Capítulo 6

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Fruncí el ceño.

— ¿En serio piensas hacer eso?

Mi madre rodó los ojos mientras levantaba en el aire el cuadro de su retrato y entrecerraba un ojo para ver donde podría quedar bien.

— Susan —suspiré—, no hace falta hacer tanto revuelo. Es sólo un cuadro, no tienes ni por qué enmarcarlo, ni por qué colgarlo.

Mi madre me miró mal.

— Bird, es el primer retrato que me haces, ¡y te ha quedado genial! ¡Así que sí que tengo que enmarcarlo y colgarlo!

Hacía ya unos cuantos días que lo había comenzado a pintar y antes de ayer, había ido a la tienda más cercana y comprado pinturas, sobre todo blanca, que era la que me hacía falta, y había terminado el cuadro.

Bufé y me tiré en el sofá, coloqué mi barbilla sobre mis nudillos y observé a mi madre corretear enérgicamente de un lado a otro por la casa.

Metí la mano en uno de los bolsillos de mi pantalón de chándal gris y encontré la esquina de la hoja negra que había encontrado en mi taquilla, jugué con ella con mis dedos. Esa nota la había encontrado el viernes, y hoy era sábado, por lo que el lunes sería el día en que que iría a la taquilla 332. No sabía por qué en esa taquilla, ya que, por la zona donde se encontraba esa taquilla siempre había bastante gente, así que no entendía por qué me había citado alguien allí, podría haberme citado perfectamente en mi taquilla, por allí pasaba poca gente.

Resoplé al ver donde había colocado mi madre el cuadro. En la pared donde estaba el sillón y mitad del sofá. Gruñí, no me gustaba el contraste entre los tonos suaves del cuadro con el fuerte rojo del sillón.

— Susan, ahí queda horrible.

No sé cómo, ni cuando, pero Susan me lanzó su zapatilla azul y me impactó en toda la parte derecha de la cara.

Mi boca se abrió de par en par. ¿Cómo había sido capaz?

— Podré estar diciendo que dos más dos son veintidós, pero a una madre nunca se le niega que tiene razón. Maleducada —espetó con los ojos entrecerrados.

Me levanté con su zapatilla en la mano. Abrí la puerta de cristal que daba al jardín.

— ¡Bird Countray Eastwood! ¡Te juro que como lo hagas... !

Me paré en el borde de la piscina. No era una gran piscina como las que aparecen en las películas, era una pequeña piscina rectangular de tres metros de ancho y cinco de largo. Todas las casas en este barrio tenían una igual.

Alargué la mano en la que sostenía la zapatilla, dejando esta colgada a un metro de la helada agua de la piscina.

— Bird —exclamó mi madre en tono severo—, ni se te ocurra.

— Tengo el lado derecho de la cara marcado. Tiene forma de zapatilla.

— Eres así de nacimiento —rió mi madre.

Y sin más, tiré la zapatilla a la piscina. Pero con lo que no conté, fue con que mi madre se tiraría hacia mí para empujarme al interior de la piscina, y con lo que ella no contó fue con que yo la abrazaría y la arrastraría conmigo.

Salimos a la superficie. Tenía el pelo completamente pegado a la cara,abrí la boca para respirar y me aparté el pelo de la cara. Mi madre tenía una sonrisa en las comisuras de sus labios y la zapatilla que le faltaba en la mano derecha.

— La cogí.

Reí.

— Pero ahora me falta la otra.

Tinta PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora