24. Mirto.

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Mis pesadillas se habían trasformado en sucesos que se repetían una y otra vez, la misma criatura subiendo por mis piernas hasta lograr devorarme pero no moría me veía situada en sus entrañas dando vueltas, intentando escapar, de alguna manera cuando lograba hacerlo me encontraba de nuevo en el lago junto a mi abuelo, Anshar y Mirto, los cuatro reíamos de lo que había sucedido y simplemente lanzábamos el esqueleto de el monstruo por los cielos, se volvía una manta estrellada y luego al caer nos desintegraba la piel. Abrí los ojos angustiada, el cabello enmarañado pegado al cuello húmedo del sudor que me había causado aquella horrenda pesadilla; me calce de inmediato y así como me encontraba salí de la habitación, el golpe del aire fresco de la mañana me lleno los pulmones y al mismo tiempo me limpio un poco los pensamientos, ya todo lo que la presidenta me había pedido estaba hecho, no quería perder mas el tiempo y me encamine hacia su oficina, si no la encontraba aun la esperaría ahí mismo, no me movería un centímetro hasta hablar con ella, tenía que irme lo mas pronto posible, el tiempo me apremiaba y cada que un minuto pasaba un punzón se clavaba mas y mas en mi espina, o en el alma tal vez.

A lo lejos los jóvenes ya se habían puesto en marcha, como si nada Jean los corregía a gritos cada vez más fuertes lo que provocaba que los chicos dieran traspiés y cayeran de vez en cuando uno con el otro pero yo ya no tenía que estar ahí si quería podría estar en el banquete del desayuno que sirven todos los días pero no sentía hambre, al menos no del tipo que se siente en el estomago por falta de nutrientes, yo tenía hambre de justicia y lo lograría saciar una vez que estuviera fuera de ese lugar.

- Te escondes de mi - la cálida mano de Mirto me sorprendió tomando la mía - ni siquiera me diste las buenas noches ayer, pasa algo.

- Lo siento te recompensaré - me acerque a sus labios - lo prometo. - comencé a besarlo solo así se me olvidaba el mundo en el que solía vivir, en sus labios todo era dulce, era magia, como vivir en el sueño más hermoso y tranquilo me quedaría todo el día pegada a su boca pero la falta de aire me lo hacia imposible.

- Supe que te enviaron a una prueba - acaricio mi mejilla y yo sentí como se llenaba de sangre y no era de timidez sino de la vergüenza que me causaba pensar en la espantosa prueba aquélla.

- Sí, al parecer soy muy débil para ir a Accordian así que la presidenta me puso a prueba. - trate de no recordar los ojos de la pequeña niña mirándome con un arma en la mano.

- Pero ya paso y me da gusto que la superaras - paso su brazo por mi cintura - Jean me contó que tuviste que pasar toda la noche en el prado sola...solo por eso disculpo que no te hayas despedido en la noche.

No le busque los ojos sabia que si lo miraba directamente a ellos terminaría diciendo la verdad, así que me aferre a su abrazo para que no me soltara, si Jean le había dicho algo era por el bien de todos y tendría que seguir el juego aunque me dolía mentirle a Mirto tenía que hacerlo al menos hasta que estuviéramos lejos los dos, o mejor dicho los tres ya que no pensaba dejar a Jean, la necesitaba cerca ella me daría los mejores consejos y estaba segura de que cuando supiera lo de Anshar ella también me apoyaría, por que en el fondo Jean estaba tan enojada con la República como lo estaba yo.

El día pasaba y no había rastro de Jedite, Mirto me convenció de ir por algo a la cafetería mientras él permanecía ahí esperando, si la presidenta llegaba iría a buscarme de inmediato pero no ocurrió aquello, pase el resto de la tarde sentada sobre el suelo húmedo a las afueras de las oficinas, Mirto se fue a su guardia y ajena pasaba gritando a otro nuevo grupo de chicos, cada vez eran mas y mas jóvenes como si quisieran tenerlos a todos ahí dentro por alguna razón que estaba dentro de mi lista de asuntos por resolver, pensaba en las familias de esos niños, sus madres llorando cada noche como hacían muchos de ellos, podía escuchar el llanto hasta mi habitación y no podía consolarlos por que terminaría siendo sincera con ellos y el castigo vendría para mi, la mejor forma de apoyarlos era manteniéndome alejada, y en cuanto estuviera lejos entonces planear la forma de sacarlos con bien de aquí y que regresar con sus familias no represente un riesgo para ninguno, para nadie.

Cuando las luces de los pasillos se encendieron supe que no tendría más sentido seguir esperando, la presidenta no se presentaría ese día, tendría que seguir esperando hasta que ella quisiera; me levante resignada aunque la fe seguía dentro de mi, lo único que quería era un beso de Mirto y después el calor de mi cama, llegue hasta su habitación y llame a la puerta, me recibió su tierno rostro y como sabia lo que sentía no dijo nada simplemente me abrazo con fuerza y cerró la puerta tras de mi.

Sobre su mesa de noche encontré un par de mis pastelillos favoritos y un vaso de leche con chocolate, nos sentamos y cenamos juntos, me gustaba que pudiéramos estar a solas si por mi fuera desayunaría, comería y cebaría con él en su habitación a diario pero no estaba permitido de hecho estábamos rompiendo las reglas en ese momento pero que podría pasar que nos llevaran frente a Jedite, era justo eso lo que quería y como ese era mi deseo no lo cumplirían así que sabíamos que no habría problema alguno.

- Has visitado Accordian alguna vez Mirto - pregunte mientras reposábamos un rato tirados sobre su cama, contemplando el techo.

- Solo una vez - respondió - cuando era pequeño, mi padre viajo para resolver un asunto y yo fui con él, no recuerdo muy bien pero al parecer es como Mentium solo que la gente de ahí se ve mas humilde aun, al parecer tienen peores condiciones.

- Por que nunca me has hablado de tu familia - voltee el rostro hasta mirarle a los ojos - no sé nada de ellos, tienes hermanos.

- No, soy hijo único, y la verdad es que mi familia bueno ya no le puedo llamar así - sonrío sin ganas - cuando nací mi madre sufrió demasiado, al parecer estaba enferma y cuando se enteró de que yo estaba en camino ella simplemente decidió suspender su tratamiento por mi bien así que la conocí por muy poco tiempo...- sus ojos se nublaron un poco - solo tres meses y su cuerpo ya no resistió murió en casa a pesar de que mi padre hizo todo lo posible por salvarla, no se pudo hacer ya mas...él la amaba demasiado pero en vez de refugiarse en mi y buscar su consuelo en mi, simplemente me hizo a un lado, a veces creo que él piensa que el causante de la muerte de mi madre fui yo y quizá tiene razón - sentí como sus manos temblaban y las aferre con fuerza - no se encargó de mi crianza solo me coloco dos nanas que aunque las adoraba no lograban darme lo que yo tanto quería, la atención de mi padre, ni mis buenas calificaciones, es mas ni cuando le dije que sería un militar como el lo fue se alegro, una palmada en la espalda fue lo único que recibí como regalo y el rifle que cargo conmigo, eso fue lo único que recibí de él, no le guardo rencor por el contrario creo que lo entiendo pero cuando era niño lo necesitaba demasiado, no entendía muchas cosas y él no quiso darme nada ni siquiera sé si siente algo por mi o si le importo de alguna manera.

- Supongo que si siente algo por ti, que padre no amaría a su hijo - me incorporé muy cerca de él - pero quizá no sepa como acercarse a ti...

- Podría ser...

- Quién  no te amaría... - pase la saliva que se había acumulado en mi garganta,

Mirto me sonrió y después cerro la conversación con sus labios besando los míos.

Storm song. Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora