Capitulo 5

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Al llegar a su hotel, dejó la moto estacionada en la plaza que le tocaba, se quitó el casco y emprendió marcha hacia su dormitorio. Pero por el camino, observaba con gesto nervioso a todo aquel que fuera piloto. Por el momento, eran rostros conocidos. Con paso aún ligero, rebuscó dentro de su mini bolso el móvil, sin bajar en ningún momento la mirada. Cuando lo extrajo, con dedos veloces marcó la tecla primera que le re-direccionaba la llamada a su padre. Sonaron cinco tonos, al sexto saltó el buzón de voz indicándole que dejara un mensaje y más tarde él procuraría ponerse en contacto. Maldiciendo por lo bajo, colgó y le dio a rellamada. Ya quedaban pocos metros para llegar a la que era su habitación, cuando volvió a saltar el buzón de su padre. Era obvio, que en aquel momento se hallaba ocupado para poder atenderla. Con gran impaciencia, introdujo la tarjeta en la cerradura y abrió la puerta, para cerrarla veloz con cierta desesperación en ello.

Soltó el bolso, la llave y la bolsa con el libro allí mismo, dejándolos caer al suelo en un golpe sordo por la moqueta de éste. Después, fue ella la que arrastró su espalda hacia abajo por toda la puerta, hasta acabar sentada en el suelo con las piernas encogidas.

Pensaba en mucho y a al vez en nada. Su mente, en aquel momento era un caos. Todo se le mezclaba. Pensaba en su padre, recordaba la imagen de Santino observándola y luego saludándola, con aquella sonrisa... Y también pensaba, si sería un movimiento correcto el llamar a su madre. Tal vez, por casualidad su padrastro supiera algo de su presencia allí.

¿Sería posible? Suspiró con gran fuerza, ante la pesadilla que se le venía encima. Santino Vizenzo, allí en Alemania en la misma ciudad y posiblemente, en la misma competición. Tenía que ser aquel el único motivo. No se le ocurría nada por lo que él anduviera por aquellas calles. Su coche de carreras pertenecía a una casa italiana, de modo que no venía a buscar ningún recambio. Y de todos modos, no creía que viniera él por ello. Ya tenían a gente como ella o su padre, para encargarse de esas cosas. Por lo tanto, no había que dar más vueltas. Si Santino Vizenzo se hallaba en Alemania, es porque iba a participar en la competición de motores V8.

Varios sentimientos contradictorios afloraron con aquella posibilidad. Admiración por el nuevo reto que buscaba el hombre. Iba a ser algo emocionante de presenciar. Y terror al saber que lo iba a ver todos y cada uno de los días, que durara aquella competición.

Entonces, no había servido de nada. El decepcionar a su padre, en dejarlo plantado con lo de Italia. Utilizar el apellido de su padrastro. Y lo más importante, huir como una cobarde a otro país. Para nada. Él se hallaba allí para satisfacción del destino. Que idiota había sido, al pensar que ella, una joven de veinte y un años iba a engañar al destino.

Mejor se daba una relajante ducha, para refrescarse la cabeza. Había llegado el momento de afrontar las cosas con seriedad y madurez.

Volvía al hotel completamente frustrado. Había dado un par de vueltas más, pero ni rastro de la joven. Su comportamiento había sido el de un completo jilipollas. Desde un principio, tendría que haber hecho caso a su instinto. Seguirla desde una distancia prudente, conocer en donde habitaba y luego, tranquilamente avanzar poco a poco en conocerla. No que la había asustado como a un conejo, cuando se topaba con los faros de un coche en la oscuridad de la carretera. Pero sinceramente, estaba más que sorprendido con aquello. Era la primera vez, que una mujer ponía distancia con él de una forma tan veloz y peligrosa. Normalmente las mujeres eran las que se le acercaban, sin tener que molestarse él mucho en conquistarlas.

Pero aquel día y aquela joven, habían despertado en su interior un deseo que creía muerto. Y estaba seguro, que era ella. ¿Cuándo la simple visión del cabello y los brazos de una mujer, le habían dado tan fuerte en la lívido? Por ello que estaba de aquel humor de perros. Tenía que encontrarla, la necesitaba. Ponía la mano en el fuego, que era ella. Después de tanto tiempo perdida, parecía que el destino volvía a darle una pista más. Pero tenía que ser la última, no más semanas que pasaran a convertirse en meses solitarios, con un enorme vacio interior.

Ocultándose Al Amor  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora