Capítulo 13

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Giré la cabeza hacia otro lado. No era capaz de ver cómo los médicos revisaban las constantes de mi madre y cómo sus ayudantes le cambiaban el suero. Si todo aquello resultaba doloroso para mí, no quería saber lo que a mi madre le originaba.

El médico jefe —creo que se llamaba Elby— se acercó a mí y posó una mano en mi hombro con delicadeza. Torcí el cuello mirándole.

— Tu madre ya no está en riesgo, Alessia. Mejora, lentamente, pero lo importante es que mejora.

Asentí y le regalé una pequeña sonrisa, guardándome mis pensamientos para otro momento.

Los médicos se fueron, dejándonos solas a mi madre y a mí. Bueno, en realidad sólo a mí, Susan estaba atrapada entre las garras de la morfina. Los enfermeros creían que yo no me había dado cuenta de que le habían inyectado morfina, pero sí lo hice, y la morfina en esos casos sólo significaba una cosa, que mi madre iba a morir pronto y querían mitigar su dolor.

Bufé a la vez que apoyaba mi barbilla en mi puño cerrado e hincaba el codo en una de mis piernas cruzadas. Observé cómo Susan se iba quedando dormida.

Llevé las yemas de los dedos a mis labios, recordando cómo se sentían los de Aidan sobre los míos. Sonreí por inercia, Aidan me gustaba mucho, hasta el punto de que me quedaba pensando en él todo el día. Era la primera vez que sentía algo así, tan inmenso, tan fuerte, en tan poco tiempo. Así que no sabía a decir con certeza si es que aquello acaso era amor, pero me atrevía a pensar que aquello mismo podía ser el comienzo de algo muy bonito.

Acomodé la barbilla en mis nudillos a la que vez que seguía pensando en Aidan. Una pequeña sonrisa se mantenía en mi cara mientras tanto, pero entonces recordé a Dominik y la sonrisa desapareció tan pronto como apareció.

Sabía que el día anterior la había cagado, pero la única persona entre Boo, Cassandra y Dominik con la que debía disculparme era Boo. Dominik se merecía ese trato, o uno peor, por mi parte. Yo no debía ser cordial con aquellos que no lo eran conmigo, no había ninguna norma o acta que me obligara a hacerlo y, en el caso de que la hubiera, me plantearía varias veces seguirla.

Fruncí el ceño. Seguía queriendo saber por qué Dominik me trataba de aquella forma y por qué parecía querer matarme todo el tiempo. Aún no sabía el motivo, lo poco que sabía sobre Dominik Hyde no me ayudaba en nada.

Dominik tenía veintiún años, su familia consistía en Boo, Cassandra y un padre que al parecer lo detestaba por algún que Cassandra no llegó a decir, o eso me pareció a mí, ya que mientras escuchaba su conversación con mi madre, Boo apareció y tuve que ir con ella, lo que me impidió seguir escuchando a hurtadillas sus conversaciones. 

Él no vivía con ellas, vivía en un piso a las afueras con Aidan y Ryder. Había escuchado que eran los reyes de la ciudad. Controlaban a todas las bandas, todas las carreras las organizaban ellos y si no las organizaban, las ganaban; todos los prostíbulos les pertenecían, en resumen, eran los reyes de lo ilegal. Pero no estaban solos, Dakota los ayudaba y también el hermano del padre de Dominik, les echaba un cable cuando se metían en problemas, además de ayudarlos a dirigir bien todo su negocio. El tío de Dominik era el hombre que me había arrastrado aquella vez, cuando vi por primera vez al tatuado. Creo recordar que se llamaba Elías.

¿Cómo sabía yo todo aquello? Fácil, haber tenido un padre militar te abría muchas puertas. Sobre todo si cierto día apareces en la comisaría de policía presentándote como su hija diciendo que tu profesor de historia te ha puesto un trabajo sobre algún héroe de tu país y tú obviamente eliges a tu difunto padre como héroe. Y por trabajo me refería a buscar los archivos policiales y médicos de Dominik.

Tinta PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora