AL DÍA SIGUIENTE NO HUBIERON MUCHAS RESPUESTAS.
Después de la explosión, Piper y Jason - quienes iban en caída libre e inconscientes- fueron arrancados
del cielo por águilas gigantes y llevados a un lugar seguro. Pero Leo no apareció. Toda la cabina de Hefesto
comenzó a recorrer el valle, encontrando trozos del casco roto del Argo II, pero no había ninguna señal de
Festus el dragón o su maestro.
Todos los monstruos habían sido destruidos o se habían dispersado. Las victimas griegas y romanas fueron
intensas, pero no fue tan malo como pudo haber sido.
Durante la noche, los sátiros y las ninfas desaparecieron en el bosque para una convocatoria de los Mayores
Hendidos. En la mañana, Grover Underwood re-apareció para anunciar que no podía sentir la presencia de la
Madre Tierra. La naturaleza estuvo más o menos de vuelta a la normalidad. Al parecer, el plan de Jason, Piper
y Leo había funcionado. Gea se había separado de su fuente de poder, encantada para dormir y luego atomi-
zado en la explosión de fuego de Leo y el cometa artificial de Octavian.
Un inmortal nunca puede morir, pero ahora Gea seria como su marido, Urano. La tierra seguía funcionan-
do de manera normal, pero Gea ahora estaba tan dispersa e impotente que ella nunca más podría formar una
conciencia.
Al menos, esto era lo que esperaban...
Octavian sería recordado por salvar Roma lanzando hacia el cielo una bola de fuego de la muerte. Pero fue
Leo Valdez quien había hecho el verdadero sacrificio.
La celebración de la victoria en el campamento fue silenciosa, debido a la aflicción, no solo por Leo sino
también por los muchos que habían muerto en la batalla. Los semidioses amortajados, tanto griegos como
romanos, fueron quemados en la hoguera y Quirón le pidió a Nico que supervisara los ritos de entierro.
Nico estuvo de acuerdo inmediatamente. Estaba agradecido por la oportunidad de honrar a los muertos.
Incluso los cientos de espectadores no le molestaron.
La parte más difícil fue después, cuando Nico y los seis semidioses del Argo II se reunieron en el porche
de la casa grande.
Jason bajó la cabeza, incluso sus anteojos estaban perdidos en la sombra. -Deberíamos haber estado allí
al final. Podríamos haber ayudado a Leo.
-No es justo -convino Piper, enjuagando sus lágrimas-. Todo ese trabajo consiguiendo la cura del médico, para nada.
Hazel rompió a llorar. -¿Piper, donde está la cura? Sácala.
Desconcertada, Piper alcanzó su bolsa de cinturón. Ella sacó el paquete del paño de gamuza, pero mientras
lo desenrollaba vio que la tela estaba vacía. Todos los ojos miraron hacia Hazel.
-¿Cómo?- Annabeth pregunto.
Frank puso su brazo alrededor de Hazel. -En Delos, Leo nos convocó aparte. Nos pidió que le ayudára-
