10. Pastelito.

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Tome el arma que ahora se sentía tan ligera como una pluma entre mis dedos y disparé al circulo frente a mi, como siempre acerté de inmediato,  sonreí al imaginar la cara de la rojiza en donde pegue la bala, me había robado a mi mejor amigo y lo restregaba en mi cara como su trofeo.

Nunca había sentido tanto odio, la única persona que me despertaba un sentimiento similar era Dendro pero ahora me parecía un pequeño gatito a lado de la fiera Andryala, no era del tipo de chica con las que solía salir Anshar, aunque en el pueblo le conocí muy pocas novias eran chicas sencillas y humildes, buenas personas que me admiraban aunque al final todas terminaban diciendo lo mismo, eres demasiada competencia Disen, no podré contigo y entonces terminaban con él, jamás se lo dije aun cuando lo veía tan deprimido por el desenlace de sus relaciones, él era mío, yo era de él, pero ahora todo había cambiado, él, era de ella, yo aún seguía siendo de él, quizá lo seria para siempre, no veía a nadie mas, nadie podría llenar su vacío.

Pero ya no lloraba al menos no en las horas de entrenamiento, guardaba el dolor para mis ratos a solas, y como si lo hiciera a propósito los veía pasearse muy seguido tomados de la mano aunque Anshar se seguía viendo como un perro atado a su correa. Llegaba a mirarme y me sonreía, notaba destellos en sus ojos, los que tanto me gustaban pero ella los hacia desaparecer de inmediato siempre; así que decidí ya no salir al circuito ni a los jardines cuando sabia que podía encontrarlos, regrese a mi lugar en la biblioteca, aunque la mayor parte del tiempo no lograba concentrarme en la lectura, eso tampoco me funcionaba, entonces tome una decisión mas, le pedí a Jean unas cuantas horas mas de practica y aceptó, me buscaría un maestro con el que pasar mis tardes disparando y atacando dianas hasta cansarme.

- Dime como es que prefieres seguir aquí encerrada a salir a tomar el aire un momento - apareció Mirto con un rifle sujeto a su espalda.

- Jean te eligió - le sonreí - o te ofreciste.

- Digamos que no había muchos voluntarios - musito con una sonrisa en sus labios - fue difícil cambiar una hora de contemplar al viejo Gandul con sus pantalones a medio trasero mientras poda los rosales por ver como asesinas a pequeñas dianas inocentes - no paraba de sonreír.

- En verdad siento que no puedas ver a tu amor cortar sus rosas, pero te agradezco que estés aquí.

- Me viene bien practicar los tiros de vez en cuando. - tomo el rifle y lo cargo, para después apuntar y disparar con certeza a sus blancos.

Mirto manejaba un arma real, de balas reales que era la que me prestaba para enseñarme, era mas complicado pues pesaba más pero no deje de intentarlo; a veces llegaba con un par de pastelillos escondidos en su bolso y nos dedicábamos a comerlos y a charlar un poco.

- Sabes se parece mucho a uno que me enviaron el día en que llegué aquí - sostenía el pequeño pastel - solo que el otro tenía una velita, supuse que por mi cumpleaños.

- Y te gusto... - dijo mientras le daba un mordisco al suyo.

- No lo probé, mi compañera parecía que moría por él y se lo regalé - me miró con seriedad.

- En serio...se lo diste a tu compañera

- Sí,que tiene

- Nada - desvío la vista

- Sabes quien me lo envió  verdad - coloque una mueca - tú fuiste - soltó una risilla - Mirto tu lo dejaste en mi habitación.

- Sí fui yo - dejo el pan a un lado - cuando supe que llegarías yo sabia que este lugar sería horrible para alguien como tu, una chica linda que vive para su familia así que solo quise ser amigable, que te sintieras acompañada.

- Siento no haberlo probado pero si era igual a este, Natalia debió de haberse encantado por que son deliciosos, de donde los traes.

- De una pastelería bajando a la ciudad, tal vez un día podamos ir.

- Aunque quisiera salir la ciudad no es uno de mis lugares a conocer - concluí para terminar mi bocadillo.

Las noches se hacían eternas, asomada por la ventana, contemplaba la luna, extrañaba a mi abuelo mas que nunca y los meses ya me parecían años, mas largos cada vez, la soledad no ayudaba y aunque conocía a varios chicos de mi grupo no los consideraba realmente mis amigos, las chicas se la vivían quejándose del dolor que les daban las practicas y los chicos solo presumían de sus habilidades con las armas o la lucha cuerpo a cuerpo, solo yo me mantenía callada, sin quejas y sin presunciones, pero eso me alejaba de los demás.

Storm song. Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora