19.

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Justo ahora íbamos de camino a Xel-ha, era nuestro segundo día aquí y no habíamos descansado ni un poco, estaba un algo requemada por el día anterior. Mi mamá me había dicho que usara bloqueador pero como me gusta sufrir no lo hice y ahora estaba pagando las consecuencias.

Me até el cabello en un moño alto y luego comencé a ponerme el bloqueador, le pasé un poco a Javier y luego lo guardé en mi mochila.

Bajamos de la camioneta y los guías nos pidieron que los esperáramos en lo que ellos iban por los brazaletes.

―Hace mucho calor ―se quejó Javier mientras se abanicaba con su propia mano.

―Estamos en la playa, genio ―rodé los ojos y por su parte recibí un suave golpe en la cabeza, lo miré mal.

―Aquí tienen sus brazaletes ―anunció el señor entregándonos un brazalete azul a cada quien― ,nos veremos justo aquí a las siete.

La gente comenzó a caminar a la entrada.

Cabe mencionar que para llegar a ésta debíamos pasar por la tienda de souvenirs de la reserva, ya que Xel-ha es una reserva ecológica, el asunto es que el aire acondicionado del lugar era criminal, el cambio de temperatura era de tropical a polar, así de drástico.

Lo primero que hicimos fue buscar uno de los restaurantes a los que teníamos acceso.

―¡Comida! ―grité apenas entramos, unas cuantas miradas se posaron sobre mí.

―Ellos creen que eres rara ―susurró mi hermano.

―Idiota ―lo codeé.

―Sofía ―me reprendió mi mamá.

―Ya, lo siento Javi ―sonreí y me fui a la barra en donde se encontraban todos los platillos.

Alcancé uno de los platos y serví un poco de chilaquiles verdes, huevo y algunos frijoles, volví a nuestra mesa para dejar el plato y luego volví a la barra para agarrar un poco de fruta.

―¿No crees que es mucho? ―preguntó Javier mientras me sentaba a su lado.

―Oye, la entrada no es nada barata que digamos ―dije seria―, hay que aprovechar.

―Sólo recuerda que aquí no hay servicio para llevar ¿eh? ―arqueó una ceja y lo odié.

Lo sé, yo odio a todos aquellos que pueden arquear la ceja sin dificultad.

―Ja-ja, muy gracioso ―rodé los ojos y comencé a comer mis chilaquiles.

Después del desayuno optamos por ir a dar un pequeño tour entre la selva. Seguimos a la chica que nos iba a dar el tour y llegamos a un puente flotante, así es ¡un puente flotante!

Antes de comenzar a atravesarlo, nos pidió que tuviéramos mucho cuidado ya que estaba muy resbaloso y no-sé-qué-más.

Apenas puse un pie sobre el puente mi hermano comenzó a darme pequeños empujoncitos, el puente se movía horrible y se sentía muy feo, lo único que quería era llegar ya al otro lado.

―¡Tierra firme! ―grité mientras abrazaba un poste que tenía un par de señalamientos.

―No fue para tanto ―dijo Javier a mi lado―. Anda, vamos a tomarnos una foto en esa enorme silla.

Giré hacia donde apuntaba su dedo y en efecto había una enoooorme silla justo detrás de nosotros, a causa de mi baja estatura logré subirme con un poco de dificultad y luego mi mamá tomó la foto.

La chica que iba de guía nos hablaba acerca de los tipos de árboles que podíamos ver en el lugar, los animales que habitan ahí y algo relacionado con la profecía de 2012 que no se había cumplido o-qué-sé-yo, yo me dediqué a tomar fotos, la vista era increíble, sólo podía ver verde por todos lados a dónde íbamos.

Metanoia | Alonso Villalpando |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora