Capítulo 22

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Tal como dijo aquello, se dio media vuelta para ir en busca de un ordenador. Tenía muchas cosas que averiguar. Aquello significaba que él siempre había tenido razón con lo que sintió la primera vez que la vio. Detuvo sus pasos de golpe, cuando se percató que Sandro no le seguía. Se giró y lo halló parado y con mirada indecisa. Allí ocurría algo. Volvió tras sus pasos y lo miró fijamente a los ojos.

-No parece extrañarte mucho lo que te dije, verdad –Puso los brazos en jarra.

-No –Confesó con gran pesar y soltando un profundo suspiro.

-Escupe –Masculló Santino entre dientes, conteniendo su furia.

-Ella me pidió que callara cuando lo averigüé –Señaló un tanto encadenado.

-¿Cuando fue eso? –Preguntó en un gruñido con la mirada entrecerrada.

-Santino, creo que lo mejor sería que lo hablaras con ella –Expuso con cierta calma.

-Que lo hable con ella –Repitió con cierto sarcasmo en la voz-. Si no me lo ha confesado antes, crees que lo hará ahora.

-Santino, no es lo que tú crees –Salió en defensa de la chica.

-Lo que yo creo –Empleó cierta tiranía en su tono-. Es que mucho no se ha preocupado por mis sentimientos. Está claro que...

-¿No ves extraño que se haya querido ocultar de esa manera todo este tiempo? –Le interrumpió su amigo.

-Yo veo que todo ha resultado un juego para ella. Espero que os lo hayáis pasado muy bien a mí costa –Soltó un tanto despótico dándose la vuelta para marcharse.

-¡Espera por favor! –Imploró yendo agarrarlo del brazo para que no marchara. Llevándose una sorpresa cuando su amigo se dio la vuelta golpeándolo con el puño y tumbándolo en el suelo.

-Dejarme en paz –Masculló en un susurro, sabiendo que toda la gente de allí los estaba observando atentamente-. Puedes correr a decírselo –Soltó dándose la vuelta y alejándose de allí.

Llegó al garaje, para montarse en el acostumbrado Ferrari y salir de allí con el acelerador pisado a fondo. Tenía que quemar su adrenalina de alguna manera. Y aquella era la que más conocía y le gustaba. No era tan rastrera como el pegarle a su amigo. Abrió y cerró los dedos de su mano derecha hallándola un tanto entumecida, como queriendo deshacerse de aquella sensación tan repulsiva.

Era ella, sí que era ella. Su destino dorado. Pero ahora, su pregunta consistía en quien era realmente Jaimie Pianott. ¿Por qué le había mentido? ¿A que venía esconder su nombre? ¿Qué es lo que ocurría allí? ¿Entonces todo había sido una mentira? Pero era su destino dorado. Él la... Ahora mismo se sentía engañado. Notó como la vista se nublaba un poco a causa del cúmulo de lágrimas que querían caer, pero que él no iba a permitir que sucediera. Pisó con más fuerza el pedal derecho, notando como el coche adquiría más velocidad de la recomendada en aquella carretera. Además de ir ignorando la llamada insistente de su teléfono móvil. En aquel momento no estaba para nadie.

Dejaba la llave de la moto en recepción, en un estado de total agitación. Se había pasado toda la tarde preocupada, por la cena que iba a prepararle a Santino en su dormitorio. Más que nada, por lo que iba ha confesarle tras aquella velada romántica que iba ha ofrecerle. Gracias a Sergei, llevaba en su mano los detalles para decorar la estancia. Conociendo él bien la ciudad, la había llevado a una tienda donde se dedicaban exclusivamente a las noches románticas o de seducción, encontrando uno todo tipo de detalles interesantes. Por un precio muy razonable, había adquirido pétalos de rosas naturales. Varias velas diminutas, que se introducían dentro de recipientes de cristal de diversos colores para proyectar un tono adecuado a la noche que se esperaba. A más de dos pañuelos de seda del mismo tono, para tapar la luz de las lámparas de la mesita de noche. Y como le habían explicado, tenían doble uso por su suavidad si el cabecero de la cama era de barrotes. Aún recordaba como se había sonrojado ante aquel detalle, mientras que Sergei no había parado de reírse. Bien, solo le quedaba encargar que subieran la cena a la hora adecuada a su habitación.

Ocultándose Al Amor  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora