Capítulo 1

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Sentada en los escalones de la entrada, en un día de lluvia, estaba Jaimie en compañía de Bleau, su perro pastor.

 Cuando el cartero, con un flamante chubasquero amarillo hizo su aparición.

 Vio como subía a paso calmado desde la esquina, mientras se iba ordenando algunas cartas en sus manos. Instintivamente llevó su mano al collar de Bleau, para que no saliera tras el pobre hombre a darle un fuerte saludo, casi derribándole al suelo como ya había sucedido más de una vez. Pero el color de uno de los sobres que llevaba, hizo que no empleara la suficiente fuerza en el agarre, no pudiendo evitar que el perro saliera veloz y feliz al encuentro del hombre, cuando éste hubo llegado enfrente del buzón de la casa de su madre.

-¡Bleau! -Lo llamó nerviosa posicionándose con rapidez en pie y yendo en su búsqueda-. Disculpe señor Colville, pero mi perro esta enamorado de usted -Sonrió alcanzando al animal a tiempo de que se alzara con sus dos patas traseras.

-Tranquila pequeña -Sonrió el hombre mayor, inclinándose para acariciar el animal -Sabes que me encanta éste chucho, pero su energía me supera.

-¿Hay cartas para mí madre? -Preguntó intentando aparentar calma, a pesar de ver el sobre dorado en las arrugadas manos.

-Sí -Dejó de acariciar al animal y la miró con cariño-. Y traigo una especial para ti cariño -Le guiñó un ojo-. Te ha llegado el momento... -Dijo entregándole cuatro sobres y el dorado, siendo el de arriba del montón-. Espero que se te merezca. Hasta otro día -Se despidió con su paso tranquilo, para seguir con su trabajo.

La lluvia los estaba calando a los dos, pero no le importaba. Sus sentidos se hallaban en aquel momento volcados en recuperar la calma en su respiración, tras aquel fuerte shock. Por más que había gritado desde lo alto de una montaña al universo, éste la había ignorado por completo.

 Llevaba enfadada con él tres años, cuando apenas tenía trece primaveras. Fue cuando éste decidió romper su pequeña felicidad.

 El matrimonio de sus padres.

 Su madre, como le había sucedido a ella, también había recibido aquel sobre dorado. Lo único malo, que en aquella época Juliette no era una mujer soltera como ella. No señor, ella tenía marido y una hija de doce años... A los que tardó un año en abandonar, para irse a vivir con su verdadera alma gemela.

De acuerdo que sus padres tenían a veces algunas peleas, pero como la podían tener todos los matrimonios que igualmente estaban unidos por aquellas cartas doradas. Nadie era perfecto, todos tenían diferentes puntos de vista. Y puede que por aquella época su madre se sintiera un poco sola, cuando su padre viajaba largas semanas a causa del trabajo. Pero a lo mejor, si se hubieran sentado a hablarlo en vez de hacerle llegar a Juliette aquella carta, puede que las cosas se hubieran arreglado y ellos se hubieran unido un poco más.

-¿Jaimie, qué haces ahí fuera bajo la lluvia? -Peguntó su madre saliendo al porche delantero de la casa-. Cariño... -Volvió a llamarla con el ceño fruncido, al ver que seguía quieta bajo el agua sin responderle y con la mirada lejos de allí-. Jaimie... -Volvió a llamarla, logrando captar su atención al ver que giraba su cabeza y la miraba con sus ojos hundidos en la más profunda desesperación y tristeza-. Hija... -Susurró preocupada por lo que estaba viendo. Hacía muchos años que no tenía ella aquel dolor reflejado en su mirada-. ¿Estás bien? -Preguntó alargando su brazo, pero al instante siguiente lo encogía hacia su pecho, al ver como la joven salía huyendo calle abajo flanqueada por su inseparable perro-. ¡Jaimie! -La llamó en un último intento desesperado, pero su hija la ignoró dejándola allí preocupada. Bajó los cuatro escalones para recoger lo que había tirado al suelo, cuando al fin pudo comprenderlo todo. Su hija, había recibido su sobre... -. ¡Paul! -Cogió veloz las cartas del suelo y entró en la casa en busca de su marido-. ¡Paul!

Ocultándose Al Amor  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora