1:35 pm {Brenner}

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¿Y si hacemos un muñeco?...

Abrí los ojos de golpe. Mi primera reacción al escuchar esa bendita canción fue que tal vez había muerto y terminado en el círculo del infierno a donde enviaban a los insoportables directores ejecutivos con más de diez apodos.

Pero al levantar la vista me di cuenta que aquello no podía ser el infierno. Amy estaba sentada en la esquina del elevador, descalza y con el cabello dorado peinado en dos trenzas que simulaban al personaje de la película animada.

Ven vamos a jugar

Ya no te puedo ver jamás, hermana sal, parece que no estás...

Solíamos ser amigas, y ya no más,

No entiendo lo que pasó...

¿Y si hacemos un muñeco?

No tiene que ser un muñeco...

Y allí fue cuando se dio cuenta de que la veía cantar. No tenía una voz tan buena ni tan mala, solo normal. Pero me hizo sentir unas extrañas ganas de sonreír y preguntarme si la tenía tan grabada en la cabeza como yo.

Amy esbozó una sonrisa. Había perdido la cuenta de todas las veces que lo había hecho, pero seguía descubriendo nuevos detalles cada vez que lo hacía. Como la manera en la que sus mejillas se abultaban o el suave brillo resaltaba más.

Luego me regañaba mentalmente por observarla tanto. Lo último que necesitaba era verme como un total acosador en el interior del elevador, incluso cuando solo estábamos nosotros dos rodeados de paneles de espejo.

—¿Vas a seguir la canción? ¿Te la sabes?

Negué, aunque la verdad si me la sabía.

Cathy amaba con todo su corazón esa película, al punto de verla unas cuatro veces a la semana. Inclusive me había gastado una buena pasta de dinero para conseguirle un muñeco de Olaf de su tamaño y con un sombrerito. También algunos posters hechos a mano que les pedí a los mismísimos dibujantes de Disney.

Era casi rico y estaba dispuesto a todo para hacer a Cathy feliz.

—Bien... ¿Ahora me contarás el origen de tu temor? Porque amigo, me estoy aburriendo demasiado.

Y otra vez con lo mismo. Negué.

No iba a contarle algo tan personal a una total desconocida.

Aunque ella hubiera compartido cosas tan personales conmigo nunca podría llegar a ser tan abierto como ella. Claro, ella era una de las populares. Debía ser la típica rubia líder de las porristas bonita y carismática. Ah, y también debió ser la reina del baile lo veía todo en su rostro de niña bonita.

—Entonces... ¿De qué hablamos? ¿Trabajo? ¿Hábitos extraños? ¿Algún juego?

Negué.

—No tengo ganas de jugar...

—¡Piedra, papel o tijera! —prácticamente lo gritó—. ¿Sabes cómo jugarlo?

Y otra vez, negué.

Ella abrió los ojos como platos.

En serio, no sabía que se podían abrir de esa manera.

—¿Cómo demonios pueden ser que nunca has jugado? —Negó muy sorprendida—. ¡Tiene como unos quinientos años! ¿Tienes hermanos no? ¿Acaso no compitieron nunca por algo y lo dejaron a la suerte con piedra papel o tijera?

—Mis hermanos y yo... nunca estuve tan relacionado a las cosas como jugar con ellos, esa es más cosa de Ryan y Lizzie... bueno, ella era una niña pequeña y no sabía cómo...

Amy sonrió. Como si estuviera feliz de que le hablara de mis problemas familiares.

—¿Por qué sonríes?

Ella encogió los hombros

—Nada, es solo que... te estás abriendo conmigo, me hablas de tu infancia y esas cosas.

Y era cierto. No solía hablar mucho de mis hermanos con otra persona que no fuera Gabriel. ¿Qué me estaba pasando?

—Supongo que sí—me limité a responder.

Amy era como un rayo de sol. Yo era solo algo totalmente oscuro.

Amy era alegre y parlanchina. Yo prefería ser serio y callado.

Amy era el ying. Yo el yang.

—Bien ¿Jugamos? ¿Conoces las reglas?

Estuve a punto de contestar cuando ella cubrió mi boca con su mano.

—Claro que no las conoces, bien. —Alejó su mano—. Decimos piedra, papel o tijera y tienes que sacar piedra papel o tijera—me señaló las figuras con sus manos—. Papel cubre roca, roca destroza tijera y tijera corta papel ¿Entendiste?

—¿Solo eso? ¿Así de fácil? —pregunté mientras me preguntaba a mí mismo porque nunca había jugado antes.

Ella asintió.

—Aunque si quieres subir de nivel tenemos piedra, papel, tijera, lagarto, Spock, mira. —Levantó ambas manos—. Las tijeras cortan el papel, el papel cubre a la piedra, la piedra aplasta al lagarto, el lagarto envenena a Spock, Spock destroza las tijeras, las tijeras decapitan al lagarto, el lagarto se come el papel, el papel refuta a Spock, Spock vaporiza la piedra, y, como es habitual... la piedra aplasta las tijeras.

Creo que mi cara debía ser de confusión extrema porque Amy estaba muerta de la risa. Solo había entendido menos de un medio de lo que había dicho.

—Tranquilo —dijo controlando un poco más su risa—. Solía jugar a eso con mi ex novio y sí, es un poco difícil de aprender, pero soy lo que se puede decir, una experta en eso.

Un ex novio. Creo que eso había sido lo más destacado de esa conversación. Debí imaginármelo. Era rubia, bonita y graciosa, claro que había salido con otras personas, aunque la mención del ex novio había sido como un golpe.

Lo que era ridículo, porque no debió afectarme. Nos habíamos conocido esa misma mañana, después de haberle dado una terrible primera impresión y haber insinuado que estaba con Graham.

No merecía sentirme así por algo tan tonto como un ex novio.

Amy parloteó algo que no entendí. Solo bajé la cabeza y empecé a repetir mi estúpido mantra. 

El ElevadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora