Capítulo 23

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La semana para Guillermo se había pasado dolorosamente lenta. Sentía como si los segundos no pasaran, los minutos no cambiaran y las horas no llegaran jamás. Tal vez era algo exagerado por su parte -como lo era casi siempre -, pero así fue para él. Y no era que en serio esperara con tantas ansias el bendito viernes, para nada, sino que... bien, esperaba con tantas ansias el bendito viernes. Porque, según lo que él se dejaba pensar, quería sacarse un peso de encima como lo era ese jodido trabajo con su estúpido ex-mejor amigo, ex-algo, ex-lo que sea. Y lo extraño no sólo era que el tiempo parecía pasar terriblemente lento, sino que sus dos mejores amigos, Rubén y Mangel, habían estado en exceso cariñosos el uno con el otro. Bien, sí, había faltado un día, ¿Pero se había perdido de tanto? Alex se la pasaba con Frank, Lana con Luzu -quienes, aparentemente, habían comenzado a gustarse, según Lana -, Rubén y Mangel a veces eran sorprendidos tomándose de las manos y sonriendo como dos idiotas enamorados... y él y Samuel... siendo él y Samuel. Perro y gato. Cada vez que el castaño se le quería acercar, él rápidamente emprendía la carrera para irse al otro lado de donde estuviera, dejándolo con una cara de decepción que hasta incluso le daba lástima. ¿Qué lástima? ¡Lo tenía merecido y lo seguiría haciendo!

No se había atrevido a enviarle ningún otro mensaje luego de aquella respuesta que tan de malhumor lo puso. No sólo por lo que decía, sino porque le hizo darse cuenta de cosas que creía que ya habían sido olvidadas, enterradas, en lo más profundo de su mente, para no ser recordadas jamás. Pero tenía que venir él y arruinarlo todo. Absolutamente todo. No le había bastado con arruinar su vida hace 10 años, que tenía que venir y seguir arruinándola ahora. Pateó con enojo un cesto de basura y sus amigos, por primera vez en lo que iba de día, le prestaron atención.

-¿Qué ocurre ahora? -preguntó Mangel, en unos... seis tonos más bajos de lo que lo haría normalmente. ¿Qué ocurría allí?

-Lo mismo pregunto. -dijo de mala gana, esquivando la pregunta. -¿Qué ocurre entre tú y Rubén? -dijo señalándolo. Rubén se sonrojó y Mangel sonrió. Juró sentir ganas de vomitar hasta la primer papilla que le había cocinado su madre. -Están todos ñoños últimamente. -bufó.

-Oh, olvidé que eras el pequeño Grinch-chino del amor. -dijo Rubén dejando el lado del Mangel para dirigirse hacia él. Abrazándolo prácticamente a la fuerza. -No te preocupes, pronto encontrarás a alguien que te haga cambiar de idea, Grinch.

-¡¿Pero qué dices?! -Guillermo estaba riendo por lo estúpido que era su amigo, sin embargo no por lo dicho. -¿Quién dijo que quiero, alguna vez, encontrar a alguien? -alzó una ceja, cosa que seguido de su frase copiaron sus amigos.

-¿En serio quieres hablar de eso? -Mangel acercó a Rubén nuevamente a él y lo observó divertido.

-¿Quién eres? ¿Qué hiciste con el Mangel amargado? -fingía estar preocupado.

-El Mangel feliz, un gusto conocerte, Grinch del amor. -dijo estirando su mano. Guillermo gruñó en respuesta.

-Volviendo al tema ¿Qué sucede? Pareces más.... Grinch de lo normal. -el más alto intentó no reír.

-Nada. No pasó nada. No pasa nada. Y no pasará nada. -respondió Guillermo más para sí que en respuesta a su amigo. -ahora, si me disculpan, intento de pareja, tengo que irme. La peste se acerca. -dijo señalando con la barbilla a Samuel.

Sus amigos se dieron la vuelta, atrayendo la mirada de Samuel, a quien se le iluminaron los ojos apenas vio a Guillermo, pero tan rápido como se habían iluminado se apagaron al verlo irse.

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Diez Años Después.  [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora