Epílogo.

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Costó trabajo, unos quince días quizás, lograr que a Guillermo le entrara en esa terca cabecilla suya que, en realidad, entre Samuel y Cheeto no pasaba nada parecido al amor de una pareja sino que sólo le había pedido que lo ayudara para darle celos... y quizás se tardaron otros quince días en lograr que Guillermo dejara de burlarse de Samuel por eso. Aunque ya después de dos meses, seguía haciéndolo y Samuel como venganza lo molestaba con sus –según él –inexistentes ojos.

Si alguien les hubiese dicho que su vida al entrar a la universidad se transformaría en una historia dramática sobre un romance de hace diez años, seguramente se le hubiesen reído en la cara como si les hubiera contado el mejor chiste de sus vidas; pero ahora al ver su realidad, quizás no tanto. Después de aquella reconciliación un poco... extraña, si se les pregunta, todo había ido de maravilla. O bueno, al menos un setenta y siete por ciento de las cosas, sobre todo para Guillermo. Samuel estaba más feliz que un niño con juguete nuevo, y después de todo bien merecido lo tenía. Para él digamos que un noventa y nueve por ciento.

Ahora bien, por el lado de Guillermo si se hablaba de amistades y sentimientos hacia Samuel, todo marchaba de maravilla. Sus amigos casi lo asesinan por haber desaparecido, luego lloraron un poco y luego lo abrazaron, después Guillermo les puso al tanto de su actual relación con Samuel, y Rubén comenzó a agradecerle a todos los santos –incluidos los de algún que otro videojuego –por aquello, mientras que Mangel intentaba callar a su pareja. Incluso los amigos de Samuel, los cuales podría jurar que lo odiaban, lo recibieron con una sonrisa que reflejaba más un "si tengo que aguantar a Samuel hablando de ti 24/7 nuevamente, te parto las piernas yo mismo", que un "nos alegra que estés bien". Luego de que por fin comprendiese que Cheeto no tenía ninguna segunda intención con Samuel, él y el rizado se convirtieron en amigos aunque a veces y sin darse cuenta seguía sosteniendo firmemente a Samuel por la cintura en presencia de Cheeto.

Ahora si se hablaba de relación con su madre... quizás eso no había funcionado muy bien desde entonces. Si bien sabía que ella habló con su abuela y luego ésta intentó hacerle entender sus razones y le pidió que la perdonara y diera una oportunidad... él se negó a hacerlo. Las primeras dos semanas habían sido un infierno en su casa, su madre llorando y rogando por su perdón y él teniendo que hablarle –o gritarle –para que lo dejara en paz. Su abuela lo llamaba a diario para pedirle por favor que hable con su hija y solucionen las cosas como dos personas adultas, pero él seguía negándose rotundamente a aquello. Estaba enfadado, furioso, con su madre y bien que se lo merecía. Hasta que ese día llegó. Samuel, cansado ya de la situación entre su novio y su suegra decidió intervenir en el asunto.

Sabía que quizás no debía meterse y que probablemente Guillermo se enfadara con él, pero tenía que intentarlo. El castaño llegó sin previo aviso a la casa de su chiqui, dentro se escucharon algunos gritos de "¡Déjame en paz de una vez!" y algún que otro fuerte sollozo por parte de, quien su puso, era la madre de Guillermo.

Tocó la puerta tres veces y una señora con los ojos totalmente rojos lo recibió con la mirada triste y cansada, él no estaba acostumbrado a verla así, y tampoco le gustaba hacerlo. Le sonrió y la abrazó, era su suegra después de todo. La pobre mujer comenzó a llorar más fuerte en sus brazos, se veía que estaba destrozada y él sabía lo cruel que podía llegar a ser Guillermo cuando estaba de malhumor por lo que tenía una leve idea de lo que pudo haberle dicho a su madre en ese estado, y no le agradó mucho.

Samuel se quedó el tiempo necesario para que su suegra se calmara abrazado a ella, diciéndole que todo estaría bien pronto y que aún debían hablar, lo cual hizo que ella se tensara. El castaño le pidió amablemente que le explicara el porqué había hecho eso, que él no estaba enfadado –no mucho –porque comprendía que tuvo sus motivos para hacerlo pero quería saber aquellas razones, para así comprenderla mejor y poder hablar con Guillermo al respecto. Tres horas, diez pañuelos y cuatro tazas de té después, la mujer había terminado de explicarle a Samuel y de pedirle perdón millones de veces. El castaño estaba muy sorprendido de que quisiera que su hijo lo olvidara, pero supuso que en ese momento ella pensó que sería lo mejor, así que decidió no darle mucha vuelta al asunto y no tensar más las cosas. Después de todo, es humana y tiene derecho a equivocarse... o eso le gustaba repetirse él para perdonarla.

Diez Años Después.  [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora