Capítulo 8

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Como ven, estoy inspirada y escribiendo rápido, y como prometí, no retendré los capítulos de rehenes, a medida que los tenga listos, publicaré.

Ojalá les guste este capítulo enfocado en despedir a Charlie...

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Capítulo 8

No pierdes lo que das,
no pierdes lo que das.

Era el final de otro verano,
nos fuimos a andar, me dio la mano,
y quise dormir entre sus brazos,
tu sitio está aquí dijo despacio,
no pierdes lo que das.

Christina Rosenvinge / No pierdes lo que das

Charlie amaba salir de pesca y cacería, y aunque Jazz no era fanático de ninguno de los dos deportes, cada vez que Charlie lo invitaba a un fin de semana de acampada y pesca o cacería Jazz aceptaba entusiasmado. Claro, lo que Jazz disfrutaba era tener una figura paterna, no un montón de salmones o un conejo acribillado.

Y aunque al principio a mi no me invitaban, yo insistí en la injusticia y en que no era culpa mía de haber nacido con partes de niña, y que eso no significaba que no fuera capaz de disparar igual o mejor que un hombre.

Eventualmente mis argumentos lograron convencer a Charlie, quién no tenía mucha idea de lo que se esperaba de él en la crianza de una niña, pero él no aceptaría de buena manera ser llamado "cerdo chovinista", por lo que finalmente aceptó incluirme en las acampadas y enseñarme a disparar y a pescar.

La verdad ninguna de las dos actividades me apasionaba, pero no me gustaba la idea de separarme de Jazz por 2 y hasta 3 días, por lo que me sumé con entusiasmo a lo que fuera que decidieran hacer. Y de paso con el tiempo me convertí en una excelente tiradora; a pesar de que me negué rotundamente a dispararle a ningún ser vivo, era capaz de acertar a blancos que ni Jazz ni Charlie podían atinar. Eso les enseñó a no menospreciar a las niñas!

Un fin de semana de verano, cuando yo tenía 10 años y Jazz 12, fuimos a acampar cerca de Lake Mills, en el Olympic National Park. La idea era cazar y pescar un poco, pero principalmente alejarse de todo en una mini-vacación. 4 días de nada más que silencio, comida cocinada en la fogata, nadar y pescar en el lago, y Charlie podría disparar cuanto quisiera a los desafortunados ciervos que se encontrara en su camino.

Los primeros 2 días de campamento estuvieron llenos de actividades de exploración y reconocimiento, y como estaba nublado, Jazz y yo nos entretuvimos tirando piedras al lago (para desesperación de Charlie que quería pescar y nuestros juegos espantaban a los peces), pero el tercer día amaneció con un sol radiante, por lo que después del desayuno juntamos un poco más le leña seca y luego Jazz y yo nos pusimos nuestros trajes de baño y nos tiramos al lago a nadar.

Para cualquier persona que viva fuera del estado de Washington el agua habría estado imposiblemente helada, pero para dos niños nacidos y criados en Forks y ansiosos por nadar, el agua era simplemente perfecta. Jugamos y nadamos por un par de horas hasta que Charlie nos llamó a almorzar, y ambos muertos de frío (pero sin querer reconocerlo) y famélicos por el ejercicio, nos apresuramos a pararnos junto a la fogata para secarnos antes de vestirnos.

Fue en ese momento que Charlie vio por primera vez las marcas en el cuerpo de Jazz... Montones de cicatrices marcando su espalda y torso, algunas antiguas y desvanecidas, otras recientes y claramente visibles. Incluso había un enorme moretón en su costado, ya casi desaparecido, tiñendo su piel de verde y amarillo.

Yo por supuesto, ya había visto las cicatrices y sabía de los castigos de la señora Whitlock, pero para Charlie fue una sorpresa la magnitud del maltrato y simplemente se enfureció. Jamás había visto ni volví a ver a mi padre tan enojado, y Jazz y yo nos sentamos junto a la fogata tomados de la mano y esperando que pasara la tormenta. Charlie finalmente se calmó y al poco rato y se llevó a Jazz a un largo paseo por el bosque. Nunca supe exactamente qué conversaron, pero a nuestro regreso a Forks Charlie comenzó los trámites para obtener la custodia de Jazz, y a los pocos meses, Jazz se convirtió oficialmente un miembro de nuestra familia.

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