Seguía repasando las palabras de Amy en mi cabeza. ¿Qué pasaría cuando todo esto terminara? ¿Qué nos quedaría? ¿Solo un vago recuerdo? ¿Todo terminaría cuando esas puertas se abrieran? ¿O continuaría?
A pesar de que ella intentara minimizar el asunto, sabía que le importaba bastante. Pero era bastante ilógico, solo habíamos pasado siete horas encerrados.
No podías querer a una persona y mucho menos enamorarte en esa cantidad de tiempo.
Los sentimientos seguro se debían a mi falta de compañía, mi claustrofobia e incluso las conversaciones que habíamos compartido.
Una persona con la cual tal vez podría convivir... además creo que le agradaría mucho Princess Diana.
—Entonces... ¿Qué piensas del gobierno? —pregunté sin idea alguna para seguir la conversación.
—¿En serio? ¿Tan bajo hemos caído? No hablaré de política cuando está más que claro que ambos somos demócratas... bien, tú tal vez seas más conservador, pero no hablaremos de eso ¿Oka?
—Oka.
Amy intentó contener su sonrisa.
—Oka.
—Oh por Dios, empezamos a sonar como esa tonta película de adolescentes...
Ella empezó a balancearse levemente con una sonrisa. Quería borrar era sonrisa de su rostro, pero con un beso.
— ¿Tienes alguna anécdota vergonzosa de algún baile? ¿O eres del tipo de nerd que no va a bailes?
La segunda podría ser la más indicada. Nunca había asistido a ningún baile escolar en toda mi vida, ni siquiera a mi baile de graduación. Una de las razones era porque no tenía ganas de ir a algo tan materialista como eso y otra era que no tenía cita para el baile.
Así que nunca tuve la oportunidad de entregarle un ramillete a una chica.
—No soy de los que van a bailes —respondí mientras la miraba directamente—. Sencillamente no van conmigo.
—Bueno tengo la anécdota del chico del que te había contado antes y que me abandonó por unas hamburguesas —ella pareció pensárselo un poco más—. También fui la reina de ese día... lo único que me falto fue el ramillete para completar la fantasía adolescente.
¿Una reina sin su ramillete? Eso era casi una injusticia. Inclusive la esposa de Ryan, Jessica, una nerd en su adolescencia había tenido su ramillete. Ryan se lo dio, así se habían conocido.
Entonces se me ocurrió una idea.
Tomé una de las bolsas de papel blancas donde estaban las papas fritas y empecé a hacer una forma con ella. Las clases de origami que había tomado durante mi viaje a Japón no habían sido en vano.
La cuestión es que logré hacer algo que levemente parecía una flor, luego tomé el bolso de imitación de Amy y empecé a hurgar hasta encontrar un elástico. De alguna forma até esas dos cosas y ¡Voilà!
Un ramillete de graduación hecho con materiales reciclados.
Amy, quien me había observado con mucha atención durante ese proceso, no parecía creerse lo que veía.
—¿Eso es para mí?
Tomé su muñeca y con mucho cuidado coloqué el ramillete de papel. No se veía tan mal para ser un papel sucio.
—Cada reina del baile merece su ramillete y tú no serás la excepción Amy Sunny.
Ella alzó la muñeca y apreció el ramillete por un rato. Si salíamos me encargaría de mandarle a hacer un ramillete especialmente para ella, que tuviera flores amarillas tan alegres como ella.
—Es... precioso —ni una pizca de sarcasmo adornaba su voz—. Es el mejor ramillete que he visto, solo nos falta la música para poder bailar... tampoco tuve mi pequeño baile con mi cita.
Esa era una muy mala idea.
—Así estamos bien, yo... no se bailar.
Amy se levantó y me tendió la mano Observé su pequeña y blanca mano por un momento hasta que ella rodó los ojos, tomó la mía e hizo un ademán para que me levantara.
— ¿Te sabes alguna canción como para un baile? ¿Puedes tararearla?
Bien no sabía si esta serviría, pero fue la primera que se me vino a la cabeza. Empecé a tararear Teenage Dream de Katy Perry. Pero en una versión más lenta, casi como una balada.
Amy rió mientras acomodaba mis manos sobre su cintura e intentaba guiar los pasos de baile.
Ella era grácil, tan natural... mientras que yo parecía un robot oxidado, el hombre de hojalata del Mago de Oz.
— ¿Estás bien? —preguntó Amy mientras colocaba su cabeza en mi hombro.
Sonreí al sentir la sensación cálida de su piel a través de la tela de mi camisa.
—Nunca he estado mejor.
ESTÁS LEYENDO
El Elevador
Short Story«¿Es posible enamorarse en siete horas?» *** Brenner está estresado, cansado y sin su dosis diaria de cafeína. Lo único que le faltaba era quedar atrapado en un elevador con una total desconocida. ¿Y adivinen que pasó? Lo está. Amy suele tener ma...