3:20 pm {Brenner}

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Amy... Dios... en serio te quería odiar.

Quería odiar tu sonrisa juguetona, quería odiar tus brillantes ojos, quería odiar tu hermoso cabello rubio, quería odiar tu olor a Channel Nº5, quería odiar tus piernas, quería odiar tu personalidad chispeante.

Pero sencillamente no podía. No podría hacerlo por más que lo intentara.

—¿Por qué el cielo es azul Brenner?

Alcé una ceja. Ella sonrió. Quería que le respondiera. Rodé los ojos y me senté recto.

—Como los rayos de luz azul poseen una longitud de onda más corta que los rojos, tienden a esparcirse cuatro veces más por el espacio. No obstante, aunque la longitud de onda de los rayos violetas es más corta que la de los azules, nuestro sentido de la vista percibe mejor estos últimos. Por esa razón y debido al propio efecto del esparcimiento tenemos la impresión que el color azul del cielo nos llega hasta nuestros ojos desde todos los puntos y no desde un punto fijo, tal como ocurre cuando observamos el Sol.

Amy ladeó la cabeza, observándome con curiosidad.

—Eres tan serio y estudioso...

—No es mi culpa, esa es la razón por la que el cielo es azul.

—Pero cualquier otro hombre hubiera inventado algo así como: "El cielo es azul porque el azul es un color perfecto como el de tus ojos"

—Tus ojos no son azules Amy...

Ella encogió los hombros.

—Salimos durante dos meses y no reconoció el color de mis ojos ¿Qué se puede esperar de un chico así?

Amy hablaba de varios chicos, probablemente hubiera salido con un millar de chicos. Me sentía curioso ante eso.

— ¿Con cuántos idiotas has salido?

Amy levantó la mano y empezó a contar con sus dedos. Yo solo había salido con dos chicas. Kim y Quinn.

—No con muchos —admitió—. Aunque en realidad no es como que haya un límite... diría que con unos siete chicos de manera seria.

— ¿Alguien memorable?

—Jeffrey Daniels... me dejó en mi baile de graduación para ir a una competencia de comer hamburguesas.

— ¿En serio?

Amy rió.

—Aunque el karma fue bueno conmigo y él terminó con indigestión y diarrea durante una semana entera.

— ¡Viva el karma!—dije intentando sonar entusiasta y feliz, pero sonó sarcástico y seco.

Ella rodó sus ojos, pero estaba sonriendo.

—¿Y tú? ¿Alguien más aparte de Elena?

—Solo he tenido dos novias en mi vida.

Por un momento Amy pareció no creerme. Era guapo, eso lo sabía, pero en mis años en circulación aprendí que no a todas las chicas les importaba la apariencia.

—Oh... ¿No estabas bromeando?

Negué

—Una de secundaria llamada Quinn, era una chica preciosa con muchas pecas que trabajaba en un restaurante de comida rápida, salimos por cuatro meses y luego terminamos por acuerdo mutuo.

—Por alguna razón te imaginé saliendo con un montón de chicas todos los días —dijo mientras acomodaba sus piernas. Sus tentadoras piernas—. ¿Y la otra?

Suspiré

—La otra fue... ¿Has tenido a esa persona especial con la que pasaste los mejores días de tu vida y luego te rompió el corazón en mil pedazos por mensaje de texto?

—Seh—dijo con una mezcla de enojo y rabia.

—Bien, esa fue Kim, salí con ella durante mis cuatro años de universidad y al final me cortó por un jugador de rugby australiano.

—Suena a que fue algo muy significativo.

Me crucé de brazos. Sí, lo había sido, pero entendía que eran cosas que pasaban, en especial con mi actitud.

—¿Nunca has querido a alguien de esa forma?

Ella negó.

—Nunca he tenido la oportunidad o la persona indicada para hacerlo —sonaba pensativa—. Además, no me gusta involucrarme de manera tan personal con personas que sé que no valen la pena.

¿Cuál era la persona indicada? Siempre había escuchado ese concepto de la persona perfecta a la que amarás por siempre, con la que te casarás y tendrás muchos hijos. Siempre lo había visto como un concepto algo absurdo.

Siempre se lo recordaba a Lizzie cuando veía sus películas románticas. Se lo recordé a Ryan hasta el día de su boda. Incluso trato de inculcarlo a Cathy para que no sufra desilusiones en su futuro.

— ¿Cómo sabrás que es la persona indicada?—pregunté en voz alta.

Amy me miró de nuevo de forma tierna y con esa sonrisa que iluminaba todo. Ella tomó mi mano. Su mano era sumamente cálida. Las yemas de sus dedos muy suaves y podía incluso sentir la sangre corriendo por sus venas. Mi corazón latió con fuerza.

—Sencillamente lo sabrás. 


El ElevadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora