— ¿Cuánto falta? —preguntó Brenner por enésima vez.
Y por enésima vez lo miré
—No tengo la menor idea.
Brenner frunció los labios. Era algo así como un puchero y en él se veía totalmente adorable. ¿Cómo Elena había podido rechazarlo?
— ¿Hacer esa pregunta varias veces es una forma de tortura o qué?
Brenner empezó a elevar una comisura de la boca y por un momento creí que iba a sonreír... pero al final volvió a bajarla.
—Es lo que tú me has estado haciendo durante las últimas horas —dijo mientras se recostaba de la pared de espejos.
—Touché.
Y el silencio volvió a reinar el estrecho espacio del elevador.
A pesar de que me hubiera gustado volver a intentar besarlo no me sentía con el mismo valor que tenían en ese momento. Y Brenner parecía estar igual que yo. Había sido un encuentro demasiado cercano para ambos.
No era que no estuviera acostumbrada a besar hombres, pero con Brenner era diferente. La mayoría de chicos con los que había salido eran egocéntricos y un tanto tontos. Uno que otro nerd durante la universidad, pero nunca había salido con alguien como Brenner.
Nunca nadie tan cerrado y... bueno, cuadrado. Nadie tan serio o con su carácter. Solo quería darle amor, probablemente porque no podía evitar comportarme como mi signo zodiacal.
Y tan solo había pasado unas horas con él.
Pero la verdadera pregunta era: ¿Qué pasaría una vez que saliéramos del elevador? ¿Nuestras vidas volverían a ser como antes? ¿Volvería a ser invisible para Brenner? ¿A ser demasiado visible para Graham?
Pero de nada valía pensar en eso ahora. Estaba claro que aún no íbamos a salir e iba a aprovechar al máximo el tiempo que nos quedara juntos... demonios. Sonaba a chica de película romántica.
—Bien ¿Seguimos jugando a las preguntas?
Brenner negó imperativamente. Yo asentí enérgicamente y más cosas terminadas en –mente.
— ¿Tienes alguna mascota? —le pregunté.
—Bien... Princess Diana es de Lizzie—dijo con deje molesto—. Pero generalmente me toca a mí vivir y cuidar de ese animal.
— ¿Es bonita? —pregunté imaginándome a un poodle pequeñito o un chihuahua blanco como los de Beverly Hills.
—Es una rottweiler de tan grande como tú y con un carácter insoportablemente abrazador —dijo—. Se la pasa lanzándose encima de las personas y lamiéndoles el rostro.
¡Un rottweiler! ¡Amaba a esos animales! Mis primos tenían tres. Y eran mucho mejores que los conejos.
—Me recuerdas a ella—dijo pensativo.
Fruncí el ceño.
—¿A quién?
—A Princess Diana... ambas son tiernas, asfixiantes y demasiado cariñosas.
A pesar de que sonaba cortante pude notar el cumplido que me dio. Sonreí ante eso. Puede que Brenner fuera cortante, seco y la reencarnación de Hitler, pero en su interior era bastante tierno.
—Me acabo de dar cuenta de algo —dije en voz alta.
Brenner frunció el ceño. Luego su rostro se suavizó y alzó una ceja. Estaba curioso de lo que diría, así que proseguí.
— ¿Viste la película El Grinch que robó la navidad?
—A Cathy le encantan las dos versiones, la animada y la de Jim Carrey, la vemos en familia las navidades.
—Bien... ¡Tú eres el grinch! ¡Y yo soy Cindy Lou!
Brenner elevó una comisura de su boca. La mitad de una sonrisa por lo menos.
—Lizzie y Ryan siempre me dicen eso—dijo mientras cruzaba sus brazos—. Una vez me compraron un disfraz del grinch y lo usé en la postal de navidad con un letrero que decía: El Grinch de la familia James.
Reí al imaginármelo con un disfraz del grinch totalmente serio y a toda su familia sonriente. Se me hizo sumamente tierno.
—Me hubiera gustado estar allí.
Brenner se me quedó viendo y casi sentí como ese momento romántico regresaba. Pero solo se limitó a mirarme.
— ¿Por qué me miras?
—Eres demasiado parlanchina, molesta e irritante...
Dio una pequeña pausa.
— ¿Pero...?
—Pero al mismo tiempo tierna y adorable... te quiero odiar Amy —admitió mientras su rostro se tornaba rojo—. Pero sencillamente no puedo, no sé qué tienes, generalmente una persona como tú me irritaría hasta el punto de mandarla a la calle... pero debo admitir que tú me agradas lo suficiente como para no hacerlo.
— ¿Gracias?
Brenner negó varias veces.
—Olvida las tonterías que dije... solo ignóralo.
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El Elevador
Short Story«¿Es posible enamorarse en siete horas?» *** Brenner está estresado, cansado y sin su dosis diaria de cafeína. Lo único que le faltaba era quedar atrapado en un elevador con una total desconocida. ¿Y adivinen que pasó? Lo está. Amy suele tener ma...