Capítulo 4

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Después de una infantil discusión con sus compañeros de piso, Frank se dispuso a ir a la casa de un no tan viejo amor que aún lo traía loco. Si bien él había sido quien quiso dejar la relación, ellos nunca habían perdido el contacto, ni su forma cariñosa de hablar. O al menos eso creía él hasta que un día, misteriosamente, dejó de llamarle "cariño", "mi vida", entre otros apodos dulces que solía dedicarle. Frank había comenzado a preocuparse por eso, así que decidió que averiguaría qué fue lo que le sucedió a Fabián para que dejara de demostrarle afecto tan drásticamente. Aunque lo que vio sólo a unas calles de la casa del mismo le ahorró la caminata, pero también le rompió el corazón...

Allí estaba el chico al que aún quería a los besos y abrazos con alguien más. Celos, envidia, decepción, tristeza, todo eso era lo que el pobre Frank sentía en esos momentos, pero ¿Acaso podía reclamarle algo? Él mismo había terminado aquella relación ¿Entonces por qué se sentía de esa forma? Traicionado
¿Por qué sentía unas enormes ganas de ir y gritarle en la cara lo hijo de puta que era, si el pobre chico no había hecho nada? A veces nuestro cuerpo reacciona por su propia voluntad, sin pedirle permiso a nuestro cerebro previamente, sin medir las consecuencias que los actos llevados a cabo puedan traer. Como si algo lo arrastrara corrió hasta donde esos dos chicos estaban tan felices compartiendo risas y todas esas cosas que previamente habían compartido él y Frank, se sentía estúpido por lo que estaba por hacer. El no era nadie para reclamar. Ya no. Pero aún así lo haría, pasaría la vergüenza de su vida frente al chico que quiere y el otro que, por alguna razón, le parecía conocido.

–¿Esta es la razón por la cual dejaste de hablarme como siempre lo hacías? –Habló lo suficientemente alto como para que el de ojos verdes se girara a verlo. Y vaya que lo vio, poco le había faltado al pobre para caer redondo al suelo.

¿Qué hace él aquí? Era seguro lo que estaba pensando en ese momento.

–¿Disculpa? –Ahora fue el acompañante de Fabián quien habló. Aquel chico tenía una cara de no entender nada que si no fuera por los enormes celos y enojo que tenía Frank en ese instante, hubiera echado a reír sin cuidado alguno allí mismo. – ¿Quién es él? –Volvió a preguntar. Decir que Fabián deseaba que la tierra lo tragara y lo escupiera en otra galaxia era poco, ¿Cómo alguien podía liarla de esta manera sólo apareciendo?

–¿Con qué derecho me vienes a reclamar? –Habló por fin el protagonista de la novela que se estaba armando en aquel parque. –Si no mal recuerdo fuiste tú el que dijo que era mejor ser amigos. –Golpe bajo para Frank, gran desconcierto para su acompañante y una pequeña punzada al corazón para él. Aunque no lo demostrara, aún sentía algo por aquel idiota con risa escandalosa. Pero una vez terminada su relación hace sólo un par de meses atrás, se había dicho a él mismo que no podría estar llorando un amor que no fue por siempre, así que salió en busca de alguien a quien querer y que también esté dispuesto a devolver ese cariño. Y él encontró eso en un muchacho de ojos achinados y bonita sonrisa llamado Guillermo, que había conocido en un bar hace varias semanas atrás.

–Yo... yo... –Frank parecía haber perdido la capacidad de hilvanar una frase, ya que sólo salían de su boca murmullos sin sentido. –Es sólo que con la forma en la que me tratabas... yo pensé que aún... –el pobre estaba a punto de quebrarse en ese instante, no soportaría mucha humillación más y el que tuviera un testigo de su tan patético comportamiento lo ponía peor. Si Frank se sentía tonto por estar ahí, Guillermo deseaba desaparecer sin ser visto en su huída, ¿un ex? ¿En serio? ¿Acaso alguien podía tener peor suerte con los hombres que él?

–Yo... mejor dejo que arreglen esto solos. –Habló Guillermo y le sonrió un poco a Frank. Si bien tendría que estar cabreado porque aquel tonto chico arruinó su salida, podía ver el dolor en sus ojos y eso le ganaba por mucho al enojo que podría sentir, porque él conocía esa mirada. Aquella era la mirada de alguien con el corazón roto. Fabián intentó detenerlo, pero él sólo susurró un "no hay problema" y se marchó de allí sintiendo pena por ese chico.

Diez Años Después.  [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora