Capítulo 35: Largo tiempo añorando

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—Lamento mucho lo que sucedió —dijo Stea mientras retiraba el plato vacío; la comida no era lo que ella acostumbraba pero estaba delicioso, a pesar de ser vísceras.

—A Albert le molesta un poco que se hable del tema, principalmente alguien que no sabe lo que pasa. —Suspiró. Le invitó a sentarse de nuevo—. Por favor, acepte mis disculpas.

—¿Por qué debería hacerlo? No ha hecho nada, yo lo enfadé. No era mi intención.

—En realidad, suponía que ese tema le intrigaba pero preferí ignorarla, y ahora he lastimado a mi hijo... cuando eso precisamente es lo último que quiero. —Después de un silencio largo, continuó.

—Probablemente le incomode que pregunte esto, pero... ¿Debería mi familia preocuparse por ese tal "Nollas"? —preguntó Richard haciendo énfasis en "mi familia".

—Nollan... Se llama Nollan Listfeber. Y no debe preocuparse por él; si se refiere a que podría ser una amenaza, por si se le hubiera ocurrido seguirme... pero si lo hubiera hecho, ya me habría encontrado. Sin embargo, estoy aquí... lo que significa que probablemente se ha olvidado de mí.

—¿Alguien especial?

—Se podría decir. —Stea sonrió. —es un viejo... amigo, del que me alejé hace tan solo unos días, pero le extraño... «AMIGO; esa es la única manera en la que por el momento le puedo describir...» pensó.

—Comprendo. —Continuó.

—Le invito a que pase esta noche en mi cuarto; —Hubo otro silencio, pero este fue incómodo. —me refiero a que duerma allí y yo dormiré en el sofá. Mi hijo le prestó su cama anoche, y aunque sé que con gusto lo haría de nuevo, prefiero que descanse él. Necesita reponer fuerzas a pesar de que aún es joven —dijo mientras dirigía su mirada hacia la puerta, esperando que Albert volviera.

—Gracias por su hospitalidad.

—¿Cuánto tiempo piensa que... —La pregunta se vio interrumpida cuando Albert entró.

—Buenas noches —dijo mientras se dirigía al cuarto del fondo del pasillo.

Se encontraba más calmado, aunque con paso rápido esperaba desaparecer lo más pronto posible. Alcanzó a escuchar parte de la pregunta que su padre le estaba haciendo a Stea. En realidad, estaba afuera escuchando toda su conversación, no porque quisiera; simplemente las paredes no tenían privacidad, y él no quería alejarse mucho de la cabaña. Sabía que esa pregunta terminaba en "quedarse"; le estaba preguntando cuándo se marcharía. Él no quería que ella se marchara, tenía que disculparse por la escena que había presenciado. Esa era una excusa, no quería que ella se fuera. No aun. Se detuvo enfrente de la puerta y le dirigió la mirada a Stea, pero cuando ella lo vio, él apartó la mirada. Ella detestaba eso, le recordaba a Nollan.

—Puedes quedarte en mi cuarto una vez más, no me molesta. Si quieres puedo traerte otra frazada porque parece que esta noche será helada.

—Eres muy amable, pero...

—Ya le ofrecí mi cuarto . Sabía que le preguntarías y que le dirías que no había problema, pero tu ayer no dormiste muy bien. Por el contrario... hoy lo harás. Mañana hay un trabajo que hacer. —Le dirigió una mirada que para Stea pasó inadvertida, pero Albert comprendió como si le hubiera dicho de que se trataba.

—Premeditaste la situación. No hay problema. —Les dio la espalda y entrando al cuarto, levantó la mano como si estuviera despidiéndose de ambos.

Aun con la puerta cerrada Stea no podía apartar la mirada de ese cuarto en donde Albert había entrado. Reaccionó cuando Richard tocó su hombro para indicarle donde estaba su cuarto. Se encontraba en el lado opuesto al de Albert y tenía una hermosa puerta tallada. Él abrió y sin esperar a que Stea pasara primero, como ella esperaba que sucediera, entró. Cuando la puerta se cerró, después de que entrara, observó que por dentro también estaba tallada. El cuarto era hermoso, aunque un poco femenino. Era un cuarto acogedor, y había muchos dibujos de Albert y su padre.

Stea observaba con admiración los cambios de Albert. Desde muy pequeño parecía ser un niño frágil y retraído. También en varios observaba que le hacía falta un diente. Al ver esas, soltó una risilla, que Richard observó, y recordó cuando su hijo tenía esa edad. Stea observó cómo poco a poco ese niño tierno se convertía en un muchacho atlético, aunque un poco escuálido, y como su cabello se tornaba más oscuro. Hasta llegar al castaño claro actual, probablemente en un principio tenía cabellos dorados. Pero ese muchacho escuálido se convirtió en un adulto joven corpulento, alto y vigoroso. Pensó que era apuesto y abierto, muy opuesto a Nollan que era mal parecido y reservado. Recordó que Nollan había cambiado, ahora él también era apuesto. Se ruborizó.

Pero un dibujo a color le había llamado su atención, tenía un marco de madera pintado de dorado con mariposas talladas. En realidad era un retrato de la señora Sentowsky. Al ver el retrato se sintió apenada por la escena con Albert al mencionar a su madre. Richard le había comentado que su esposa no volvería a cenar con ellos porque había fallecido.

También había algunos dibujos de ambos juntos, él y su esposa se veían muy felices y enamorados. A pesar de la gran cantidad de dibujos y pinturas no había ninguna en la que estuviera la señora Sentowsky con Albert. Ni siquiera en brazos. Sin pensar tomó el retrato que se encontraba en la mesa de noche, a la par de la cama; y al hacerlo observó que tenía una hermosa sonrisa y cabello muy claro, pero no parecía rubio... sino un color más cenizo. Vio a Richard y observó que definitivamente Albert había heredado el cabello de su madre; porque Richard era pelirrojo y tenía una espesa barba. Mientras que Albert tenía cabellos finos y estilizados.

—Se llamaba Sidera Lamron... —Una mirada profunda y melancólica mezclada con ternura se asomó a su rostro.

—Sidera Sentowsky suena esplendido. —Él sonrió.

—Todos estos dibujos representan momentos importantes y llenos de felicidad. Dibujé tantos como el tiempo me permitió... y le permitió.

—En este retrato se ve hermosa.

—Si. Su rostro se encontraba siempre iluminado de belleza, bondad y felicidad. —Stea lo observó con asombro cuando dijo la expresión "iluminado"; él inmediatamente entendió—. Es una expresión; ella era la felicidad de esta cabaña, cuando éramos una familia...

—Aún son una familia. Alfred y usted, su padre. —Salió de la habitación mientras Stea colocaba de nuevo el retrato en la mesita y observaba tras la ventana un viento y a lo lejos una gran nube blanca-grisácea.

—Le he traído dos sabanas más. Pronto empezará el invierno y el viento del norte ha empezado a llegar. Esta noche será helada, como Albert dijo —estaba diciendo mientras se dirigía fuera de la habitación.

—¿Cuánto tiempo le ha extrañado?

—En poco tiempo serán, 22 años. —Stea se arrepintió de preguntar—. Después que Albert naciera ella enfermó, y falleció.

A salir Richard y desearle una feliz noche a Stea, ella comprendió que lo que estaba esperando era real. Lo que estaba buscando cuando llegó a la tierra realmente existía, un amor verdadero. Sidera Sentowsky no debió fallecer, pero disfrutó la vida con su amor y con Albert, aunque fue por muy poco tiempo. Esto la cautivó. Nunca imaginó que se encontraría con diferentes que cambiaran su forma de percibir el mundo que la rodeaba; como la ausencia de una parte del amor de un hombre al perder a su esposa, y la extrañez de un hijo al no haber conocido a su madre. Sin embargo, aún quedaba una parte de ese amor que compartían mutuamente.

Los habitantes de este reino eran la prueba de que existen lazos que están unidos y pese a las dificultades no se rompen, se fortalecen. Richar; Albert, su hijo; El señor de la posada; La sirvienta, que se encontraba en la posada; La señora que la llevó a la posada, cuyo nombre desconocía; Las sirvientas de la casa Listfeber, la mayoría de ella; El cocinero, que a veces le daba a degustar sus platillos antes de servir la cena; El señor Listfeber, que la recibió muy amablemente; y Nollan, a quien amaba. Todos demuestran que el reino es un reino prospero por el afecto de su pueblo.

«Tengo que recompensar a Albert por el malmomento que le hice pasar en el comedor hace un momento» pensó Stea momentosantes de quedar profundamente dormida.








La historia del amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora