MÁS TARDE LE CONTARON LO QUE SUCEDIÓ. Todo lo que recordaba eran los gritos.
Según Reyna, el aire a su alrededor se enfrió hasta congelarse. El suelo se volvió negro. En un horrible
grito, el desató una oleada de dolor e ira en todos los que estaban en el claro. Reyna y el entrenador experi-
mentaron su viaje a través del Tártaro, la captura de los gigantes, sus días consumiéndose dentro de aquella
vasija de bronce. Sintieron la angustia de Nico de sus días en el Argo II y su encuentro con Cupido en la
ruinas de Salona.
Oyeron su desafío silencioso a Bryce Lawrence, alto y claro: ¿Quieres secretos? Aquí.
Los spartoi se desintegraron en cenizas. Las rocas del túmulo se volvieron blancas con la escarcha. Bryce
Lawrence se tambaleó, sosteniéndose la cabeza, ambas fosas nasales estaban sangrando.
Nico se dirigió hacia él. Agarró la tableta de probatio de Bryce y la arrancó de su cuello.
-No mereces esto -dijo con un gruñido.
La tierra se partió en dos a los pies de Bryce. El se hundió hasta la cintura.
-¡Para! -Bryce arañaba la tierra y los bouquets de plástico, pero su cuerpo continuaba hundiéndose.
-Tomaste un juramento con la legión -El aliento de Nico se volvía vapor en el frio-. Rompiste sus
reglas. Infligiste dolor. Asesinaste a tu propio centurión
-Yo... ¡No lo hice! Yo...
-Deberías haber muerto por tus crímenes -continuó Nico -. Ese era el castigo. En lugar de eso fuiste
exiliado. Deberías haberte mantenido alejado. Tu padre Orcus puede que no apruebe las promesas rotas. Pero
mi padre Hades realmente no aprueba a aquellos que escapan del castigo.
-¡Por favor!
Esas palabras no tenían sentido para Nico. El Inframundo no tenía compasión. Solo tenía justicia.
-Ya estás muerto -dijo Nico-. Eres un fantasma sin lengua, sin memoria. No compartirás más secretos.
-¡No! -El cuerpo de Bryce se volvió oscuro y de humo. Se deslizó dentro de la tierra, hasta el pecho-.
No, ¡Soy Bryce Lawrence! ¡Estoy vivo!
-¿Quién eres? -preguntó Nico.
El siguiente sonido que emitió la boca de Bryce fue un susurro de parloteo. Su rostro se volvió indistinto.
Podría haber sido cualquiera; solo otro espíritu sin nombre, entre millones.
-Vete -dijo Nico.
El espíritu se disipó. La tierra se cerró.
Nico se volteó a mirar y vio que sus amigos estaban a salvo. Reyna y el entrenador lo miraban con horror.
El rostro de Reyna sangraba. Aurum y Argentum daban vueltas en círculos, como si sus cerebros mecánicos
hubieran hecho cortocircuito.
Nico colapsó.
Sus sueños no tenían sentido, lo cual era casi un alivio.
Una bandada de cuervos formaba un círculo en el oscuro cielo.
