Capítulo 16

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Será mejor que tengas cuidado, quien quiera que seas. No confío en ti, ¿está bien? Me pareces un asqueroso que está arriesgando el pellejo al modo estúpido. No contabas con que yo estaría dispuesta al entregarme el cuchillo, ¿verdad? Pero cuento con el factor sorpresa, Gabriel.

Él respiraba entrecortadamente, como si no pudiera creer que yo realmente tuviera su vida colgando de mis manos.

—Si te mueves, ten la seguridad de que esto estará pegado en tu dulce cuello y les diré a todos que intentaste matarme.

—¿Qué quieres que te diga, Ana?

—¿Qué haces aquí?

—Me estoy ocultando. Y es verdad, no oculto nada. Me molesta la actitud de todos aquí, me recuerda a la perfecta sociedad distópica que creó el gobierno, porque todos parecen ser felices aún después de que mi familia murió.

Eso tenía fundamentos, y estaba bien estructurado. De momento, me pareció real.

—¿Te ocultas del gobierno? —mi pregunta lo tomó desprevenido. Su mirada atravesó por un segundo mi marca, de nuevo.

—¿No todos lo hacemos?

Apreté con más fuerza el cuchillo.

—¿Tienes un motivo aparte de lo obvio? ¿Con quién hablabas cuando entré?

Empecé a escuchar pasos, lo que me obligó a bajar el cuchillo y tirarlo en el suelo.

Él me miró unos segundos, parecía mirar específicamente mis labios, como si esperara que otra pregunta se formulara. Yo imité su gesto, en una fracción de segundo en el que toda la rabia anterior se había marchado, dejándome inmovilizada sobre mi cuerpo, aunque él tampoco tenía la mayor intención en moverse. La voz de Mark fue la que nos separó definitivamente.

—¿Qué está pasando?

—Nada —dije yo, evitando que Gabriel hablara—, un pequeño tropiezo, eso es todo.

Volteé a ver la entrada, donde la cabeza de Mark se asomaba. Le sonreí.

—¿Tardarán mucho? Miguel quiere hablar con Gabriel.

Sus ojos delataban furia y sus manos hechas puño no predicaban nada bueno.

—Tendremos que posponer esto, Gabriel —susurré, asegurándome que Mark no nos escuchara.

—¿La matanza, la discusión o el beso?

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La última opción me tomó desprevenida, por lo que se me heló la sangre. Sólo por una fracción de segundo se me había ocurrido besarlo, más pensando en que era Daniel el que se acercaba para descubrirnos y se supone que yo debía actuar como la loca enamorada.

Que Gabriel lo hubiera pensado también, me ponía tensa.

Intenté salir de ahí lo más pronto posible, y Mark me extendió su mano tan pronto como estuve fuera.

Me puse de pie y quedé cerca de Mark mientras Gabriel nos observaba desde abajo. Me callé y comencé a caminar en dirección a la gran sala, más específicamente hacia Daniel. Mark corrió detrás de mí.

—¿Qué hacías con ese tonto?

Me habían hablado toda la vida de ellos, pero había dudado de su existencia hasta ese momento: celos. Y estos eran celos irracionales. Si me hubiera visto con el cuchillo en la base de su cuello, tal vez no me hablaría así ahora.

—Conversando, como es natural.

Me detuvo poniéndose frente a mí.

—No estaban conversando. Ustedes...

—¿Sí?

—Parecía que estuvieran a punto de besarse.

—No digas tonterías —dije, quitándole importancia al tema—. ¿Dónde está Daniel?

—Estaba hablando con Miguel, demorarán. Ahora contesta mi pregunta.

Puse los ojos en blanco.

—No recuerdo cuál era la pregunta.

Observaba entre todos los presentes, aún con la esperanza de encontrar a Daniel.

—¿Qué estabas haciendo con él?

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