¿Cómo habíamos pasado de los insultos a esto en cuestión de segundos?
—Yo no quiero procrear —comencé a decir mis deseos en voz alta, como si estuviera sola—. Yo no quiero ser una máquina de bebés, porque... siento que hay algo más que dedicarse a tener sexo, que besar por quererte sentir protegida...
Todas mis defensas estaban cayendo, y se lo debía al temor vivido las últimas horas. A darme cuenta de que todos pendíamos de un hilo. Tal vez si Gabriel veía algo salvable de aquí, si él realmente era un infiltrado, tendría piedad.
Ahora prácticamente estaba rogando por mi vida.
—Entonces aún no lo has decidido.
—Daniel cree que Mark es ideal para mí, pero, ¿yo cómo voy a saberlo? Tal vez me han vendido una versión del amor que no existe, tal vez tantos libros me han dañado el cerebro de forma permanente y no hay vuelta atrás. Pero luego me digo: "ellos nos están persiguiendo por esto, porque saben que se trata de algo poderoso"; sin embargo, nunca será poderoso si no están dos incluidos en esto, si no hay dos personas tan locas de amor que sean capaces de hacer todo por el otro.
Lo dejé callado. Comencé a sentirme apenada por mi reciente confesión de tonta cursi y romántica, pero él parecía estar reflexionando. Daniel me había sugerido que actuara como una loca enamorada porque seguro sabía los efectos que podría tener, sabría lo que los hombres sienten con palabras como las que acababa de pronunciar. Pero sobre todas las cosas, me sorprendió el deseo que había tenido de decirlas, lo bien que me sentí después de decir todo en voz alta.
—Te sorprendería conocer mi punto de vista en esto —declaró, con los ojos fijos en los míos.
—Cuéntamelo.
Por primera vez en toda mi corta vida, mostraba ansias reales. No eran para agradarle al resto, ni para enterarme de cosas por mi beneficio. Quería saber más sobre Gabriel.
—No ahora, tal vez nunca. Ana, será mejor que nos encontremos con los demás.
Así que la proximidad también tenía cierto efecto en él.
—Te recuerdo que es tu cuerpo el que no me deja escapar.
Se separó con todo el pesar que la situación requería.
—Ahora puedes irte.
No.
—Sí, pero... si ocultas algo Gabriel, ten por seguro que lo descubriré —volví al estado sombrío del principio, después salí.
Lancé un largo suspiro una vez fuera, sintiendo que todo volvía a la normalidad en mi cuerpo. Me había parecido una eternidad estar en esa habitación. Al parecer, Mildred y Roberto habían dejado de ser el centro de atención y ahora todos estaban centrados en sus cosas. África se acercó a mí y con un movimiento de cabeza me indicó que la siguiera. Pronto estuvimos lo suficientemente lejos para que ya nadie nos escuchara.
—Te vi encerrarte en esa habitación con Gabriel —admitió, apenada—. ¿Pasa algo entre ustedes?
No entendí su interés, pero me callé para que ella pensara en qué decirme a continuación.
—Él te mira diferente, Ana. Parece querer estrangularte con la mirada más de la mitad del tiempo, la otra mitad parece realmente interesado en ti, cómo te mueves, cómo te comportas, lo que puedas hablar, decir...
No sabía si sentirme halagada u ofendida.
—No sé a qué te refieres. Yo no sabía que él estaba en esa habitación cuando entré, luego mantuvimos una plática de lo más trivial. Ambos tenemos claro que no estamos en un cuento de hadas y que el amor no está hecho para disfrutarse.
Ella sonrió de un modo extraño, como si por un segundo estuviera en mis zapatos dispuesta a sacar provecho de esta situación de forma diferente.
—No conozco tu pasado, y no intento inmiscuirme en tus asuntos personales, porque realmente deseo que puedas tú sola con eso, pero sólo me gustaría darte un consejo por esto que se parece a amistad y hemos formado en poco tiempo —sonrió, como intentando darme confianza—. Quiero que seas feliz, aún contra lo que te cueste. Y el corazón no decide muchas cosas—iba a protestar diciéndole que el corazón no era lo que nos hacía sentir del todo, pero una mirada represiva me atacó—. Uno nunca sabe después de todo, y no necesito tus contradicciones, y que me asegures que no te enamorarás jamás y todo eso.
No tenía ni idea de lo que decía, se estaba dejando llevar por una idea romántica. Decidí que era una pérdida de tiempo explicarle que lo de Gabriel era algo así como una misión por cumplir, siendo que posiblemente era peligroso.
—No tiene caso, África —suspiré sonoramente—. Aun cuando algo pasara, que no pasa, nos iremos pronto. Y él se quedará aquí...
La mirada de África expresaba asombro y confusión.
—No lo sabes...
Me quedé petrificada, ¿no saber qué?
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Desprogramados
Genç KurguHabía una vez un cuento que no era de hadas y una chica que no era especial. En este mundo el amor ha sido casi arrebatado por completo de los cuerpos, teniendo por resultado una sociedad feliz. Nadie esperaría la existencia de un grupo de resiste...