33.

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Estaba hasta la madre de tus reclamos, de tus quejas, de tus enojos, hasta la madre de berrinches y que me gritaras lo que se te pegaba la gana.

—Necesito cosas para mis clases, amor, haz un esfuerzo por conseguir para lo que me pidieron —pediste con vehemencia después de un rato de discusión.

—Yo no te dije que estudiaras, te dije que no podía costearlo, yo también tengo gastos Melissa.

Reíste con burla.

—  ¡Por favor, imagínate que te pido para cerveza, ¿lo puedes hacer?! —refutaste. Me enojé.

— ¡Ni una mierda te voy a conseguir! Te casaste con un pobre, yo no tengo dinero por montones princesita y bien que lo sabías —suspiré con frustración —, te hubieras metido con alguien con dinero para cumplir tus caprichos —finalicé.

Tu rostro se desfiguró y ni me inmuté.

—Tienes razón. No me casé con un pinche rico adinerado. Me casé con alguien que me juró amor eterno, apoyo incondicional y promesas que jamás se cumplirán, ¿qué pendeja no crees? En vez de rogar por nimiedades, hubiera visto más alto y no batallar —sollozaste—. Pero la estúpida enamorada prefirió el chico que según la amaba y ahora ni amor, ni dinero. ¡Qué chiquilla tan idiota que no sabía que de amor no se vivía!

Te fuiste azotando la puerta y una lágrima cayó surcando culpa en mi mejilla.

En La Monotonía Del Matrimonio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora