Comencé a desabrocharme los botones de la camisa a cuadros que tenía puesta, de franela. Descendió lentamente hasta dejar mi piel blanca cubierta únicamente por mi sujetador. Mi cabello intentó cubrir la desnudez de mi dorso, sin éxito. Pasé rápidamente la playera de tirantes sobre mi cabeza y volteé a mirar a Gabriel que, o no estaba mirando, o lo sabía disimular bastante bien. Luego me quité el pantalón de mezclilla y metí rápidamente entre mis piernas el pequeño short de mezclilla.
Miré la marca expuesta, pero no creí que supusiera un peligro ahora. Por si acaso, dejé un suéter afuera antes de botar la mochila al asiento trasero.
—¿Lo ves? No soy tan pervertido sexual como pensabas.
—Cállate. ¿Cuál es el plan? Ni siquiera sé a dónde conduces.
—Tengo contactos en la capital, viajaremos en helicóptero. ¡Sorpresa!
Me quedé boquiabierta. ¿Qué?
—Sé que podemos llegar en auto, pero será más fácil rastrearnos. Iremos a la torre de Justicia que se ha instalado en el norte de la ciudad, pero eso será más tarde. Toma la mochila morada.
Miré de nuevo la pila de mochilas y tomé la morada. Qué obediente, se burló la vocecita de mi cabeza que últimamente no me dejaba en paz.
—Ábrela y ten una grata sorpresa.
Jalé del cierre y miré el interior. Había muchos folders. Tomé el que decía mi nombre y al abrirlo me topé con un acta de nacimiento, un pasaporte, una cartilla de vacunación y hasta un carnet de biblioteca falsos. Tenían mi foto, pero no mi nombre. Decían: "Clara Ruiz Martínez". Estado civil: casada.
—¿Casada?
—Amada mía, tú y yo fuimos seleccionados después de una larga lista para unirnos en matrimonio. Nos casamos en Roma hace tres años, hemos viajado por todo el mundo y le hemos expresado al gobierno que no queremos tener hijos aún. Vivías en Francia con tus padres hasta que decidiste residir en Atemia y yo nací aquí. Nos conocimos cuando nos llegó el aviso de que se había seleccionado una pareja ideal para nosotros y no pusimos ningún prejuicio. No se te olvide que ninguno siente nada por el otro y grábate eso en la cabeza como si fuera tan real como que en cualquier momento una bala silenciosa puede pasar por tu cabeza.
La voz de Gabriel era dura y seria, por lo que ni siquiera se me ocurrió bromear. Aspiré el aire que se estaba volviendo denso, pero supe que esto era lo que tendría que haber hecho desde siempre: buscar la manera de entrar al gobierno para tomar venganza.
—Dentro de la mochila rosa hay unas tijeras y maquillaje. Me gusta tu cabello castaño, pero debido a tus descuidos y esa foto pegada en todos lados, tenemos que hacer algo. Quiero que te lo cortes, lo más corto posible, y también que te maquilles.
—No sé hacerlo.
—Inténtalo.
Miré las tijeras sin poder digerir la idea.
—¿Crees que luzca muy diferente?
—Cuando hagas eso pasaremos a algún motel, te ducharás y créeme que nadie notará quién eres en verdad. Ni siquiera Mark dará con la diferencia.
—¿Seguro que ellos estarán bien?
—Segurísimo, ya tranquilízate. Deben haber leído la nota hace horas, además de que Mark se volverá loco; sin quererlo nos encargamos de que pensara que había algo entre nosotros. ¿Lo recuerdas? Cuando querías clavar ese cuchillo en mi cuello y él pensó que estábamos a punto de besarnos. ¡Qué cosas!
—¿Siempre eres tan burlón?
—Sólo en ocasiones especiales; pero tranquila, no creas que esto es muy especial. Sólo que sí lo planeé con anticipación y he esperado la revancha desde que mataron a mi familia.
—¿Soy tu perfecta venganza?
Había cierto rencor en mi voz. No me gustaba ser usada.
—No pongas esa expresión. Ambos estamos tomando algo de esto, y nos sentiremos mejor al final.
—¿Qué es lo que vamos a buscar? ¿Qué tomas tú por venganza?
—Hay algo así como "una cura". Hay un método de operación donde puedes reconectar lo que se ha desconectado en el cuerpo de las personas. Si logramos encontrar el método original, el que se le aplicó a toda esa gente, entonces podremos iniciar un levantamiento, podemos regresar a toda la gente a su forma natural. Además siempre he querido saber algo.
—¿Qué?
—¿Por qué existe gente como Daniel? Gente a la que no le pueden desconectar los sentimientos.
—¿Crees que exista una respuesta lógica?
—¿Crees que no?
—¿Por qué estás tan seguro de que cooperaré contigo cuando estemos ahí, de que dejaré que uses mi marca para entrar y todo eso?
—Porque estás aquí. Estás en mi auto, lejos de tu familia, lejos de alguien que pudiera salvarte, estás en mis manos; y eso es porque confías en mí, aunque quieras negarlo.
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Desprogramados
JugendliteraturHabía una vez un cuento que no era de hadas y una chica que no era especial. En este mundo el amor ha sido casi arrebatado por completo de los cuerpos, teniendo por resultado una sociedad feliz. Nadie esperaría la existencia de un grupo de resiste...