Capítulo 26

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Aquel sol, no tenía ni punto de comparación con el de Alemania. Apenas eran las diez de la mañana, y costaba estar bajo él. Por suerte, su padrastro había traído una enorme sombrilla, en la que cabían los cuatro perfectamente. Aunque le traía sin importancia si se quemaba, pero a partir del tercer día que llevaba en la playa de Gerona, que no se encontraba muy bien. Al parecer, el clima español no le sentaba muy bien. Hallándose en un constante mareo. Y no quería sumarle a su cuerpo aquel dolor y tirantez de piel, por no cubrirse un poco.

Hacía ya, diez días que había huido de Alemania. Dejando con aquella acción, a mucha gente decepcionada por no despedirse de ellos. Y por vergüenza, que aún no les había respondido a las llamadas y mensajes. No teniendo más opción, que quitarle la batería a su teléfono para no dar un pequeño brinco, cada vez que éste sonaba.

Por suerte, ni su padre ni tío, se habían enfadado con ella al abandonarlos de aquella manera. El trabajo lo había hecho, solo había faltado el recoger, pero como había indicado su tío... Eran muchas las manos que ya había por allí para aquel cometido. No pudiendo decir lo mismo de su madre. Quien se había sorprendido mucho, al verla llegar allí por sorpresa. Para después, echarle una pequeña regañina por su costumbre de huir de todo... Sumándose ahora aun estado de preocupación, al verla tan desanimada. Creyendo, que su estado de ánimo era el causante de su malestar diario.

Solo agradecía enormemente, el que nadie hubiera hecho ninguna pregunta. Pero comprendía, que tras tantos días les debía una explicación. Debía sacar fuerzas aunque no las tuviera. Se estaba haciendo daño así misma y a los de su alrededor, por dejarse consumir ante aquella tristeza.

No estaba nada bien refugiarse en el silencio, en sus penas, en aquella tristeza que reinaba en su maltrecho corazón. Tenía que luchar y dejar todo atrás. No debía vivir de los sueños, ni de la ausencia de su amor. Debía mirar el futuro, hacia su carrera como ingeniera.

Por ello, había tomado la decisión de contarles aquella noche a su madre y Paul, todo lo ocurrido en Alemania. Creía, que si se lo contaba se liberaría de aquel gran peso que le presionaba el corazón. Pudiendo respirar un poco mejor y volver a su casa, para emprender sus estudios. Había llegado el momento de dar un paso adelante y comenzar una nueva etapa en su vida sin Santino.

No pensaba rendirse. Si eso, es lo que quería la familia de ella. Pero le enfurecía el que no quisieran echarle una mano. Los primeros días que acudía hablar con Gerard o Henrí, los creía. Ellos no sabían donde andaba la chica. Solo que se hallaba bien... Pero después, la actitud que empleaban en cuanto aparecía le hacía desconfiar plenamente de ellos dos. Ahora, sí estaban informados del lugar. ¿Qué se suponía que tenía que hacer, para que compartieran aquella información con él? ¿Cuántos días habían pasado ya? ¿Quince, dieciséis? Si no veían aquello, como una dura penitencia. Nada lo haría.

Cogió aire en sus pulmones y llamó al timbre. Transcurrido unos minutos, escuchó pasos acercarse abrir.

-Buenos días, Gerard –Lo saludó con confianza.

-Hola chico –Sonrió el hombre-. Veo que no me vas a dejar ni un día tranquilo –Indicó arrastrando las palabras.

-No –Sonrió-. O no le caigo bien, o no me quiere para su hija... Una de esas dos opciones son las culpables, para que no me digas su paradero.

-Te equivocas –Dijo soltando un suspiro-. ¿Quieres una cerveza? –Preguntó señalando el interior de la vivienda con un gesto de cabeza.

-¿Sí la acepto, me dirá su paradero? –Preguntó un tanto desesperado por aquella pérdida de tiempo.

-No –chascó la lengua-. Santino, acepta que se encuentra bien. Y el motivo de nuestro silencio, es que pro orden de ella no podemos ni mencionarte. Así, que imagínate que ocurriría si te decimos su paradero –Rebufó.

Ocultándose Al Amor  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora