Él me miró, sin entender. Tenía cierto aire de superioridad que me alarmaba.
—¡Identifícate! —le ordené.
Él dejó el libro con lentitud junto a la cama y levantó la mano para mostrarme la marca roja en su muñeca derecha. Me tranquilicé, recordando que Miguel me había dicho que había un refugiado en la casa, y que no debíamos molestarlo. Me iba a disponer a salir, cuando éste habló.
—Identifícate tú ahora.
Su voz era dura, y parecía ordenarme.
—No tengo por qué acceder.
Si él era duro, yo podía alcanzar lo doble.
—Llamaré a alguien y le diré que no querías irte. Estoy seguro de que Miguel les advirtió que debían abandonar el lugar tan pronto me encontraran.
Me quedé callada, frunciendo el ceño. Sabía que el chico no habría pasado un momento agradable al ver cómo mataban a su familia frente a sus ojos, así que con todo mi pesar accedí.
Levanté la manga de mi blusa y le mostré la marca roja en mi muñeca.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó, con cierta alarma en su voz.
—¿Cómo te llamas tú?
Bien, estaba empezando a sentirme desesperada.
—Gabriel, me llamo Gabriel.
—Me llamo Ana.
El silencio entre nosotros me pareció más incómodo de lo normal. Yo lo observaba, mientras sabía que algo se sentía diferente. Él también me observaba, escrutándome con la mirada, como si buscara encontrarme defectos.
Observé que él miraba su marca con detenimiento, para después mirar la mía. Ese simple gesto me puso nerviosa, por lo que comencé a caminar hacia atrás.
Puse mis brazos por encima de mi cabeza, buscando la salida.
—Será mejor que me marche, Miguel nos advirtió que no debíamos molestarte.
Por un momento pensé que protestaría, pero se quedó callado, mirándome.
—Sí, será mejor que te marches —admitió.
Tomé el libro que se me había resbalado de las manos y me tomé impulso con mis codos para sacar mi cuerpo. Salí y cerré con sumo cuidado de no hacer ruido. Temía poner alerta a Miguel.
Regresé a donde estaban todos dormidos. Nadie había notado mi ausencia, por lo que me recosté de nuevo cerca de Frank, cerré los ojos y me dispuse a escapar unas horas de la realidad.
A la mañana siguiente nos presentaron oficialmente a Gabriel. Su cabello estaba despeinado sobre su frente y su piel seguía igual de blanca cuando se paró en el comedor como la había visto la noche anterior apenas iluminada por un foco, iba haciendo un gesto con la cabeza mientras le presentaban a cada uno de nosotros.
Sus ojos azabache se posaron en mí durante una fracción de segundo cuando mi nombre fue pronunciado y sentí que algo me arrancaba la respiración, aunque de momento no me detuve a analizar del todo la situación. Frank me habló, y por su tono de voz supe que era como la tercera o cuarta vez que me repetía lo mismo.
—¿Mande?
—Te pedí la sal. ¿En qué mundo estás, Ana?
Tomé la sal y la puse cerca de él. Mi cabeza volvió a moverse en dirección a Gabriel, que se sentaba al lado de Miguel y charlaba con Daniel. Daniel parecía entusiasmado, mientras su oyente sólo asentía, manteniendo una expresión tranquila, o tal vez indiferente.
África notó a dónde se dirigía mi rostro y me dijo en un susurro:
—Es apuesto, ¿eh?
No emití comentario alguno respecto a lo que acababa de decir, pero sí aparté la mirada del chico para posarla sobre África.
—Me parece sospechoso.
—Puedo hacerle un arresto entre mis labios, si es lo que quieres decir al insinuar que es sospechoso.
Rió por su mal chiste y yo me limité a dejar que un mohín de alegría atravesara por mi rostro.
—¿No te parece extraño?
—Tiene la marca, automáticamente se convierte en alguien como nosotros. Además está atravesando una situación difícil, ¿lo recuerdas? Su familia fue masacrada frente a sus ojos.
—Eso es lo que me pone en duda —confesé—. ¿Cómo fue que salió vivo y supo exactamente dónde encontrar a Miguel? Además mira su rostro, nos mira como si pensara que fuéramos todas escorias.
África dirigió su mirada a Gabriel, para después regresar a mí.
—Tal vez estoy enloqueciendo —solté, al fin. Siempre había esperado que la locura llegara a mí—. Pero... tiene algo.
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Desprogramados
Ficção AdolescenteHabía una vez un cuento que no era de hadas y una chica que no era especial. En este mundo el amor ha sido casi arrebatado por completo de los cuerpos, teniendo por resultado una sociedad feliz. Nadie esperaría la existencia de un grupo de resiste...