Capítulo 4

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No había sido nada fácil el aguantar las caras de sus padres, en el momento que les expuso su cambio de planes a última hora. Todos sabían a que se debía. Y lo más duro, ver en sus ojos la decepción a que no se enfrentara de una vez por todas a su destino. Pero aún así, había sido determinante en ello y ahora, se encontraba en la carretera de camino a Alemania con su tío Henri y todo su equipo. Éste, estaba más o menos al corriente de todo aquel cambio de última hora. Pero por fortuna suya, no iba a molestarla en ese asunto. Se le veía bien emocionado al poder tenerla en su equipo, para la competición de los motores V8. Él se encargaría de cuidarla, como había prometido. Pero no había que ser muy listos, para saber que estando ella allí y su destino en Italia, no habría motivo alguno para convertirse en su vigilante personal. Jaimie, era una chica adulta responsable de sus actos. Salvando todo lo referente a la carta. Allí, su uso de razón podía distar de estar compaginado con el de todos.

A pesar de estar alejándose cada vez de su destino dorado, la inquietud no la abandonaba en ningún momento. Trataba de calmarse al recordarse una y otra vez, que ahora volvía a jugar nuevamente con ventaja. Gracias a su hermano pequeño, había podido averiguar lo que el destino le tenía preparado. ¿Era posible que el destino fuera tan tonto y que lo pudiera volver a despistar? ¿O nunca lo había hecho y todo era una treta suya? Solo eran nervios tontos lo que la acosaba, por tener todas aquellas preguntas sin una respuesta. No tenía que sentirse en ningún momento culpable. No estaba haciendo ningún daño a nadie. Solo quería vivir libre por un tiempo más y poder comprobar, que sus sentimientos no eran dictados por la carta. ¿Tampoco estaba pidiendo mucho, no? Soltó un suspiro cargado de duda mientras dejaban atrás un cartel en donde les informaba que apenas les quedaban unos cien quilómetros para llegar a su destino.

Solo quedaban unos noventa minutos para llegar al final del trayecto. Aquello significaba que iba a tener que dejar su miedo y arrepentimiento de lado, para coger aquella vez ella el móvil y ser quien informara de su llegada a Alemania, sana y salva. Por el momento, quien se había encargado de ello había sido su tío. Pero no podía estar así todo el verano con sus padres. El que se ocultara a su destino, no significaba que tenía que ocultarse a sus seres queridos. Tampoco tenía que fallarles, pues siempre habían estado ahí con ella apoyándola en todo. De modo, que en menos de dos horas conectaría primero con su padre, para saber como iba su evolución en Italia. Recordándose mentalmente, de no preguntar ni un solo dato de Santino Vizenzo. No quería tener ni una sola referencia de él, de modo que quedaba prohibido encender la televisión en horario de emisión de noticias. Y tampoco leer ningún periódico o revista. Nada que pudiera ocurrir en entorno aquel hombre, tenía que afectarla en su decisión a poner distancia entre los dos. Iba a resultarle difícil, lo sabía. El saber que su padre se hallaba allí con él. Y el tener que evitar la atracción que siempre había tenido de estar pendiente de toda su carrera, eran señuelos muy atractivos. Pero tenía que estar en todo momento alerta. De seguro que entre toda la gente que había allí para aquella competición, alguno podía estar haciendo un seguimiento a la de Italia y comentarlo cuando ella por casualidad anduviera cerca. Tenía que ir con mucho cuidado.

Otro punto difícil, era la llamada a su madre. Quien se hallaba de vacaciones en el cálido aire mediterráneo de España. Era quien más podía persistir en su error. Pues aunque la apoyara, había que recordar que se hallaba más del lado del destino dorado. Sería el único familiar, que mostraría seguramente un poco de queja ante su cobarde huída. Pero era lo que había y ella lo sabía.

Tres días llevaba ya en Alemania, y por el momento todo transcurría de manera normal, salvando el stress de la llegada de los coches de carrera, los pilotos, periodistas... Lo habitual en una ciudad, a cuando se iba a celebrar una competición de aquella envergadura. Por el momento, aún no tenían que trabajar al cien por cien hasta que todo el mundo estuviera allí. Y vieran su zona de trabajo y calendario. Por ello, que prácticamente disponía de todo el día para dar vueltas a su antojo por la ciudad. Y para ello, había alquilado una moto. Lo mejor para desplazarse uno por la ciudad, sin problemas en el aparcamiento.

Ocultándose Al Amor  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora