LVII : Piper

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Piper deseó poder encantarse a sí misma hasta quedarse dormida. Pudo haber funcionado con Gea, pero


las dos últimas noches no había podido dormir nada. Los días eran excelentes. Le encantaba estar de vuelta


con sus amigos Lacy y Mitchell y todos los otros chicos de Afrodita. Incluso la consentida Drew Tanaka, su


segunda al mando, parecía aliviada, probablemente porque Piper podía manejar las cosas y eso le daría a Drew


más tiempo para los chismes y los tratamientos de belleza dentro de la cabaña.


Piper se mantenía ocupada ayudando a Reyna y Annabeth a coordinar a los griegos y los romanos. Para


sorpresa de Piper, las otras dos chicas valoran sus habilidades como intermediaria para suavizar los conflictos.


No eran muchos, pero Piper logró regresar algunos cascos romanos que misteriosamente se abrieron paso en


la tienda del campamento. Ella también evito una pelea entre los hijos de Marte y los hijos de Ares sobre la


mejor manera de matar a una hidra.


En la mañana en la que los romanos habían planeado irse, Piper estaba sentada en el muelle del lago, tratan-


do de aplacar a las náyades. Algunos de los espíritus del lago pensaban que los chicos romanos eran tan guapos


que ellas también querían irse al campamento Júpiter. Exigían una pecera portátil gigante para el viaje al oeste.


Piper acababa de concluir las negociaciones cuando Reyna la encontró.


La pretor se sentó junto a ella en el muelle. -¿Trabajando duro?


Piper sopló un mechón de pelo que estaba cubriendo sus ojos. -Las Náyades pueden ser un reto. Creo que


tenemos un trato. Si aún quieren ir al final del verano, trabajaremos en los detalles en ese momento. Pero las


náyades, uh, tienden a olvidar las cosas en cinco segundos.


Reyna pasó las yemas de sus dedos a través del agua. -A veces me gustaría poder olvidar cosas tan rápido.


Piper estudió el rostro de la pretor. Reyna era una semidiosa que parecía no haber cambia-


do durante la guerra contra los gigantes... al menos no en el exterior. Todavía tenía la misma mi-


rada fuerte e invencible, el mismo rostro bello y majestuoso. Llevaba su armadura y su capa púr-


pura con tanta facilidad como la mayoría de la gente usaría pantalones cortos y una camiseta.


Piper no podía entender cómo alguien podía soportar tanto dolor, tanta responsabilidad, sin derrumbarse. Se


preguntó si Reyna alguna vez ha tenido alguien en quien confiar.


-Has hecho tanto. -Siguió Piper-. Para ambos campamentos. Sin ustedes, nada de esto hubiera sido


posible.


-Todos nosotros jugamos un papel.


-Claro. Pero tú... Sólo deseo que tengas más crédito -dijo Piper.
Reyna se rió suavemente. -Gracias, Piper. Pero no quiero atención. Tu entiendes lo que es eso, ¿no?


Piper lo hacía. Eran tan diferentes, pero ella entendía lo que era no querer llamar la atención. Piper había


deseado eso toda su vida, con la fama de su padre, los paparazzi, las fotos y las historias de escándalos en la

la sangre del olimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora