- 27- FINAL

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¡Por fin un día que no hacía tanto calor! Volvían a estar en la playa. Eran las seis de la tarde, la mejor hora del día para estar allí. No había tanta gente, ni gritos... Se podía escuchar mejor el ruido de las olas. Era una delicia para su paz mental. Habían decidido copiar algunos grupos de jóvenes, llevando una pequeña bolsa de carbón vegetal para hacer por la noche una pequeña hoguera. Su madre, iba preparada con pinchos de carne, pescado y verduras para hacerlos al fuego. Iba a ser una noche divertida, justo lo que necesitaba. Pasar buenos ratos, para olvidar pronto lo malo.

Parecía, que su estomago ya iba acostumbrándose al clima. Comenzando también a sentirse un poco más fuerte... ¿No decían que el tiempo lo curaba todo? He ahí una muestra, pensó con cierta ironía.

Incorporó medio cuerpo de la toalla, para buscar con la mirada a su familia. Estaban en la orilla, haciendo castillos de arena mientras que Pierre, se divertía derribándolos. Decidió levantarse, para unirse un rato en aquel juego.

-Hola, Jaimie...

Se quedó de pie, clavada encima de su toalla con la mirada puesta en la orilla del mar. Negándose a darse la vuelta, para volver a desilusionarse. ¿Cuántas veces le había parecido escuchar su voz? ¿Y cuantas, creía haberlo visto por allí entre la gente? Que ilusa, Santino no quería saber nada de ella. Le había engañado, ella... Algo en la expresión de su madre la alertó. La miraba, o mejor dicho, lo hacía algún punto tras ella. Su expresión, era de sorpresa... ¡Oh, no! Tensó la espalda, poniendo sus cinco sentidos en alerta.

-Sí, escuchaste bien –Dijo Santino con voz risueña, logrando que ella se girara de sopetón y soltara un gemido ahogado.

-Es... estás aquí –Tartamudeó estupefacta, justo antes de que sus ojos se voltearan y cayera inerte a la arena en un desmayo.

-¡Jaimie! –Se agachó Santino a su lado preocupado.

El sonido de unas voces, que no paraban de llamarla con cierta urgencia, fue lo que la sacaron de su letargo en la oscuridad. Abrió los ojos, para comprender que se hallaba tumbada y sus padres, atentos a ella con gran preocupación en sus miradas. ¿Entonces, encima de quien tenía apoyada la cabeza? ¡HO! Al momento recordó todo lo ocurrido. Primero había sido su voz y después, al darse la vuelta había visto a Santino.

¡Él se hallaba allí! Con suma rapidez, se sentó en la toalla y miró tras su espalda. No era un sueño. Tenía al piloto observándola atentamente.

-¿Te encuentras bien hija? –Preguntó Juliette con tono calmado.

-Sí –Respondió sin dejar de mirar al hombre-. Yo... No se qué me ocurrió...

-Supongo que fue la sorpresa –Señaló Juliette, mirando entonces a Santino.

-Hola –Sonrió el hombre alargando la mano-. Me llamo Santino, yo...

-Hola –Sonrió la mujer aceptando el saludo.

-¿Cómo lo averiguaste? –Interrumpió Jaimie.

-De modo que te preocupa más eso –Sonrió divertido Santino-. Que el hecho de qu eme halle aquí.

-Ahora no me vengas con juegos –Se cruzó de brazos, para mirarlo enfadada. Pero no podía... Lo amaba. Y se alegraba mucho de poder verlo una vez más. Suponía que venía en busca de una explicación... Había llegado el momento de contarle la verdad.

-Tenemos que hablar pequeña –Pidió Santino.

-Seguro que mí padre ha sido el chivo expiatorio –Suspiró con exageración-. ¿Qué le has prometido? Inquirió medio cerrando los ojos.

-¡OH, señor! –Gruñó el piloto sin evitar el mostrar una sonrisa-. Sigues igual de cabezona... Y no le prometí nada –Señaló.

-¡Ves! –Chascó los dedos-. Lo sabía...

Ocultándose Al Amor  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora