XXVIII : Jason

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-Envenenar es una mala costumbre. -Cimopolea agitó su mano y las turbias nubes se disiparon.


-Veneno de segunda puede matar a una persona, ¿sabes?


Jason no era demasiado aficionado al veneno de primera tampoco, pero decidió no mencionarlo.


Cortó la red para liberar a Percy y lo apoyó en la pared del templo, envolviéndolo en el escudo de aire del


ventis. El oxígeno se estaba volviendo ligero, pero Jason esperaba que eso ayudara a expulsar el veneno de


los pulmones de su amigo.


Parecía funcionar. Percy se inclinó y empezó a dar arcadas.


-Ugh. Gracias -Jason exhaló aliviado.


-Me tenías preocupado, hermano.


Percy parpadeó, los ojos entrecerrados.


-Aún estoy un poco confuso. Pero... ¿le prometiste a Cim una estatua?


La diosa se cernió sobre ellos.


-Efectivamente, lo hizo. Y espero que lo cumpla.


-Lo haré -dijo Jason-. Cuando ganemos esta guerra, me aseguraré de que todos los dioses sean recon-


ocidos.


Colocó su mano en el hombro de Percy.


-Mi amigo inició ese proceso el verano pasado. Hizo que los Olímpicos prometieran prestarles más


atención a ustedes.


Cim suspiró.


-Sabemos lo mucho que valen las promesas de los Olímpicos.


-Lo cual es la razón por la cual voy a terminar el trabajo.
Jason no sabía de dónde salían esas palabras, pero la idea se sentía absolutamente correcta.


-Me aseguraré de que ningún dios sea olvidado en ninguno de los dos campamentos. Quizá tengan tem-


plos, o cabañas, o al menos altares...


-O tarjetas de colección -sugirió Cim.


-Seguro -Jason sonrió-. Iré de ida y vuelta entre los dos campamentos hasta que el trabajo esté hecho.


Percy silbó.


-Estás hablando de docenas de dioses.


-Cientos -corrigió Cim.


-Bien, entonces -dijo Jason-, puede tomar un tiempo. Pero serás la primera en la lista, Cimopolea...


La diosa de las tormentas que decapitó a un gigante y salvó nuestra misión.


Cim acarició su cabello de medusa.


-Ese será lo suficientemente bueno -Se dirigió a Percy-. Aun así lamento no veros morir.


-Me dicen eso a menudo -dijo Percy-. Ahora, acerca de nuestro barco...


-Aún está en una pieza -dijo la diosa-. No en muy buena forma, pero sereis capaces de llegar a Delos.


-Gracias -dijo Jason.


-Sí -dijo Percy-. Y, en serio, tu esposo Briares es un buen tipo. Deberías darle una oportunidad.


La diosa recogió su disco de bronce.


-No presioneis vuestra suerte, amigo. Briares tiene cincuenta rostros; todos ellos feos. Tiene cien manos,

la sangre del olimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora