Errar es de humanos, pero para considerarse humanos se necesita algo mas que caminar en dos piernas y hablar con cordura, se necesita bondad, pero sobre todo humildad y carácter ante la vida, valorar todo aquello que te rodea por que lo merece, valorar cada ser vivo por ser único. Pero eso pareciera que en este lugar no tiene ningún valor. Es cierto que cualquiera cómete una equivocación, nosotros los sobrevivientes lo sabemos de la peor manera, los errores ajenos por los que hemos pagado no se pueden olvidar aunque se quieran, esperar a despertar de lo que podría ser una pesadilla, simplemente poder vivir con esa libertad que muchos presumen darnos, la verdad es que de eso solo queda la ilusión de lo que alguna vez fue.
La República, considerado el lugar mas hermoso y encantador dentro de la isla de Mentium, un lugar al que pocos pueden llegar y con el que la mayoria de nosotros soñamos. La promesa de un futuro nuevo, la abundancia, el agua que brota de las fuentes en medio de las plazas, el sueño de ser alguien más que un simple habitante de Mentium, alguien importante.
Justo al otro lado de la República, justo en dónde nací lo hermoso y abundante no existe solo quedamos nosotros, los marginados que la gente republicana hizo a un lado, a los que tratan como si fueran seres miserables que no merecen nada, nosoteos, somos esa gente que trabaja y se esfuerza para que todos los engreídos republicanos disfruten de sus placeres, paseen por las plazas y beban en lujosos restaurantes, irónico es que quién trabaja la tierra no puede vivir de ella.
En otros tiempos, esto debió ser un lugar de ensueño, al menos eso era lo que se decía, pero ahora solo eran las ruinas de lo que fue un país grande y sólido, la guerra, el hambre y las catástrofes naturales fueron acabando de apoco con este lugar hasta convertirlo en lo que ahora era la isla mas grande y potencialmente poderosa. Sin embargo era regida por un gobierno que ataba a sus jóvenes y maltrataba a sus pobladores en dónde seguramente la injusticia no era más que una palabra olvidada en un diccionario perdido.
A pesar de los deseos de la población, no contábamos con los recursos necesarios para vivir con dignidad, el gobierno se había encargado de limitarnos casi todo, no se podía pescar, o sembrar sin un permiso y el permiso era bastante caro el poder adquirirlo, a demás el tiempo de espera era tan largo que muchos de los solicitantes desistían o peor aún, morían en la espera de esa mejor vida. Por todo se tenía que pagar un elevado impuesto, o bien, todo siempre estaba prohibido. Tal vez el amar también lo estaba y aún no quería aceptarlo.
El clima era frío la mayor parte del tiempo, los enormes nubarrones grises se formaban sobre de nuestros techos, sumando con eso un problema más, pues algunas casas no contaban con buenos a acabados. A veces, la nieve dejaba al irse enormes charcos lodosos de los que podíamos obtener agua lo más potable posible, si la sabíamos filtrar de manera correcta.
Viví con lo mínimo durante dieciséis años, mi vida había sido un ir y venir de bosque en bosque intentando aprender a cazar algo que pudiera alimentarnos a mí y a mi única familia. Mi abuelo, quien se había encargado de mi desde que era un bebé, no recordaba a mis padres así que no sentía ninguna melancolía por ellos, pero sabía que mi abuelo lo hacía y era yo su esperanza para seguir soñando con llegar a un lugar mejor. Un lugar en dónde podríamos vivir tranquilos sin las limitaciones que teníamos en aquel momento.
Aquella mañana, mi abuelo decidió que necesitábamos más carbón de ese que los soldados suelen repartir una vez por mes, por lo que se levantó más temprano que de costumbre, debí haber ido yo pero la noche anterior la había pasado en vela deseando que el día de mi cumpleaños número diecisiete no llegara jamás. En otras circunstancias, ese día era de los más felices de mi vida a pesar de todo, pues nos permitiamos comer un pollo pequeño que mi abuelo lograba comprar con lo que ahorrábamos durante medio año, solíamos acompañarlo con deliciosos bollos que solo ese día podíamos comprar, mi abuelo era el ser mas dulce, me consentía demasiado pues justo después de la cena, una tarta de queso con mermelada era mi regalo de cumpleaños, aunque era un pequeño pedazo de pastel decidía compartirlo con él, por lo general le daba la mayor parte pues sabía de lo mucho que lo disfrutaba más que cualquier otra cosa, sé que se daba cuenta pero sabía tan bien que yo lo hacia a propósito así que jamás me decía nada.
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Storm song. Libro 1
Genel KurguCumplir los diecisiete años en este lugar era una maldición, llegaba el momento de demostrar para que se estaba hecho, el momento de defender lo que mas se ama y con ello la libertad que les arrebataron. - A nosotros solo nos han dejado las armas v...