11. La prueba

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El invierno se comenzaba acercar y con el la primera prueba que seria presenciada por la presidenta en persona, la primer practica se trataba de un circuito de varias pruebas de inteligencia, velocidad y sobre todo de resistencia algo para lo que la mayoría no nos encontrábamos preparados pues jamás nos hablaron de la prueba hasta un par de días antes.

El evento comenzaba al salir el sol, los participantes en este caso seriamos aproximadamente veinte jóvenes hombres y mujeres que nos enfrentaríamos pues al final solo podría haber un vencedor, todos nos estarían observando y esperando vernos caer o triunfar, era un buen momento para apostar por los favoritos en los que desde luego no me encontraba yo.

Rose regreso solo ese día para limpiarme por completo de nuevo, arreglarme el cabello de forma que no me estorbara en la competencia y me coloco después un traje de los que solían llevar los militares de la República, pantalones kaki, playera de tirantes negra, cazadora verde y botas altas negras.

Temblaba como gelatina y no era por el frío que quemaba la piel, era de miedo pues no sabia con certeza a lo que me enfrentaría, nadie ni Jean, ni Mirto jamás me contaron de esta prueba, sentí que los aborrecía por no prepararme al menos mentalmente para lo que podría suceder.

Salí junto al grupo de chicas, que éramos extrañamente mayoría, habían colocado una plataforma al frente de la explanada, con un micrófono en medio y un par de sillas a los lados. De unas enormes bocinas comenzó a salir el sonido aterrador del himno, y con el la silueta de una mujer se dibujó tras el micrófono, de piel rosada y cabellos castaños ahí se encontraba la presidenta, con su vestido largo que le cubría casi por completo, su voz opaco la música al recitar las estrofas de la canción hasta su fin.

-    Es un placer para mi estar aquí de nuevo, este será su primer examen - clavó sus verdes ojos en mi - con el podremos averiguar qué tan bien van en sus prácticas, recuerden que todo es por su futuro, queremos gente que trabaje y se esfuerce así que el que logre superar esta prueba tendrá un obsequio - la multitud grito al unísono de alegría - una sorpresa - sonreía sin despegar la mirada de mi. - en fin demos comienzo a la prueba.

Un grupo de soldados armados nos escoltaron hasta la puerta que daba a la pradera donde yo solía cabalgar con Seagull, conocía bien cada rincón del lugar, tal vez por eso Jean me permitía pasar tiempo ahí, nos dividieron en dos grupos más pequeños en el primero se quedo Natalia quien parecía que le daría un ataque de histeria, sonó un disparo que indicaba la salida del grupo, los soldados los dejaron salir, después de cinco minutos se escucho otro fue entonces que nos permitieron salir al segundo grupo.

Corrí entre los árboles, desorientada, los establos no estaban, ni había rastro de que alguna vez se encontraron ahí, por un momento creí que todo lo había imaginado pero seguí adelante. Cuando me encontré más al fondo un estruendo empezó a rugir delante, llegue a dónde provenía el sonido me encontré con partes mutiladas de jóvenes que habían saltado por los aires al hacer estallar las minas escondidas entre los arbustos, me lleve las manos a la boca conteniendo los gritos de horror cuando me encontré con la mano delgada de Natalia a un costado del árbol al que le había dado con la flecha.

Dos chicos llegaron después y al ver la escena uno de ellos entro en pánico, el otro siguió con cautela dando pequeños y ligeros saltos para no tocar el resto de las minas. Mire al chico a mi lado se había tirado al suelo hecho un ovillo; intente calmarlo, hacerlo reaccionar, le prometí que lo sacaría de ahí con vida si me ayudaba a pasar, juntos lo lograríamos. Se puso de pie y lentamente fui buscando algún indicio, algo que me mostrara el camino, note que de donde habían estallado las bombas el césped era más brillante, casi artificial así que busque con cuidado los lugares de césped seco, el chico casi me pisaba los talones pero entendió bien la técnica, al final logramos cruzar a salvo los dos. Habíamos perdido tiempo y detrás de nosotros no había nadie era lógico que seriamos los últimos.

Seguimos caminando habíamos perdido el rastro de los demás y empezaba a hacer calor no faltaba mucho para que empezáramos a deshidratarnos.

-    Gracias por ayudarme en las minas - me dijo el chico sin detenerse - te debo una.

-    No te preocupes - busque entre las ramas una que estuviera suelta - lo que lamento es que ahora no sabemos a donde ir.

-    Soy Sam y te conozco eres Disen la mejor tiradora - sonreí con timidez.

-    Mucho gusto Sam - le tendí la mano.

-    Crees que estemos perdidos.

-    No - mire al rededor empezaba a reconocer el lugar en el que nos encontrábamos - debemos seguir si queremos cenar hoy - seguimos con la caminata.
Cada vez el calor se hacía más fuerte y parecía que habíamos empezado a caminar en círculos pues no veía diferencia alguna en el paisaje, cuando montaba todo parecía ser distinto, ahora notaba que seguía siendo la misma cárcel solo que disfrazada de libertad.

Seguimos un tramo mas cuando el sonido de agua nos llamo de inmediato, corrimos hasta encontrar una gran caída de agua, el acantilado rugía con fuerza, la sed era tanta que deseábamos probar un poco. Caminamos lentamente hasta encontrarnos cerca de la naciente pero la corriente era fuerte, podría llevarnos si no teníamos cuidado.

Sabía que podría lograrlo muchas veces subí  por la pendiente rocosa que llevaba hasta el lago cerca de mi casa, tenía practica y conocía bien la forma de caminar por las piedras para no deslizarme  hasta el fondo, pero no confiaba en que mi ahora compañero de travesía supiera hacerlo, se veía como un pequeño lechón asustado, a penas si ponía un pie cerca de la orilla los dientes le castañeteaban tanto que casi taladraban mis oídos.

- Iré primero de acuerdo - me retire la chaqueta - no dejes de observarme por que después tendrás que hacer lo mismo tú.

Pareció comprender y dio un paso hacia atrás sin dejar de mirarme, el suelo era inestable y las rocas parecían de arena, cada que pisaba una se deshacía bajo mis pies haciendo más  resbaladiza la superficie; me acerque aun mas hasta encontrarme lo bastante cerca para poder tocar el agua, encuclillada tome el agua con mis manos y la probé, era dulce para nuestra fortuna así que bebí y me enjuague el rostro y las manos, tenía que ayudar a Sam a llegar hasta donde me encontraba, me puse de pie y di media vuelta lentamente, el chico me observaba con ansias y una sonrisa en los labios pero lo que mas llamo mi atención fueron un par de ciervos a sus costados, con ojos enormes color azabache, astas gigantescas en algún tipo de posición de ataque, me quede muy quieta intentando que Sam permaneciera igual de inmóvil.

Empece a susurrarle muy bajo para no llamar la atención de los animales que ahora se habían convertido de un duo a un cuarteto, logró entender que no se moviera y continúe caminando despacio pero a cada paso uno de los ciervos bufaba; Sam se percató del peligro en el que estaba y volvió a dar pequeños saltos de angustia, yo movía la cabeza tratando de que volviera en sí y se calmara pues sus movimientos empezaron a ser interpretados por los venados como un llamado, seguí caminando hacia él un paso a la vez, casi arrastrando los pies para no ponernos en peligro, un minuto más tarde por fin logre llegar a su lado, el ciervo de astas mas grandes no despegaba la vista de nosotros como si nos inspeccionará, los otros tres no se movían de su lugar pero nos tenían rodeados si intentábamos correr nos seguirían y no sabia si podríamos ganar en una carrera.

- Leí una vez que los venados no son agresivos - susurro Sam a mis espaldas - explícame entonces como es que tienen los cuernos llenos de sangre.

- Debieron pelear entre ellos - busque en los cuernos de cada ciervo solo el macho alfa los mantenía limpios - no podemos salir corriendo así que tendremos que ir muy despacio - coloque mi espalda pegada a la de Sam y busque sus manos - no dejes de verlos y sigue mi paso. - empece a caminar lentamente pero no era tan sencillo me pisaba los talones cada que daba un paso, como no funcionaba así decidí que cambiáramos yo lo seguiría a él, fue más sencillo aunque era algo torpe al pisar y hacia que algunas ramas crujieran, con el ruido aparecieron otros dos, estos no solo llevaban los cuernos llenos de sangre, sus hocicos saboreaban la sangre que les quedaba embarrada, Sam volvió a temblar y no podía hacer que dejara de hacerlo, como si supieran nuestro plan empezaron a cerrarnos mas el paso el de mayor tamaño se colocó al centro y me miraba fijamente tanto que asustaba, abrió las patas y los demás formaron un semicírculo a nuestro al rededor, era nuestro fin lo supe cuando uno de los ciervos arrojó un trozo de tela ensangrentada a la tierra, de alguna forma estos animales habían acabado con algunos chicos y ahora era nuestro turno.

- Nos comerán Disen, seremos su cena - el chico empezó a apretarme con fuerza las manos y los venados se acercaron mas, gruñían y bufaban, ansiosos.

Storm song. Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora