Capítulo 1

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Regla número uno: nunca pongas tu canción favorita como tono de alarma. A menos que quieras acabar odiándola, si es así, entonces hazlo.

Estiré la mano hasta mi mesilla y toqueteé en el móvil hasta que este dejó de sonar. Hundí la cara en la almohada.

« Sólo cinco minutos más ».

Cuando estaba rozando con los dedos el dulce placer que me ofrecía el sueño, mi móvil volvió a sonar. Mi maldito móvil volvió a sonar.

Frustrada cogí el teléfono y descolgué la llamada.

— ¿Qué? —gruñí.

— Uuuh fiera, rebaja los humos.

Me tallé los ojos con una mano y me quité las calentitas sábanas blancas de encima.

— Alex —miré la hora en el reloj de la pared—, ¿por qué narices me estás llamando a las siete menos cuarto de un lunes?

— Bird —siseó— hoy es el primer día de clases de nuestro último año de instituto. Tienes un cuarto de hora para vestirte y mover ese precioso trasero que tienes hasta aquí.

— ¡¿Qué!? —grité, pero ya era demasiado tarde, mi adorable y dulce mejor amigo me había colgado.

Tiré el móvil sobre la cama y corrí a toda prisa hacia mi armario. Agarré unos pitillo negros, un jersey de punto verde menta y unos zapatos negros. Me metí en el baño y me duché en un tiempo récord, y aún encima en agua fría. Me vestí y maquillé lo más rápido que pude, rescaté mi mochila negra del fondo del armario, metí los únicos tres libros que tenía en mi casa -ya que el resto estaban en mi taquilla- y me guardé el móvil en el bolsillo delantero de los pantalones.

Salí de mi habitación, cerrando con un portazo y bajé las escaleras a toda prisa hacia la cocina. Allí cogí una tostada y le escribí una nota a mi madre diciéndole dónde estaba, por si a ella también se le había olvidado el sutil detalle de que hoy era el primer día de instituto. Pegué la nota en la nevera, cogí las llaves de mi coche y salí corriendo hacia el vehículo.

Conduje temerariamente por la cuidad, saltándome límites de velocidad y algunos semáforos.

Aseguré el asa de la mochila firmemente a mi hombro y, tras cerrar el coche, corrí al interior del instituto. Una vez dentro, me encontré con el conserje que me advirtió "amablemente" que no podía correr por el pasillo y también de que llegaba tarde a clase, lo cual fue todo un detalle por su parte, ya que yo no lo sabía -que se note mi sarcasmo por favor-. Con un último sprint entré en la clase de biología un segundo antes de que el señor Albert cerrase la puerta. Todavía tenía la tostada entera colgada de mi boca, con las prisas no me había dado cuenta.

— Siéntese antes de que me arrepienta, señorita Contray —dijo el profesor mientras caminaba hacia su escritorio recolocándose las gafas de montura redonda sobre el puente de la nariz.

Caminé con la tostada en una mano hasta un puesto libre en la zona intermedia de la clase. Arrojé la mochila sobre una pata de la mesa, me recosté sobre el asiento y me dispuse a comer felizmente mi tostada. Alex me miró con una ceja alzada desde el asiento de al lado.

— Así que —comenzó—, ¿te habías olvidado de verdad?

Sacudí la cabeza, haciendo que pequeñas gotas de agua cayeran de mi pelo hacia los lados. Alex se pasó una mano por la cara, secándola, y yo lo miré.

— El verano se me ha pasado rápido.

Él rió y recostó la barbilla sobre sus nudillos a la vez que apoyaba el codo sobre la mesa.

Tinta PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora