que respetaba la vida y si llegara a salir a otra isla tendría que enfrentarme con esa idea, tener que disparar a un hombre que no conocía, una mujer con pasado tal vez hijos, un joven chico igual que yo manipulado, como lo haría que tendría que pensar en ese momento.

- Lo has hecho Jean, has matado gente...

- Claro que lo he hecho niña - volvió a cargar su arma y continuo vaciándola de nuevo - la primera vez es duro pero es menos complicado si imaginas el rostro de alguien a quien aborreces, eso hice yo, falle desde luego y escapo pero volví a intentarlo, un día después acabe con media docena de traidores - sonreía con enfado.

- No sé si pueda hacerlo

- Tendrás que hacerlo si no quieres que sea un pelotón el que tire directo a ti - río burlonamente - te acostumbras con el tiempo.

No pregunte mas seguí tirando una y otra vez intentando visualizar rostros de la gente que vivía en la isla, gente común que reía y caminaba inocente por que eso serían para mi, pero no podía me llevaría tiempo poder hacerlo, pensé en Mirto el tiene un noble corazón tal vez pudiera preguntar como es que hace para matar a alguien y seguir siendo tan bueno como lo era.

Storm song. Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora