Capítulo 31: Tiempo para pensar

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Nollan no comprendía el cambio repentino en la actitud de Stea; estaba furiosa y luego una profunda tristeza la invadió. Él trataba de hacerla entender acerca de sus sentimientos, quería aclarar las cosas porque ella significaba mucho. Pero ella no quería escucharlo, porque su corazón estaba muy herido y una pequeña cantidad de odio corría por sus venas. No sabía a quién estaba dirigido ese odio, pero era evidente que desde su estadía en la tierra aquella fue la primera vez que lo experimentó; y probablemente no sería la última.

Nollan estaba desconcertado porque no lograba que Stea lo escuchara, así que se dio por vencido y salió de la habitación. Stea en ese momento estaba agradecida, porque estar sola era justamente lo que necesitaba para ordenar las ideas en su cabeza y los acontecimientos que sucedieron. Pensó en el trato con Nollan, el cual él aun desconocía, pero ella no podía decirle acerca de eso, además sabía que él estaba cegado por una sola persona... Margott.

Pensar acerca de ello le dolió, una gran depresión la invadió. En esos momentos necesitaba alejarse de todo aquello que la atormentaba; no por cobardía ya que tenía las fuerzas necesarias para hacerlo, pero si lo hacía caería muerta de cansancio y dolor. Eso le pareció injusto. Al pensar en este tiempo observó tras la ventana el bosque más alejado del reino, conocido con el nombre de Sketdalush. Que significa <<sin un retorno recto>>.

Tomó la decisión de escapar, volvería en unos días... aunque era posible que tardara más tiempo. Pero al pensar que Nollan llegaría a preocuparse, dudó. Pero no podía quedarse de brazos cruzados, tenía que intentarlo. Escapó de la ventana del cuarto a la primera oportunidad, no lo pensó más ni dudó acerca de lo que Nollan pensaría, esta vez pensó en ella.

Mientras Stea escapaba y se alejaba de la casa de los Listfeber, Nollan se encontraba en el patio trasero, un poco furiosos consigo por la situación que se había demostrado. La culpa era suya, pero no podía hacer nada para cambiar los sentimientos hacia ella. Desde hacía tanto tiempo que estaba enamorado de Margott que no podía simplemente olvidarla y ahora la amaba más porque conocía cosas nuevas de ella. Incluso una nueva esperanza nacía en él, porque su nueva apariencia era una oportunidad más. Incluso se imaginó casado con Margott, en una casa grande con dos muchachos sanos y fuertes, una niña hermosa y frágil, sus padres jugando con los niños llenos de felicidad y gozando de su vejez.

Esa vida era la ideal para cualquier persona con una visión clara, pero Nollan no se sentía satisfecho con esa visión. Margott se encontraba en ella, sus padres también, incluso varias pequeñas criaturas que un no conocía pero anhelaba ver, alguien faltaba. Comprendió que en esa visión faltaba alguien por quien había luchado los últimos meses, esa era Stea. Aun así, al pensar en ella su corazón simplemente la rechazaba. ¿Por miedo? No lo sabía. Simple cobardía; no quería pensar en ello y desvió la mirada del cuarto en donde se encontraba su querida Stea.

Al desviar la mirada vio el antiguo rosal que había sembrado hace 2 años con su madre, pero por alguna razón en ese arbusto seco y muerto había una rosa, no rosa aun, un botón. Estaba viva en un lugar donde era casi imposible sobrevivir, cómo lo había logrado. Aun en la maldad de estos reinos habían rosas que a pesar de todas las acciones ejercidas en su contra, salían victoriosas y mostraban su belleza al mundo; recordándole que no era maldad sino la pureza lo que había forjado las paredes de sus hogares.

Pero algo en particular de esa rosa, no rosa aun, le pareció extraño. Por fuera tenía un color oscuro, el cual le daba la apariencia de estar muerta. Pero al tocarla por curiosidad esa oscuridad desapareció de la rosa y su dedo se pintó de un color grisáceo, eran cenizas. El arbusto había sido quemado ya que toda señal de vida se había extinguido, pero de las cenizas de las rosas anteriores, nació un hermoso ejemplar.

Al limpiar la rosa, no rosa aun, observó que su color era carmesí, tan hermoso como los labios de una mujer joven y vigorosa. Contempló su belleza y su pequeño tamaño le fascinó, pero comprendió que solo era un disfraz, ya que parecía que la rosa moriría antes de poder mostrar sus coloridos pétalos al sol. Algo en la planta le pareció extraño a Nollan, no tenía espinas ni hojas. Y mientras tocaba ese delicado tallo verde, este colapsó; partiéndose en dos.

Con un rápido movimiento Nollan rescató la rosa, no rosa aun, antes de que chocara contra el suelo. Pensó en Stea. Quería que ella también viera a esa rosa que lo intrigaba. Se dirigió de regreso al cuarto donde ella se encontraba descansando, y como todo un caballero, llamó a su puerta. Pero nadie abrió; el entró, pensando que seguía molesta con él. Se percató de la ventana abierta y corrió hacia la cama y al llegar confirmó su temor, ella había desaparecido.

En esos momentos el corazón de Nollan comprendió la huida de Stea, no quería causarle más problemas porque conocía lo que ella sentía por él. Y las cosas que escondía le intrigaban pero no podía saber lo que pensaba, era así de simple. Aun con esa seguridad tenía que colocar límites, no por tener escasa confianza en ella sino que todos deben tener bordes. Y el de ella sería el tiempo; hasta que la rosa, no rosa aún, brotara y mostrara sus pétalos color carmesí.

Ese tiempo sería muy útil para ambos. Llegarían a reflexionar acerca de sus palabras y acciones, sin mencionar que estarían alejados. Eso le asustaba a Nollan y también a Stea. Pero necesitaban ese obsequio, necesitaban tiempo para pensar.

La historia del amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora