Bufé y acomodé la capucha gris a mi cabeza. Justo hoy y ahora tenía que llover. El camino desde la biblioteca a mi casa era largo, y ni siquiera llevaba ni la mitad del trayecto.
Atajé por uno de los barrios alejados del centro de la cuidad, si iba por ahí, me ahorraría un par de kilómetros de camino. Pasé por delante de un bar lleno de... ¿cómo decirlo suavemente? Ah si, indeseables, justo cuando un hombre de unos treinta y muchos hizo rugir el motor de una Harley negra. Me tapé un poco más la cara con la capucha y apreté el paso.
— ¡Eh, muñeca!
Me paralicé al sentir los largos dedos del hombre rodear mi muñeca y tirar de mí hacia atrás.
— Suéltame —le ordené.
Él rió y me llevó entre forcejeos al grupito de seis con los que se encontraba antes. Uno de ellos me llamó la atención, su piel se encontraba completamente tapizaba de tatuajes. Estaba absorto en su móvil.
El tipo me arrojó contra la que supongo sería su moto, la Harley negra, y causó que la capucha se me cayera y que me clavara uno de los manubrios en el estómago. Hice una mueca.
« Mañana tendré moratón », pensé.
— ¡Ten más cuidado, imbécil! —grité.
El hombre volvió a reír y se apoyó de brazos cruzados en la moto en la que también estaba apoyado el tatuado.
— Las princesas no dicen malas palabras.
Me crucé de brazos.
— Suerte que yo soy la reina, capullo.
La lluvia hacía que algunos mechones negros de pelo se me pegaran a la piel de la cara, los aparté y guardé detrás de mi oreja bajo la atenta mirada del hombre trigueño.
— Tan bonita y tan antipática —susurró graciosamente—. Esta es tu tipo.
No sabía a quién le había hablado, pero algo me decía que quizá era mejor así.
Escruté con la mirada a las desconocidas personas que me rodeaban, todos varones he de añadir. Uno era alto y delgado, con pecas, muchas pecas, y lunares, el pelo negro y los ojos pardos. Estaba apoyado contra el muro gris del bar, a resguardo de la poca lluvia que ya caía, con una pierna flexionada en el muro y los brazos cruzados tensionando los músculos. El de su lado, estaba situado de igual forma que él contra el muro, pero con los dos pies firmemente clavados en el suelo. Llevaba el pelo castaño claro cortado al estilo militar y me observaba con unos intimidantes ojos verdes. Un tatuaje se asomaba por el cuello de su camiseta. El hombre que me había arrastrado hasta aquí, tenía un parecido bastante considerable con el chico tatuado. El pelo negro azabache, piel trigueña, robusto y de altura considerable. Aunque, casi me atrevería a decir que el chico era más alto que él. Sus ojos azules me observaban con una expresión divertida, que era reflejada en las pequeñas arrugas de las esquinas de sus ojos.
Se estaba burlando de mí.
Los otros dos hombres que antes estaban con ellos, se habían ido. Miré el reloj que adornaba mi muñeca.
« Mierda, tengo que volver a casa pronto, no puedo retrasarme más ».
Escaneé con la mirada a los dueños de los tres pares de ojos que me observaban. Di un paso hacia delante, y como ninguno dijo nada, me dispuse a seguir mi camino a casa. Pero sólo avancé cinco pasos más. Tiraron del asa de mi mochila, volviéndome a arrastrar a ese círculo vicioso de miradas discontinuas. Había sido el de ojos verdes el que me había agarrado. Perdón, había sido el muy malnacido de ojos verdes.

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Tinta Peligrosa
Fiksi RemajaFue como caerse en un precipicio sin fin. Una vez se halló allí metida, tan sólo rodeada de oscuridad, no se vio capaz de salir. Ella consideraba tener una vida normal antes de conocerle, una vida complicada, pero normal al fin y al cabo. Después ca...