Capítulo 5: La gran mentira

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Aunque Margott estaba decidida a conservar ese hermosísimo collar, tenía sus dudas con respecto a lo que debía hacer y decir para disculparse con Nollan. Esa actitud no era normal en ella y debía de convencerlo para que la acompañara al baile de la fogata. Días después fue a buscar a Nollan, tomando en cuenta la recomendación de los padres de él, para invitarlo al baile, tres días antes de su celebración. Era un día caluroso y soleado, llevaba una sombrilla blanca que combinaba con un vestido color durazno que mostraba su figura esbelta y coqueta. El carruaje lo había utilizado su padre días antes para ir al reino vecino, así que necesitó utilizar zapatillas cómodas que no le cansaran porque caminaría hasta la casa de los Listfeber. No llevaba joyas tan extravagantes pero si verdaderamente encantadoras. Su cabello suelto recogido hacia un hombro con flores blancas que decoraban la parte de atrás y parte de la parte delantera de su largo cabello oscuro. Su rostro delicadamente pintado y contorneado que la hacía lucir mayor de lo que realmente era.

Varias veces pensó en dar la vuelta y regresar mientras recorría el camino hacia la gran casa. Se detuvo a respirar varias veces, por dos razones: la primera, no estaba acostumbrada a caminar largas distancias y la segunda, se sentía extremadamente nerviosa porque aceptaba su actitud, porque cualquier comentario innecesario podía arruinar lo que estaba planeando. No sabía cómo reaccionar ante aquella persona a la que tanto despreciaba y ahora debía comportarse de una manera amable, pensar en eso la mareaba.

Al estar a la puerta se sintió singular. En varias ocasiones ella había participado en las elegantes fiestas y reuniones que los Listfeber organizaban, aunque no era de extrañarse que no le prestara verdadera atención a los acontecimientos por las cuales se realizaban. Llamó a la puerta esperando que alguno de los señores abriera. Pero fue una sirvienta la que atendió la puerta y su asombro al ver a la doncella era evidente. Le invitó a pasar.

— ¿Desea algo de beber señorita Monsfarter? —Le ofreció la sirvienta al ver lo agitada que se encontraba mientras Margott se sentaba en el sofá principal.

—Realmente no —respondió muy nerviosa.

—En ese caso... ¿Se le ofrece alguna otra cosa? —Le preguntó con una mirada de extrañez.

—Deseo... ver al joven Listfeber.

— ¡¿Al joven Nollan?! —preguntó asombrada, porque el muchacho no se había levantado, a pesar de faltar tan solo unos minutos para el medio día.

—Sí, ¿Algún inconveniente? ¿Mi visita es inoportuna?

—De ninguna manera señorita, enseguida iré personalmente a informar al joven que usted se encuentra esperándolo.

—Gracias... «Que desconsiderado... Yo esperándolo aquí en la sala del recibidor... Inaceptable» pensó mientras suspiraba.

Empezó a impacientarse. Decidió levantarse y recorrer parte de la casa, ¿Por qué no podría? Observaba hasta lo pequeños detalles de los diferentes cuartos, como cambiaban de adornos verdaderamente encantadores y probablemente costosos. Se ubicó en uno con varios cuadros donde se encontraba la familia y los antepasados de la misma. Vio a Nollan en uno. «En su niñez era aún más desagradable» pensó. Luego un cuadro en particular llamó mucho su atención. « ¡Es una mujer extremadamente bella y joven, se ve radiante!» pensó y se impresionó cuando reconoció que esa hermosa doncella era la Señora Listfeber. Sus ojos desprendían una mirada con la que se identificaba. Tenía un hermoso vestido rosa coral claro que resaltaba su figura esbelta y alta a la perfección, aunque su esposo e hijo eran más altos que ella, en la pintura se veía realmente dominante. Su cabello café rojizo recogido en un hermoso moño con margaritas decorando sus cabellos formando una corona, la hacía lucir como una princesa. Sus ojos negros profundos y con una mirada picara y descarada. No estaba pintada del rostro y aun así sus rasgos resaltaban, su nariz pequeña y recta contrastaba delicadamente con esos labios en los cuales se asomaba una pequeña sonrisa, mostrando sus dientes blancos cual perlas. La cabeza ladeada le daba un toque divertido a toda la pintura. Se encontraba en un columpio colgado de un roble y el jardín de fondo, el cielo celeste y el sol contrastaban perfectamente con los tonos verdes del jardín.

La historia del amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora