33. Umbras.

53 5 5
                                    

Cuando llegamos, el lugar se encontraba un poco más verde, se podían encontrar árboles y hasta flores creciendo en el césped, pero nada de personas, hasta que la entrada al subsuelo apareció, todo lo tenían escondido, de nuevo una pequeña ciudad se extendió ante nosotros, eran más, al vernos se alistaron levantando los palos pero Kilian les explicó la situación y los bajaron en seguida para recibirnos con calidez, la encargada de la entidad era una mujer ya más grande quien nos recibió de buena forma, rápidamente les cambiaron los palos viejos por unos mejores, con puntas de rocas afiladas, hachas hechas del mismo material y algunos hasta les dieron ropa limpia.

- Volveremos esta misma noche, tenemos un plan de ataque - escuche decir a Kilian a la mujer - ella es Disentra viene de Mentium y nos va a ayudar - me tomo de la mano para acercarme a la mujer, a la que las arrugas comenzaban a cortarle la piel, pero que conservaba su brillo.

- Si tú confías en ella tienen mi apoyo, yo no puedo abandonar al grupo pero mis hombres, pueden acompañarte si quieren, y quiero que recuerden que estoy con ustedes, si lo logran podemos hacer mucho, lo importante ahora es tener con qué defendernos y si todo sale bien, lo haremos.

Aquella mujer comenzó a organizar a su gente, pidió voluntarios y para nuestra suerte fueron casi todos los hombres y varias mujeres quienes nos brindarían su apoyo, me sentí más aliviada de ver más gente de la que creí se podría reunir, se despidieron y emprendimos el regreso a la cueva, hubo llanto y tristeza en la despedida, pero al parecer nunca los habían visto tan ansiosos por enfrentar a los republicanos, la vuelta fue más sencilla, el sol ya no quemaba y el aire fresco nos mantenía en pie.

Éramos cerca de veinticinco personas, yo seguía de la mano de Mirto más nerviosa que ansiosa, algo confundida por lo que vendría después, no me sentía líder quería pasar el mando a alguien más capaz pero en su momento pues aún no aceptaban la forma de ser de Jean y era a quien yo creía la más capaz de llevar a cabo cualquier tipo de contraataque. Cuando llegamos todo parecía  estar exactamente igual a como lo dejamos, las rocas, el vapor que se elevaba de la tierra cálida.

Nos acomodamos a lo largo de la cueva tratando de ocultarnos lo más que podíamos y es que casi era imposible camuflarse, pero todo intento era bueno, divididos en tres grupos, el A que se encargaría de ir por el avión en cuanto estuviera al alcance, el B que era el grupo que se encargaría de hacer bajar a la nave y tomarla también y el C que era el que cubriría a ambos grupos, nos habíamos organizado lo mejor posible y con lo poco que teníamos.

- Tal vez no vendrán hoy - me dirigí al grupo entero.

- Lo harán estoy seguro -dijo Kilian y  volvió la vista al horizonte.

- O tal vez los manden a ellos... - susurro una de las mujeres de la entidad vecina.

- No de nuevo Cecil - le objeto Ciocârlie casi furiosa.

- A que se refiere - forme parte de su conversación

- Son monstruos que no pueden ver la luz del sol por qué les deshace la piel, son hombres, y bestias a la vez, te persiguen y te arrancan la carne, chupan tu sangre y cada esencia de tu ser...

- Por favor ya guarda silencio - volvió a regañarla Ciocârlie - dice que la República tiene bestias mutadas, es una tontería.

- No lo es, ellos mataron a nuestra madre - le gritó una rubia a la otra y entonces note el parecido entre ellas - enviarán a los umbras y nos matarán a todos.

La chica se perdió en sus pensamientos mientras su hermana trataba de calmarla acomodando su cabello de un lado y luego del otro antes de atarlo y hacer que la chica reaccionara y se colocará en su posición de combate.

Esperamos horas, cuando la noche cayo fue cuando los ruidos empezaron a escucharse, pero nada de aeronaves, estaba ansiosa y con la mente vacía como para poder improvisar un nuevo plan de ataque, de pronto sobre nuestras cabezas rugió un motor, las cuerdas empezaron a caer, era el momento, como lo preparamos el grupo saltó sobre los soldados que llegaban a tierras los tomaban con fuerza, empezaron a escucharse disparos y la gente corría y caía al suelo con sangre saliendo de las extremidades, pero no se detuvieron, siguieron intentando subir hasta que lo lograron, los vi en lo alto, Jean que se encontraba en ese grupo golpeaba y arrancaba de las manos de los militares, las armas con tranquilidad y una sonrisa en los labios, disfrutaba lo que hacía, un hombre arrojó a uno de los militares al piso desde lo alto y cayó a mis pies con el cráneo casi deshecho, empezaba a sudar y el shock no dejaba que me moviera, una mano me sujetó por detrás antes de que un accordiano saliera volando hacia mi, voltee los ojos hacia lo alto de la nave, Dendro me apuntaba con su rifle, y mantenía los dientes apretados con rencor, cerré los ojos al escuchar el disparo pero al abrirlos de nuevo me encontré sobre los brazos de Mirto quien había logrado hacerme a un lado antes de que me diera, corrí de su mano sin saber exactamente a donde, se escuchaban gritos y disparos, me detuve en seco y lo mire, sabía que quería mantenerme a salvo, pero yo no dejaría que murieran sin antes haber luchado si quiera un poco, regrese al lugar de la batalla, los accordianos ahora sostenían las armas, busque con la mirada a Jean pero no la encontré seguramente seguía en el avión que comenzaba a precipitarse a nuestro lado, no alcance a Mirto y la aeronave levanto una enorme nube de arena al caer, no veía nada, sostuve la pistola delante de mí, la tenía muy cerca del rostro mientras volteaba a ambos lados intentando enfocar algún rostro conocido o desconocido.

Una serie de murmullos a mi al rededor parecían sonar con fuerza, como los cascos de caballos golpeando en el suelo firme, pero no tenía sentido la arena suave no podía hacer esa clase de ruido, me giré entonces, delante de mí aparecieron dos enormes animales deformes, con cuerpo de lobo que se mantenían a dos patas, de garras largas y afiladas, de sus rostro casi humanos sobre salían una serie de dientes puntiagudos que con solo ver sentía me podían triturar con facilidad si pudieran atraparme, no pensé más y dispare, pero su agilidad los hizo evadir las balas, di un paso lento hacia atrás, como cuando un perro te observa, pero no logre estar tranquila y salí corriendo, los sentía detrás de mí, casi podía sentir la saliva espesa que salía de sus hocicos, no me detuve, seguía sin poder ver con exactitud en donde me encontraba, pero no era momento de contemplar el paisaje, no me detuve, busque la entrada alguna de las cuevas pero habían sido bloqueadas por las explosiones anteriores, me sentí acorralada, era el final de mi vida, solo deseaba que lo hubieran logrado y que decidieran vengar mi muerte, llegue al borde de la montaña, mis pies arrojaron pequeñas piedras al vacío, con una mano delante de mí esperaba el final.

Los umbras se quedaron inmóviles un segundo y después echaron a correr, fue cuando por fin vi a los accordianos atacarlos entre ellos Mirto, di un paso adelante pero no logre más, delante de mí se posaba uno de ellos, más grande y al parecer aún más furioso, las aletas casi invisibles de su nariz se movían rápidamente, le caía sobre su desfigurado rostro los cabellos castaños y ondulados, enmarcando un par de ojos brillantes, de pupilas dilatas pero bastante conocidas.

Storm song. Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora