Capítulo 3

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Los días habían pasado, y solo quedaban tres para que todo el equipo de su padre, emprendiera la marcha a Italia. Su emoción no podía ocultarse. Y durante todos aquellos días, poco había descansado. Cuando el sol se ocultaba en el horizonte, era cuando se dirigía a la ducha para quitarse la grasa de las manos y de la cara. Cenaba y en vez de salir a dar una vuelta con sus amigas, prefería sentarse en su ordenador y hacer funcionar un poco más su cerebro con la teórica mecánica.

Tan absorta estaba en la pantalla del ordenador, que no reparó en la llegada de su madre a casa de su padre.

-¡Cómo que aún no tienes las maletas hechas! –Regañó ésta, abriendo la puerta de su dormitorio sin llamar.

-¡Mamá que susto! –Se giró de sopetón hacia ella, con los ojos como platos.

-Responde –Puso los brazos en jarra-. En tres días os marcháis, y tú bien tranquila en el ordenador.

-Porque se prepara en un momento –Suspiró, yendo a darle un beso-. ¿Viniste sola?

-No –Miró a su alrededor-. Paul y tú hermano, están abajo con tu padre –Suspiró también-. Les doy cinco minutos más, y de seguro que van al taller.

-¡Coches! –Se escuchó el emocionado grito de Pierre por la ventana.

-Creo que menos –Rió Jaimie, ante la expresión de fastidio de su madre-. Realmente Paul tiene razón, mi hermano pequeño siente cierta emoción hacia los coches.

-No me cambies ahora de tema –Renegó su madre-. ¿Cuándo pensabas comenzar con las maletas?

-Mamá, quedan tres días y tampoco me voy ha llevar mucha ropa –Volteó los ojos, saliendo de la habitación y bajando a la planta baja para ir a la cocina y beber algo. Pero unas bolsas en el suelo del comedor le llamaron la atención-. ¿Y eso? –Señaló con el dedo.

-Es mío –Sonrió su madre-. Para ti... -Dijo riéndose al ver la mirada de horror de su hija-. Tranquila que no van a morderte.

-De eso no estoy muy segura –Se acercó a las bolsas para descubrir que contenían ropa-. ¡Mamá, no tenías que comprar nada!

-No quiero escuchar ni una protesta sobre ello –Se acercó a ella para sacar un vestido largo estampado de flores-. No voy a dejar que mi hija se paseé por Italia solo con tejanos y el mono de mecánico.

-En eso estoy de acuerdo con tu madre –Habló su padre, apareciendo en aquel momento con Paul y Pierre-. Una bella joven, debe mostrarse...

-Pero si no creo que apenas tenga tiempo –Protestó la chica.

-Cariño, allí también vamos a divertirnos un poco –Rió su padre-. No todo es trabajo. De acuerdo que al principio sí, pero luego todo estará encauzado.

-Tranquila –Le guiñó un ojo Paul-, no todo son faldas y vestidos. Yo eh escogido algunas bermudas a juego con sudaderas y tops.

-Me dais mucho miedo –Confesó agarrando las bolsas y subiendo a su dormitorio, seguida de Juliette y su hermano pequeño-. Venga, vamos hacer las maletas... Y suerte tienes que aún estaban sin hacer, porque esto lo llevabas claro de que deshiciera todo para meter esto –Dijo señalando las bolsas.

-No seas tan quejica –Le recriminó su madre, secando la maleta grande de encima del armario y dejándola encima de la cama-. Bien, comencemos con éste jaleo.

Media hora después, tenían montones de ropa organizada encima de la cama, para ir descartando a medida que iban guardando otra. Cuando vio como su madre se quedaba muda y mirando fijamente a un punto determinado. Frunciendo el ceño, también dirigió su mirada hacia allí para soltar un grito de horror, consiguiendo alertar a los dos hombres que estaban abajo y subieran veloces por las escaleras.

Ocultándose Al Amor  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora